Corría junio de 2008 cuando Emilio Botín anunciaba en su sede cántabra que el Santander ganaría ese año más de 10.000 millones de euros. Pocos anticipaban en ese momento que apenas tres meses después el mundo financiero se encontraría ante un tsunami de impredecibles consecuencias que se iniciaba con la quiebra de unos de los que hasta entonces había