NO HAY ALTERNATIVAS A LA INVERSIÓN EN BOLSA” ¿A usted no le resulta rancia esta frase? ¿Nunca la había oído? Ahora que entramos en la recta final del primer trimestre, con la Bolsa inmersa en dudas, con alguna zozobra, que hace perder los nervios a los más templados y curtidos operadores del planeta, los gestores intrépidos se desgañitan en una alabanza desmesurada a la falta de alternativas a la Bolsa en un entorno de tipos de interés 0, medidas de estímulo...La Bolsa, no obstante, está cada vez más polarizada y es cuestión de media docena de compañías, las empresas de capitalización alta, la de los valores líderes a los que se van uniendo, de manera esporádica, mariposas de menor tamaño, pero sin prisa y sin pausa, con mucho tiento y pertinaz tino, porque no hay que errar el tiro. Es lo que han decidido los responsables de los bancos de inversión, que, además, arbitran con derivados ante la ausencia del inversor final. Son ejecutivos/as que aventuran un mundo mejor, sin lí­mites en la valoración de sus activos y con crecimientos exponenciales que dejan boquiabiertos a los asistentes al espectáculo, aunque seguimos inmersos en la Crisis. En cualquier momento, el inversor final morderá el anzuelo. No entró en el Ibex a nivel de 7.000 puntos y va a perder la calma cuatro mil puntos más arriba. Es decir, lo de siempre: compra en lo más alto y vende en lo más bajo.

Los vendedores/as de la exuberancia bursátil, en un momento en que la barcaza económica sigue varada, desbordada por el desempleo y falta de ritmo y de pulso, van cubierto/as de abalorios, con cuentas de cristal que imitan el diamante, cuentas ensartadas que no valen un euro, pero se pagan a precio de oro. Es la historia de siempre. En épocas de mejora de las expectativas es más fácil seducir y también, caer en la trampa. Multitud de empresas de tamaño grande, medio y pequeño llevan años postradas, al borde del impago y sin capacidad de maniobra. Aprovechan, ahora como antaño, la marea para salir a la orilla y pedir dinero con el que financiar sus nuevas ilusiones, que volverán a defraudar. Ya han comenzado los defaults, los impagos de bonos.

La marea en la Bolsa está alta y muchos náufragos han pisado la arena. Pero no todos sobrevivirán. La historia de la Bolsa está repleta de situaciones como éstas. El inversor debe ser hábil en la ejecución de sus decisiones y por supuesto, no sucumbir a los cantos de sirena, porque cuando la mar se agite, que se agitará, los volverá a engullir.

Dicen que no hay alternativa a la Bolsa. Lean. Otra vez la alusión a la Trampa de la Liquidez. Refresco la memoria. Con tipos de interés a 0 en Estados Unidos y en Japón y con el compromiso de mantenerlos en situación de espera hasta que el cuerpo aguante (el mercado especula con subida mínimas y consensuadas de tipos de interés en EEUU a partir de los próximos meses), unos y otros hablan de la Trampa de la Liquidez, como si el mercado no tuviera ya trampas suficientes para cazar elefantes. Es un término, no obstante, al que tenemos que acostumbrarnos. Así lo confirma el devenir del tiempo.

He encontrado en el El Manual Básico de La Economía de Mercado lo siguiente: Keynes afirmaba que las decisiones de ahorro y las decisiones de inversión son totalmente independientes y no existe ninguna fuerza que tienda a igualarlas. La idea monetarista es que el tipo de interés es esa fuerza. Si el tipo de interés es bajo los inversores demandarán más dinero; si el tipo de interés es alto, los ahorradores se sentirán estimulados.

Por lo demás, vuelvo a recordar una frase de uno de mis gurus favoritos: “el dinero cada vez valdrá más. Déjalo en la cuenta corriente, a cero patatero. No caigas en la trampa, desoye los cantos de sirena...”

Fuente: www.lacartadelabolsa.com