Las grandes ciudades también han sufrido las embestidas del Covid-19 y de su Gran Pandemia económica. Hasta el punto de que, analistas como Carsten Menke, responsable de Investigación de Next Generation de Julius Bär, precisan que su prosperidad futura pasa necesariamente por un proceso de reinvención, en el que la digitalización se erigirá en la barita mágica con la que se activarán planes urbanísticos multidisciplinares que deberían estar encaminados a revitalizar sus espacios y dotarlos de mayores cotas de movilidad y sostenibilidad -preferentemente, con la aquiescencia social de sus residentes- que les conviertan en auténticas Smart Cities. O, dicho de otro modo, que adquieran la vitola de inteligentes. Un certificado que ha ganado credibilidad y prestigio después de la crisis sanitaria. En la que las grandes urbes han sido golpeadas por los efectos de los contagios masivos y el súbito deterioro de sus negocios. “Pero las ciudades están lejos de su extinción”. La gran mayoría de las grandes capitales, como Nueva York, por ejemplo, han sobrevivido a epidemias como la Gripe Española de 1918, a numerosos episodios de vuelcos financieros o a los ataques del 11-S hace ahora veinte años. Y de todos ellos ha emergido de sus cenizas, como un Ave Fénix. Las dudas no subyacen tanto en si los ciudadanos volverán a trabajar en ellas, sino en cómo adaptarse a las nuevas exigencias de interacción laboral y social. A cómo emplear el 100% del tiempo en ellas, explica Menke. En un contexto en el que las oficinas y sus puestos de trabajo están en contracción por el teletrabajo y otras nuevas fórmulas de relaciones profesionales, pero sin que la demanda pueda decirse que se haya desplomado ni precipitado por el abismo, porque las modalidades híbridas -presenciales y online- parecen irradiar como el consenso entre empleados y directivos.

Todo ello ha concebido una reconversión urbanística. En el que la habitabilidad que reclaman el tejido social que reside en las grandes ciudades ha pasado a ser el centro esencial de los cambios. Es como si de los confinamientos hubiera surgido un deseo irrefrenable de gestionar el ocio y el tiempo dedicado al trabajo de manera personal. “Hacer más ricas las experiencias individuales”, explica el analista de Julius Bär. Para quien, las grandes ciudades “mantendrán su papel estelar como motores de la economía global”. Aunque con una concepción urbanística post-Covid que reivindica claramente avances en habitabilidad y sostenibilidad. Frentes que exigen el fomento de un transporte público limpio y de acceso a viviendas, a servicios sanitarios y académicos con garantías, menores desequilibrios sociales, alta calidad del aire y rapidez de movilidad. Pero, del mismo modo, infraestructuras tecnológicas y logísticas capaces de añadir una mayor resiliencia y estabilidad a los negocios con diseños medioambientales y de neutralidad energética. En línea con las premisas ESG (Environmental, Social and Governance) y sus ratings inversores en los que se tiene muy presente -en especial, desde la llegada de la epidemia- la agilidad de las empresas se dilucidan los riesgos ecológicos y la asunción de responsabilidad ejecutivas en supuestos en los que no se aplican métodos y mecanismos catalogados e identificados de “buenas prácticas corporativas”.      

La tecnología digital es el as en la manga de las autoridades municipales. El instrumento con el que hacer las ciudades “más inteligentes y sostenibles”. El canal con el que iluminar avenidas, construir redes de transporte, gestionar el tráfico rodado, instaurar la automatización de coches, imponer el vehículo eléctrico o acometer una conectividad sin precedentes. “Las Smart Cities se conciben como un espacio territorial en el que los datos y la Inteligencia Artificial son las piedras angulares de las cámaras y sensores que trasladarán información sobre los puntos de congestión de tráfico, temperatura o calidad y humedad del aire en las diversas latitudes de cada ciudad”. A juicio de Menke, “la nueva generación de tecnología de telecomunicaciones, el empleo de la IA y de la computación en nube harán que las grandes urbes sean más eficientes”. Para lo cual, sería necesario que se acelere el despliegue del espectro 5G y el Internet de las Cosas “por todo el planeta”. La ciudad conectada creará eficiencia energética, sostenibilidad, infraestructuras de calidad e inversiones tecnológicas y medioambientales, además de conferir a sus gestores “una mayor independencia económica frente a crisis e inestabilidades”.

Desde el área de Wealth & Investment del banco de inversión suizo inciden en que “la expansión de la infraestructura digital es absolutamente necesaria, contribuirá a usos más eficientes de los servicios municipales y a hacer de sus entornos geográficos espacios más sostenibles”. Dentro de un contexto “favorable a programas de infraestructuras, de estímulo económico y financiero por todo el mundo”. Un sentimiento vital por la modernización de las ciudades que implicará en el futuro a remodelar regulaciones para atraer talento, inversiones o proyectos de reconversión enfocados a estrategias de ciudades inteligentes. Y que elevará el valor de propiedades y redes de comunicación, energía y transportes. Pero también de los servicios sanitarios, de los negocios empresariales o de la calidad tecnológica. Para lo cual, la “movilización de algoritmos” será otro factor determinante para impulsar la movilidad con creatividad y devolver a las ciudades el cartel de “vuelta a casa, al hogar” que persiguen sus residentes. Pese a las tendencias de salida de los complejos residenciales a suburbios y distritos de su extrarradio o, incluso, hacia ciudades con menores densidades de población, según Naciones Unidas, las urbes albergarán al 68% de la población en 2050 y casi uno de cada ocho personas del planeta vivirán en 43-mega-ciudades de más de 10 millones de habitantes en 2030. Mientras cálculos privados anticipan que, en los próximos veinte años, se producirá una migración prevista de más de 2.000 millones de personas que requieren de una reconfiguración urbanística en toda regla, objetivos de innovación y, sobre todo, infraestructuras adecuadas a la calidad de vida. 

Una encuesta de Business Insider entre un centenar de líderes empresariales de Norteamérica, Asia y Europa asegura que la IA y el Big Data son, junto a los objetivos de movilidad, los tres puntos nucleares de las inversiones en I+D+i que deben alentar las autoridades de las grandes ciudades. Dentro de planes transformadores digitales, que prioricen las demandas de calidad de vida y de satisfacción de sus ciudadanos, así como los productos y servicios de sus empresas, enfocados a los criterios ESG.

Riesgos globales latentes

Las amenazas, a juicio de este sondeo de opinión, surgen de periodos de recesión económica y del inmovilismo regulatorio o político. Winnie Lee, cofundadora de la empresa taiwanesa Appier y una de las voces del estudio demoscópico, traslada este cambio de paradigma al sector privado que cohabita en las grandes capitales; después de su rápida adaptación al teletrabajo y de haber tenido que reanudar sus cadenas de valor, “necesitarán seguir invirtiendo en alta tecnología” en sus desafíos de ganar “capacidad predictiva sobre las tendencias de sus industrias y negocios a través de la IA y la computación en nube”. De hecho, el 48% de las respuestas de este centenar de directivos admite que sus firmas han intensificado sus ratios de inversión en innovación como consecuencia de la crisis sanitaria. “Los modelos algorítmicos y de IA -dice Joanna Shields, CEO de Benevolent, startup de la industria de la Salud, nunca van a reemplazar ni a científicos ni a médicos, pero pueden ahorrar tiempo y dinero a las firmas del sector y tener un rol relevante en emergencias, epidemias y lucha contra la catástrofe climática”. Y han contribuido a redefinir el trabajo, las plantillas y los recursos humanos y de capital, avisa James Smith, director gerente de AutoStore, compañía robótica noruega, cuyo CEO, Karl Johan Lier, asegura que “la tecnología está gestionando a escala global las transformaciones, de los negocios y de las ciudades, además de los nuevos lazos entre los agentes económicos y los espacios donde desarrollan su actividad o donde tienen instalados sus cuarteles generales”. La retención del talento también debería ser una prioridad de las autoridades locales.

De hecho, como apunta desde Morgan Stanley, el boom de las super-ciudades y del urbanismo sigue en plena efervescencia en China. Bajo el impulso de la conectividad 5G y la modernización de las redes de transporte, de neutralidad energética y las interconexiones inteligentes. Como ya ocurriera en las últimas cuatro décadas en las que el salto urbanístico ha jugado un papel de indiscutible liderazgo en el desarrollo de la segunda economía global. Y un desafío que también ha arraigado en Arabia Saudí y otros emiratos del Golfo Pérsico. Todos ellos, pero en especial, los modelos de super-ciudades de China “presentan atractivas oportunidades de inversión por la magnitud y extensión de sus proyectos urbanísticos”, alerta Robin Xing, economista jefe en el gigante asiático del banco de inversión estadounidense. Las migraciones a centros urbanos están siendo las abanderadas de los traslados de centros manufactureros, que siguen sus estelas y que están acelerando la reconstrucción de las cadenas de valor tras el Covid-19, la productividad de las empresas y elevando el poder adquisitivo de su rampante clase media, explica. Para Xing, el gigante asiático “se está posicionando como líder global en Smart Cities y en clusters urbanos”. Los cálculos de su servicio de estudios auguran un alza del 60% actual al 75% en 2030 de la ratio de inversiones en planes urbanísticos, con un tránsito de 220 millones de ciudadanos a grandes ciudades a lo largo de esta década, la mitad de ellos, con intención de establecerse en los cinco grandes clusters del país. “Esta tasa de urbanización añadirá 1,6 puntos al crecimiento del PIB hasta 2030 y duplicará la renta per cápita.

El atractivo habitacional de las grandes urbes se ha deteriorado por la crisis sanitaria global. Sin embargo, y según una clasificación de Economist Intelligence Unit (EIU), las ciudades de Asia y Oceanía han resistido mejor el envite de la Covid-19. Madrid y Barcelona están entre las diez con mejores notas cualitativas, aunque la Ciudad Condal supera a la capital hispana. En una lista que encabeza Auckland. De hecho, el EIU admite que su ranking, de periodicidad bianual, ha retrocedido siete puntos en su puntuación global, que abarca 140 grandes ciudades de los cinco continentes, en comparación a su última clasificación previa a la epidemia. Y en el que se admite un ligero repunte tras los primeros meses de campañas de vacunación. Seis de las urbes que componen el top-ten son o neozelandesas o australianas; todas ellas, con rigurosos controles de aislamiento social que les han permitido dar un salto habitacional más rápido hacia el retorno a los estándares de calidad de vida anteriores a la irrupción de la Covid-19. Por contra, numerosas ciudades europeas y canadienses han caído en sus notas. Especialmente tras la segunda oleada de contagios, que dieron lugar a restricciones de eventos culturales y deportivos, cierre de escuelas y de restaurantes. Dentro de una dinámica general de pérdida de eficiencia de sus servicios de asistencia sanitaria que, sin embargo, obtuvo unas tasas de efectividad mayores en las ciudades europeas y de la región de Asia-Pacífico.

Los datos recabados por los expertos del EIU en su Liveability Index 2021 se compulsaron entre el 22 de febrero y el 21 de marzo pasados, cuando las ciudades analizadas mantenían distintos estadios en su batalla contra la pandemia. Auckland (Nueva Zelanda), con la calificación más alta (100 puntos) en gestión educativa; Osaka (Japón), por su estabilidad político-social -que también determinó el quinto puesto de la capital nipona, Tokio-, y Adelaida, en Australia, por sus medidas de prohibición de viajes internacionales, coparon el pódium. Wellington, capital neozelandesa, brilló por su habilidad para abrir o cerrar con celeridad la libertad o prohibición de movimientos entre sus residentes; hasta copar el cuarto peldaño. Las dos grandes urbes de Nueva Zelanda se han convertido en referentes del adecuado tratamiento de estados de alarma y desescaladas, hasta el punto de haber logrado mantener activos sus teatros, restaurantes y otros eventos de ámbito cultural. Sin desatender a sus estudiantes que han mantenido la asistencia a sus centros educativos. En el caso de Wellington, sube onde puestos, desde el decimoquinto peldaño de la clasificación preliminar que, para este informe, se realizó en el otoño de 2020. Auckland también remontó del sexto al primero durante los meses invernales del Hemisferio Norte. Otras tres ciudades australianas, aparte de Adelaida -Perth, Melbourne y Brisbane- se encaraman a los diez primeros peldaños, en el que aparecen dos suizas: Zúrich y Ginebra, en el séptimo y octavo lugar. A pesar de que persisten medidas restrictivas entre sus residentes.

La radiografía de situación del EIU llama la atención sobre el descenso de las capitales europeas y canadienses, el repunte final de las estadounidenses -coincidiendo con el traspaso de poder de la Administración americana y el inicio de las vacunaciones masivas- y, en general, sobre el adecuado comportamiento de gestión de las asiáticas. Viena, que ocupó el lugar de honor en la clasificación de 2018-20, ha descendido hasta el decimosegundo peldaño. La capital austriaca ha sido una de las más castigadas por la segunda oleada de Covid-19. Con las alemanas Fráncfort, Hamburgo y Dusseldorf protagonizando las mayores caídas de las 140 ciudades del estudio. En este grupo también se encuentran cuatro urbes canadienses: Montreal, Vancouver, Calgary y Toronto. Todas ellas por las presiones asistenciales de sus modelos sanitarios durante la segunda oleada de contagios. Sin embargo, en el tramo final del análisis, la recuperación de las ratios de habitabilidad ha sido manifiesta en ciudades estadounidenses como Honolulu o Houston que se convierten en las grandes triunfadoras de la escalada. Por delante de Madrid, en tercer lugar, y de Barcelona, que registra el quinto registro evolutivo. En medio de las ciudades españolas surge Miami. Dentro de un top-ten dominado por ciudades de la primera economía mundial, que sitúa a cuatro más: Pittsburgh, Chicago, Minneapolis Y Boston. Melbourne cierra este capítulo de los grandes saltos de gestión durante la crisis sanitaria. Barcelona, en cualquier caso, obtiene una nota superior a la de Madrid. Los 25 puestos de mejora de la capital española la colocan en el decimonoveno puesto del indicador global de EIU. Mientras que los 22 que repunta la Ciudad Condal la encaraman tres puestos por encima del peldaño logrado por Madrid. 

Las grandes capitales inteligentes

En Morgan Stanley sintetizan los objetivos estratégicos de las ciudades inteligentes en tres áreas de actuación preferencial. Hasta alcanzar el triple propósito de tener urbes limpias, conectadas y automatizadas. De la economía del consumo a la industria de Internet -con inversiones en software y hardware, redes de telecomunicaciones y servicios telemáticos permanentes-, con el reto de acelerar la digitalización de la vieja economía -desde automóviles al sector logístico, utilities, bancos, seguros o industrias como la agroalimentaria o la de alimentación, entre otros segmentos de actividad- y con el sello de calidad de vida. Por supuesto, inteligente. Para guiar el transporte, el parque inmobiliario, los servicios de consumo, sanitarios, turísticos o culturales. En los que -insiste Gary Yu, responsable de Investigación de Telecomunicaciones en Asia de este banco de inversión, “el 5G será el cauce por el que se deberá diluir la alta densidad de usuarios por kilómetro cuadrado” al elevar en más de diez veces la capacidad de flujo y la velocidad de conexión el acceso al Internet de las Cosas y las demandas de conectividad de las ciudades.

Una de las clasificaciones de mayor prestigio internacional es la que elabora el Eden Strategy Institute que, en su edición 2020-21, incluye 235 urbes de todos los continentes. En la misma se evalúan diez parámetros trascendentales en esta carrera por la modernización urbanística global en la que destacan, por este orden, Singapur, Seúl, Londres, Barcelona y Helsinki. Este decálogo pasa revista -y examen- al liderazgo político, empresarial y económico para dar continuidad a la lista de proyectos; a la fortaleza presupuestaria; a las iniciativas financieras y la involucración del sector privado; al apoyo institucional, académico y profesional a los programas de actuación; al talento que concentra sus estrategias; a la centralidad de los ciudadanos en la aprobación y el diseño de iniciativas; al grado de innovación de sus ecosistemas; las políticas inteligentes que se emprenden y la experiencia de los gobiernos para catalizar con éxito todos los proyectos de sus laboratorios de ideas.

Del top-five, estas son las líneas de valoración esenciales del estudio de este think-tank. Sobre Singapur, por ejemplo, destacan la “mayor empatía” con sus residentes para sincronizar y decidir elemento de calidad de vida inteligente, además del refuerzo político de la ciudad-Estado por el avance en conectividad y digitalización y la capacidad de involucración de sus pymes y empresas de dimensión multinacional. De Seúl resaltan la eficiencia en el manejo de datos, recabados con sensores desplegados por toda la capital surcoreana, y su traslación a una eficacia probada sobre sus redes de transporte y sus servicios municipales. A Londres le otorga también una habilidad reciente de integración de los avances digitales, desde la gestión del Big Data hasta la adopción de estrategias de innovación en empresas e instituciones municipales. Barcelona -explican en el estudio sus expertos- ha avanzado notablemente en cuanto a democratización de los proyectos y en la participación activa de empresas y centros universitarios en el desarrollo de iniciativas digitales descentralizadas del núcleo urbano con tecnología blockchains en la mayor parte de los casos. “Más del 70% de las propuestas ciudadanas han sido aceptadas en su plataforma Decidim. Mientras que de la capital finlandesa mencionan expresamente a sus redes de transportes con vitola de inteligentes que permite una fluidez incuestionable a los turistas que visitan la ciudad. La capitalización de sus infraestructuras y la calidad educativa de su sistema académico la hacen idónea para la estancia de estudiantes en sus aulas. Desde la secundaria al ámbito universitario.