Si algo ha tenido la pandemia generada por el Covid -19 es que ha frenado una cantidad de dinero ingente que iba dirigida a combatir el cambio climático. Cualquier foro – DAVOS, COP25 … – previo a la pandemia tenía como tema principal todo lo relacionado con el aspecto climático. “Eso se ha frenado, porque el mundo ha entrado en una pandemia y el dinero se ha ido a otro tipo de estrategias pero en cuanto la población esté inmunizada la emergencia climática volverá a estar sobre la mesa”; dice Luis Martin, responsable de BMO Global AM en Europa y Latinoamérica. Y eso serán miles de millones de dólares de gobiernos que invertirán en compañías que ayuden a reciclar, reducir la huella de carbono…el reto “es que ese dinero esté bien invertido”.

En el sector coinciden en que dónde está la emergencia a nivel global es en el cambio climático.  Y eso lo están viendo todos los gobiernos. En EEUU, Joe Biden llevará a cabo políticas más sostenibles, Europa no sólo lidera el green deal de la economía circular, sostenible  y descarbonizada sino que el Plan de Recuperación europeo tiene como contrapartida presentar programas creíbles enfocados a la transformación del modelo productivo, de transformación del modelo energético, cambiar de fósiles a energías renovables….y hasta China ha dicho que quiere ser “Net0” para los próximos años siendo el país más contaminante del mundo.

¿Y qué ocurre con la S y la G (aspectos sociales y de gobernanza) bajos los que se definen las siglas de la inversión sostenible?  Habrá diferencia entre geografías. “En los desarrollados, las políticas medioambientales primarán apoyadas por los cambios regulatorios y de los consumidores. Cambios que requerirán de desarrollos tecnológicos, de los procesos de producción, materiales…todo ello alimentado por la innovación, que es donde irá gran parte del dinero de los fondos europeos.  Pero, en los emergentes, primarán las políticas que traten de minimizar las diferencias sociales, que afecten a la disminución de la pobreza….”, resalta Felipe Leria, responsable de UBP para Iberia y Latinoamérica.  Una diferencia que también se aprecia en los propios flujos de fondos. Del universo de fondos sostenibles, según Morningstar, se manejan volúmenes cercanos a los 1,2 trillones de dólares entre 4.000 fondos. Casi 3000 de éstos están en Europa. Hay 360 fondos en EEUU y en el resto del mundo la presencia de estos productos es casi inexistente. 

Un desarrollo en el que las gestoras tienen un papel decisivo con iniciativas como Climate Action 100 que intenta promulgar políticas que intenten paliar la contaminación en el mundo. “Un plan en el que se agrupan las mayores gestoras del mundo y entablan conversaciones con los más de 100 emisores del mundo para acompañarles en el camino de contaminar menos” dice Elena Armengot, directora de ventas de BNP Paribas AM.  

Evitando el greenwashing en compañías…y gestoras

A día de hoy son cada vez más las gestoras que no sólo invierten en las compañías sino que les acompañan en el proceso para ser cada vez más sostenibles.  Una labor importante por parte de las gestoras “que nos permita ir en la misma línea para llegar a los mismos objetivos.  Y eso nos da mucho poder”.  Un papel que adquiere más relevancia, si cabe, con temas como el Greenwashing. “Si una compañía quiere camuflar sus informes para ser muy verde y que plataformas como Sustainalitys le puntúe muy alto, un ETF puede comprar esa compañía pero ahí está la labor de la gestora, con equipos independientes que analizan las compañías desde el punto de vista social y de gobierno corporativo, que analiza si los informes están soportados en datos reales”, dice Martín.

Unas malas prácticas sobre las que los reguladores tendrían que adoptar medidas de control y seguimiento similares a las que existen en el mercado de bonos verdes: que los beneficios que anuncian sean medibles, que sean públicos y accesibles y luego que sean contrastados.  “Unas medidas que valdrían para controlar este greenwashing”, dicen desde UBP. Aunque al final el papel de los reguladores tiene que ser apoyar y no poner freno “porque si lo ponemos todo muy rígido, paquetizado con reglas muy estrictas quizás el desarrollo de la sostenibilidad no sea tan rápida”, asegura Trancho.

Unas malas prácticas que no sólo se centran en las compañías sino que afectan también a las gestoras. “No todas las gestoras llevan años implementando estrategias de inversión sostenible. Hay algunas que han visto que entra dinero de forma significativa y se quieren subir al carro transformando su línea de producto de la noche a la mañana para ser más sostenible” admite el experto de BMO.  Y eso no se hace así: hay que integrar, excluir, hacer engagement, medir impactos…”cosas que van más allá de invertir en compañías que tengan un muy buena puntuación a nivel sostenible”. La parte buena, dicen en el sector, es que estas gestoras poco a poco se irán adaptando a lo que hacen los demás sin dudar de que en un lustro todas las gestoras integren, harán engagement y medirán el impacto de forma global y transparente.

Inversión de impacto, el gran reto (y oportunidad) de las economías en vía de desarrollo

Y es ese impacto lo que, dentro de la inversión sostenible, tiene cada vez más desarrollo y potencial. A día de hoy apenas supone un 0,2% del total de activos financieros pero es estima que, en 30 años, habrá superado el 60%. Una cifra baja hoy “pero que se está ampliando de una forma  exponencial en los últimos años. Se estiman de 5-7 trillones de dólares de inversión anual hasta 2030 solo para cumplir con los ODS de la ONU de 2015. Con lo que la inversión será abismal y la tendencia en este sentido será clara”, afirma Leria.

Un tipo de estrategia en el que, lo primero, es definirla. ¿Qué es inversión de impacto? Para Romualdo Trancho, de Allianz Global Investors, tradicionalmente ha sido un tipo de inversión propia de los mercados privados (no listados)  que tiene tres características: causalidad, medición e intencionalidad.  “Las  inversiones puras de impacto tienen cualidades de iliquidez, son inversiones a 10-15 años y ahora, para ser eficientes, se está descafeinando el  concepto de forma que toda la innovación de producto y de nuestras estrategias se ligan al impacto de los 17 ODS, que no nacieron para ser invertidos pero a la hora de vender la idea, es más fácil”.

Un tipo de inversión en el que todavía queda mucho camino por recorrer. Armengot reconoce que la definición de impacto de la gestora es que tenga una intencionalidad  para hacer una mejora social o medioambiental al tiempo que se pueda medir. “Nosotros somos bastante exigentes a la hora de definir qué es el impacto pues un fondo sostenible puede no serlo de impacto, un best in class puede ser sostenible pero no de impacto y para nosotros un ejemplo de fondo de impacto es el que invierte en bonos verdes, viendo no sólo el impacto positivo de esa deuda sino el transversal”.

Y aquí de nuevo aparecen las diferencias entre mercados desarrollados y en vías de desarrollo.  Según datos de la Fundación Rockefeller, es estima que el mercado de las inversiones de impacto alcanza los 9 billones de dólares sólo en EEUU. A nivel global, el total de inversiones ronda los 300 billones de dólares. Un avance que parece que llega tarde para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados para 2030: según datos de BlackRock los países en desarrollo tienen un déficit de 2,5 billones de dólares de inversiones necesarias para cumplir estos objetivos. Unas economías que irán más encaminadas a generar beneficios sociales que medioambientales.  

Un ejemplo es India, donde la diferencia social es muy alta y donde el porcentaje de mujeres en el mercado laboral apenas alcanza el 20%.  Desde BMO creen que hay casos como HDFC Bank que es un banco indio que tiene un programa de incentivos para financiar a mujeres desfavorecidas para que tengan un futuro independiente. En 2019 financiaron a 4 millones de mujeres con lo que el impacto en el entorno local es claro.

Safaricom es líder de telefonía móvil en Kenia que hace que el móvil sirva como método de gestión empresarial. Desde UBP reconocen que esta es propietaria de M-Pesa que es una compañía que provee de servicios básicos (transferencias, ingresos…) a aquellos que no disponen de banca tradicional. “Hablamos del último rincón del mundo que tiene acceso a telefonía móvil pero no a un cajero ni oficina bancaria. Este tipo de compañías ayudan reducir la pobreza, tiene un impacto social importante  y permite el desarrollo empresarial de la zona”.

¿Ha llegado a su límite la inversión sostenible?

Felipe Leria (UBP): “En un futuro no muy lejano tener un sello ESG será necesario. Cualquier producto que no siga algún criterio de sostenibilidad en su inversión estará fuera del mercado. Esto ha llegado para quedarse”.

Elena Armengot (BNP Paribas AM): “Hay que integrar en un proceso de selección de una compañía no sólo la parte financiera sino la ambiental, social y de buen gobierno y, si no se hace, se perderán muchas oportunidades y se incurrirán en muchos riesgos. Es algo de lo que dentro de unos años no se hablará sino que habrá que hacerlo”.

Romualdo Trancho (Allianz Global Investors): “Está claro que este tipo de inversión evita un riesgo de cola y, esas menores pérdidas, hacen que la inversión a largo plazo, gracias a la capitalización compuesta, sea mucho más eficiente”.

Luis Martín (BMO Global AM): “Todavía queda mucho por hacer. Las gestoras entrarán en un proceso de reasignación de sus estrategias tradicionales a estrategias que sean más sostenibles. Además,  Bélgica, Francia o Alemania tienen una penetración del 50% en las carteras de productos sostenibles mientras España no creo que lleguemos al 15%. Con lo que queda mucho por hacer”.