Desde la lógica de las escuelas de negocio por las que he pasado, así como lo que veo a diario tanto en nuestro fondo de inversión en empresas de alto potencial que operamos en varias ciudades europeas, como en la asociación sin ánimo de lucro desde la que colaboramos con todo tipo de expertos e instituciones para apoyar startups en su etapa más embrionaria, me aterra la enorme distorsión que pueden suponer discursos y despilfarros no alineados con la lógica de los mercados. Incentivar proyectos sin sentido, o sin futuro, que al final paguen los incautos emprendedores con su tiempo e ilusión, y los inocentes ciudadanos con sus impuestos, claramente no es el camino hacia un crecimiento sostenible.


Después de muchas reuniones “con el enemigo”, finalmente he descubierto que no son todos iguales y que es fundamental colaborar con aquellos que quieren cambiar el sistema desde dentro aunque sólo sea porque son más valientes e idealistas que el más temerario emprendedor. Y que es necesario trasladarles aquellas propuestas que puedan ayudar a crear muchas empresas que contratasen muchos empleados y pagasen muchos impuestos para recuperar nuestro ya olvidado estado de bienestar. Hoy tengo sólo una receta, pero no cuesta dinero, es sencilla si alguien hace entender al Ministerio de Trabajo e Inmigración su necesidad, y lograría un tremendo impacto.


Estoy convencido de que hay que atraer urgentemente unos 5.000 profesionales guiris de alto calibre, concediendo a los extracomunitarios visados de alta prioridad (es decir, sin amargarles la vida exigiendo documentos imposibles durante meses) a los pocos que quieren comprometerse a ayudarnos a sacar adelante España, y a quienes necesitamos para hacerlo. Necesitamos más profesores como Joe Haslam, que vino de Irlanda al IE Business School para fomentar la innovación disruptiva, entre los candidatos a MBA que recibe esta escuela de negocio de todo el mundo, despues de la venta de su empresa de internet. O Nathan Ryan y Chris McCoy, americanos aún más valientes que están intentando renovar nuestro obsoleto sistema universitario desde dentro trabajando en la Universidad Carlos III y la Universidad Politécnica de Madrid. Necesitamos más directivos de grandes corporaciones y emprendedores en serie con experiencia internacional que se afinquen en nuestras fronteras, personas como la argentina Inés Leopoldo de Mitsue Venture o el alemán Gregor Gimmy de Sclipo. Y en nuestra empresa necesitamos a Katelyn Melan, estadounidense de 23 años primera de su promoción en un programa mixto entre ICADE y Northeastern University que tras trabajar en JP Morgan y General Electric contaba al Washington Post como prefiere quedarse aquí construyendo el ecosistema emprendedor que cobrar salarios muy generosos en el mundo corporativo. 5000 nombres y apellidos como los que acabo de nombrar pero sin visado, profesionales que aunque los ignorantes catalogasen de privilegiados por saltarse las interminables colas que muchos llevan haciendo largo tiempo, tuviesen la perspectiva para ayudar cada uno a varias decenas de la siguiente generación de emprendedores, y aquellos directivos nacionales que han viajado menos de lo deseable, a alcanzar su pleno potencial. Con su ayuda, podríamos de una vez por todas empezar a actuar como ciudadanos globales.

Y necesitamos menos políticos que no quieran cambiar el sistema y burócratas que lo entorpezcan hasta empujarnos detrás del Congo en los rankings de competitividad. Me ahorraré los nombres mientras mantenga una mínima esperanza de que entren en razón y se reformen, o alguien sensato les quite de en medio. Porque para los retos tenemos por delante son imprescindibles aliados que luchen contra los fallos del sistema desde dentro, y al fin y al cabo, lo que tenemos que hacer todos si queremos salir de esta crisis es dejar de echar balones fuera y ayudar a los demás a asumir sus responsabilidades. No callarnos todas aquellas ideas que puedan mejorar la situación, van a hacer falta muchas más recetas para salir de esta crisis. Como decía aquel guiri que nos empujó a la luna, pregúntate qué puedes hacer por tu país en vez de qué puede hacer tu país por ti.