Europa sopesa el reto de añadir “más madera fiscal” para suturar los daños colaterales de la guerra de Ucrania

La economía europea está en peligro de entrar en una fase de bajo crecimiento y alta inflación, se avisa en un reciente editorial de Financial Times, en el que señala el trascendental papel del BCE para disipar las incertidumbres económicas y financieras de la guerra de Ucrania a través de una política monetaria que irá paulatinamente endureciendo las condiciones crediticias por las subidas de tipos de interés en ciernes, aunque no parece que inminentes. Una tarea nada baladí ni sencilla. Porque la autoridad regulatoria del euro debe demostrar suficiente destreza y poder de flexibilidad para adaptarse a unas circunstancias especialmente cambiantes. Y esos rasgos de su hoja de ruta serán determinantes para construir procesos de prosperidad tras una sinuosa y larga década de lucha contra la crisis; primero el credit crunch de 2008 y luego, la Gran Pandemia del Covid-19. 

Los socios europeos, pues, navegan también en aguas turbulentas y bajo la amenaza, de nuevo, de estanflación. Un fantasma que emergió al comienzo del otoño pasado cuando la doble pinza de la escalada del gas y su repercusión en el recibo de la luz y los cuellos de botella derivados de las interrupciones del suministro logístico y del comercio globales. Desde entonces, el IPC de la zona del euro ha saltado a niveles desconocidos desde, precisamente, la crisis del petróleo de los años setenta, última vez que apareció el espectro de la estanflación. Olli Rehn, gobernador del Banco Central de Finlandia y miembro del Consejo Ejecutivo del BCE, es, quizás, la autoridad monetaria que con menos ambigüedad ha conectado la alarma. La personalidad que ha asumido la tesis del Financial Times sobre la posibilidad de que la economía europea entre en un periodo de bajo crecimiento con alta inflación. “Es factible por la guerra en Ucrania”, avisaba hace unas fechas a Bloomberg. Antes de matizar que “aún es demasiado pronto para evaluar el impacto”, recordó la Guerra de Yom Kippur en Oriente Próximo y la reacción inmediata de la OPEP con la retirada de crudo del mercado para actuar contra Israel. Y precisó que “resulta del todo punto posible que la situación actual no conduzca a una espiral de estanflación como se vio por aquel entonces, especialmente prolongada”. Dado que “la economía europea ahora es más fuerte, el BCE dispone de más y mejores herramientas para controlar la inflación y los bancos también se han fortalecido desde la crisis”. Pero ambos escenarios guardan parangón, enfatizaba Rehn.

Dirk Schumacher, analista de Natixis, también vincula esta “incertidumbre” con una estanflación que, sin embargo, no modificará la política de wait and see del BCE y mantendrá tipos cercanos a cero. La neutralidad monetaria declarada por Christine Lagarde permitirá al banco emisor una pauta para inclinar sus decisiones hacia la reanimación del crecimiento -conservando el precio actual del dinero- o la contención de los precios. En función de la primera compilación de datos tras la invasión de Ucrania. Porque con anterioridad, “el crecimiento marcaba una re-aceleración notable” que había llevado a los halcones a ganar terreno para combatir la inflación con subidas de tipos. Pero las hostilidades bélicas de Moscú “han modificado” el panorama. Tanto del vigor del PIB como de las perspectivas de inflación. Hasta el punto de que una interrupción del flujo del gas ruso a Europa, “puede precipitar al PIB del euro a la recesión”. Sobre todo, si vienen con una subida paralela del crudo. Por encima de los 120 dólares, matiza Schumacher.

Desde Economist Intelligence Unit (EIU) su directora de investigación de mercados para Europa, Agathe Demarais, y su analista Agnese Ortolani, avanzan que el conflicto armado en Ucrania “ha enterrado el cuadro de mando económico y el escenario político de la región”. En su opinión, el efecto de las sanciones occidentales hacia la coyuntura del euro “será limitado, aunque prolonga la incertidumbre y drenará las inversiones y el consumo” en unos mercados dependientes de la demanda interna y que, además, se verá afectada por el repunte de las materias primas en un contexto de alta inflación y con disrupciones en las cadenas de valor. “Todo ello pesará se forma expresa sobre el crecimiento en 2022”. Porque “Europa está muy expuesta al riesgo de un cierre del grifo energético desde Rusia, a la capacidad de respuesta de Moscú a las represalias -sobre todo, en los mercados energéticos y de materias primas-, por el flujo masivo de refugiados y por la creciente volatilidad financiera y las obstrucciones en el comercio”.

Christine Lagarde ha asumido el reto. A juzgar por sus mensajes en el transcurso de una reciente conferencia en Fráncfort, con los que apeló a la “flexibilidad” y a la “resistencia” del euro y de su órbita económica a los “riesgos de la guerra y la tendencia extraordinariamente alcista de los precios”. El BCE -dijo- “está preparado y es plenamente consciente de las amenazas en ciernes y está en plena disposición para revisar sus planes”. Pero, al mismo tiempo, como hizo en 2012 su antecesor en el cargo y ahora primer ministro italiano, Mario Draghi, con su dura pero afectiva dialéctica de “haremos todo lo posible para salvar el euro”, presagio de la salvación de la divisa común en los prolegómenos de la crisis de la deuda, mandó un recado urgente a las autoridades políticas de la Unión. Como entonces se encargó de enfatizar Draghi, las medidas fiscales -afirma ahora Lagarde- “pueden ayudar a amortiguar los efectos adversos” en el dinamismo económico.

En línea con la predicción de la OCDE de que un nuevo programa de estímulo fiscal equivalente al 0,5% del PIB ayudaría a paliar las heridas económicas del conflicto de Ucrania que restará un punto de dinamismo a la actividad mundial.

“Tenemos una creciente convicción de que las dinámicas de inflación a medio plazo no volverán a los registros previos a la pandemia”, admite Lagarde. “Pero necesitamos gestionar el shock al que el nuevo escenario bélico ha dirigido los IPC a corto plazo hasta superar con creces nuestro objetivo de inflación y hasta poder reducir substancialmente el crecimiento”. El nuevo máximo responsable del Bundesbank, Joachim Nagel, con vitola de halcón dentro del BCE, descarta, sin embargo, un horizonte de estanflación, “incluso si el transcurso de la guerra desata otra subida inflacionista y el dinamismo queda seriamente perjudicado”. En la misma línea argumental habla el gobernador del Banco Central de Países Bajos, Klaas Knot, partidario de encarecer el precio del dinero en la zona del euro este año: “sería una expectativa realista”. A su juicio, “no tiene ya mucho sentido demorar la decisión” más allá de 2022. “Aunque tampoco es una certeza”, aclara que, en aras de la flexibilidad, el BCE podría decretar incluso dos incrementos de tipos este año.

Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, en un reciente desayuno de trabajo con el sector empresarial organizado por Hill & Knowlton, explicaba que la economía mundial se encontraba, antes del inicio de la invasión de Ucrania, en una senda de recuperación gradual, cuya intensidad era desigual por áreas geográficas, por sectores y por poblacionales. A pesar del intenso repunte de la inflación a escala global; especialmente por las materias primas energéticas. Y que “sorprendió por su intensidad y persistencia”, enfatizó. Un fenómeno al que contribuyeron factores de demanda y de oferta. Para el gobernador español, las sanciones y el conflicto armado “han perturbado las perspectivas económicas”. A través de “cuatro cauces”. El canal de las materias primas por la muy elevada dependencia del petróleo y gas rusos, aunque también de los cereales -rusos y ucranios- generados por la guerra y que puede llegar a generar cortes intencionados de suministros. Por el comercial, con cuellos de botella logísticos y por las disrupciones de las cadenas de valor. El financiero, que se traduce en la elevada volatilidad de los mercados de capitales y un tensionamiento de las condiciones crediticias. Y, finalmente, por la pérdida de confianza que la contienda de Ucrania ejerce, indudablemente y de forma negativa en los distintos agentes económicos”.

En este contexto, Hernández de Cos reclamó respuestas que se desplieguen desde el ámbito de las distintas políticas económicas. En Europa, aumentando la autonomía estratégica europea en materia energética y de defensa. Además, de acciones conjuntas, como una “mutualización de recursos presupuestarios para facilitar la financiación del gasto público que ha surgido como consecuencia de la invasión”. Mientras que la Comisión Europea, en el marco de la iniciativa que ha venido a denominar RePowerEU que emanó de la reciente cumbre de Versalles, debería dar rienda al plan para reducir en un 60% la demanda de gas ruso a finales de 2022. Además de un segundo ámbito de integración en el orden financiero. Mediante bonos paneuropeos destinados a financiar el NGEU, junto con las que pudieran llegar a realizarse como parte de la respuesta a la invasión de Ucrania que, a su juicio, son un paso importante en la creación de un activo seguro europeo. Así como a través de un tercer elemento, el refuerzo de la arquitectura institucional de la eurozona con la culminación de la Unión Bancaria, a la que le falta aún la constitución de un mecanismo europeo de garantía de depósitos y con el establecimiento de un marco común para la resolución de las crisis sistémicas.

En el ámbito nacional, el gobernador considera “importante” que la política fiscal nacional “haga uso de su capacidad para actuar de forma muy granular y focalizada” y que centre sus esfuerzos en “apoyar a los hogares, empresas y sectores que más se ven afectados por esta combinación de perturbaciones”. De Cos también resalta la trascendencia de que la política fiscal proporcione certezas sobre el compromiso con la estabilidad presupuestaria en un clima de “incertidumbre”. Mediante el diseño de un programa de consolidación que reduzca gradualmente los elevados niveles de déficit y deuda públicos, con vistas a su puesta en marcha una vez que la recuperación sea sólida.

En este contexto, ensalzó el diálogo entre agentes sociales en materia de rentas. “Sería deseable que un eventual pacto de rentas contemplara compromisos plurianuales tanto en lo relativo a los incrementos salariales como a la protección del empleo”. Antes de dejar una reflexión de futuro. “El fuerte repunte de los precios de la energía y de otras materias primas se ha producido a escala global en los últimos trimestres y se ha intensificado como consecuencia del conflicto en Ucrania”, lo que supone para la economía española, importadora neta de estos productos, “un shock negativo a nuestros términos de intercambio que reduce la renta nacional y eleva las presiones inflacionistas en el corto plazo”. De ahí que sea “fundamental -aclaró- evitar que estas presiones inflacionistas se trasladen también al medio plazo a través de efectos de segunda vuelta y, en particular, a través de una espiral inflacionista de precios y salarios”. En su opinión, “evitar esta espiral no es en absoluto fácil ni, desde luego, gratificante en el corto plazo”, aunque “exige acordar un pacto de rentas entre trabajadores y empresarios en el que todos acabarán ganando en el medio plazo, pero en el que todos han de asumir una pérdida en el corto plazo”. En aras de garantizar “la evolución del empleo y de la competitividad de nuestra economía en los próximos años”.

Varias instituciones y servicios de estudios de entidades financieras y de aseguradoras, trasladan sus valoraciones económicas en este “nuevo año que vivimos peligrosamente”.

CEOE. Desde la patronal se recalca que los precios de la energía están afectados ahora mismo por una gran volatilidad y en los últimos días se aprecia una ligera moderación sobre los máximos alcanzados tras la invasión rusa de Ucrania. No obstante, los precios siguen siendo muy elevados y “está claro que no favorecen el crecimiento de la economía”, apuntan. “Si los precios actuales se prolongasen en el tiempo habría una serie de sectores, aquellos más intensivos en energía, que podrían experimentar dificultades en su actividad”.

Las tensiones en el precio de la energía se deben no sólo al petróleo, sino también al gas, pero “esperemos que poco a poco se vayan moderando”. Respecto a la línea roja del barril de crudo para empujar a la economía global a la recesión, “no existe una cifra concreta ni uniforme para todos los países, ya que el crecimiento depende también de otros muchos factores”. Aunque conviene recordar que no es la primera vez que los precios superan ampliamente los 100 dólares por barril. Además, el precio del crudo que, sin duda, se ha visto condicionado por la guerra en Ucrania, ya estaba escalando antes del inicio del conflicto debido al desajuste entre la demanda, que aumentó rápidamente, y la oferta, que está recuperándose más lentamente. Los contratos de futuros muestran una senda suavemente decreciente del precio del crudo a medida que los desajustes entre oferta y demanda se vayan estrechando. Los países más dependientes de las importaciones de petróleo, “como el nuestro” -explicitan- se verán algo más afectados por los precios actuales.

Respecto al crecimiento, Ucrania “es incuestionable que pasará por una más que severa recesión con una pérdida de vidas, de edificios y de infraestructuras de la que llevará tiempo recuperarse. También la economía rusa sufrirá una notable contracción del PIB, por las sanciones impuestas y los efectos que se deriven de los cambios comerciales que ya se están produciendo. En Europa, la evolución dependerá en cada país y sus vínculos comerciales con Rusia y Ucrania, además de, por supuesto, de la duración del conflicto. Pero, aunque pueda registrarse “algún trimestre de crecimiento negativo”, el BCE contempla que el crecimiento en la eurozona se resienta entre el medio punto y los dos puntos, por lo que el alza del PIB en 2022 seguirá siendo “relativamente robusto”. Estas previsiones deben tomarse con cautela por la enorme incertidumbre existente.

En EEUU, la Reserva Federal también ha ajustado sus previsiones de crecimiento en 1,2 puntos a la baja, pero el PIB en 2022 seguirá siendo claramente positivo, y otorgan una baja probabilidad de recesión. Y en cuanto a China, tampoco se contempla recesión en el momento actual. Es más, los problemas de crecimiento en China, a quien sin duda también afecta los elevados precios de la energía, están concentrados en el sector inmobiliario y también en las dificultades que se deriven para su actividad por los cierres parciales que llevan a cabo para contener la pandemia, con su política de tolerancia cero con el COVID. 

España se caracteriza por una elevada intensidad importadora de productos energéticos y, en particular, de petróleo. Es decir, requiere una mayor importación neta de productos energéticos por cada unidad de PIB producida. Este hecho hace que a la economía española le afecte más la subida de las materias primas energéticas, provocando mayor inflación y menor crecimiento. En consecuencia, “creemos que en España no se va a producir una recesión en 2022 si el conflicto no se alarga en el tiempo y no se extiende a Europa”. Hay que tener en cuenta que los factores que apoyan la recuperación siguen estando presentes, y pueden amortiguar los sesgos a la baja. Entre ellos sobresalen la ejecución de fondos europeos, políticas expansivas (fiscal y monetaria), el ahorro embalsado por los hogares y cierta recuperación del turismo al considerarse España un destino seguro.

Aun así, la crisis provocada por la pandemia ha dejado a España en una situación muy vulnerable desde el punto de vista del equilibrio fiscal, con unos niveles de deuda y déficit públicos muy elevados. El escenario de alto endeudamiento no favorece a nuestra economía en un contexto de aumento de los tipos de interés o tensionamiento en los mercados financieros. Por lo tanto, la clave es contener el gasto, siendo más selectivo en su ámbito de aplicación y mejorando la eficiencia del mismo. Según un estudio del Instituto de Estudios Económicos (IEE), se estima que España podría reducir su gasto público en un 14% y seguir ofreciendo el mismo nivel de servicios públicos si lograra mejorar su eficiencia hasta alcanzar niveles similares a los de la media de la OCDE. Ello supondría un ahorro de recursos del orden de unos 60.000 millones de euros.

En la patronal prefieren no calificar de batalla el conflicto entre la industria de los combustibles fósiles y los proyectos de transición energética. El objetivo de hacer de la UE el primer continente climáticamente neutro en 2050 es el corazón del pacto verde europeo, de nuestra hoja de ruta y está además trasladado a la legislación de los Estados miembros haciendo de él un objetivo vinculante. Es un proyecto en el que estamos embarcados todos, la industria de los combustibles fósiles y la electro-intensiva o la gas-intensiva, así como los nuevos negocios alrededor de la digitalización. No es una lucha de unos contra otros, como demuestran las metas y estrategias que se han marcado por ejemplo las empresas petroleras para contribuir a la descarbonización. Es un proceso, una transición, en la que se deberán transformar no sólo los procesos industriales sino los comportamientos de los consumidores y en general de toda la sociedad si queremos conseguir el objetivo, que supone una transformación total. La clave -dicen en la patronal- está en acompasar la transición a los tiempos de los distintos agentes en función de su situación, posibilidades, capacidad de desarrollar nuevas tecnologías…y desde luego poniendo el foco en los incentivos y las alianzas y no en las batallas.

El impacto sobre el crecimiento de la economía española, en cualquier caso, “dependerá de la intensidad y la duración del conflicto y del aumento de los precios energéticos”, ya que supondrá una detracción de rentas hacia el exterior. Además, la incertidumbre puede retrasar o cancelar decisiones de inversión y consumo, por lo que la demanda interna tendría un crecimiento más moderado de lo inicialmente previsto. Los diferentes analistas e instituciones apuntan a una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento en un intervalo comprendido entre 3 décimas y un punto para el año 2022, por lo que el aumento del PIB aumentaría entre el 4-5%. 

Al inicio del año, las perspectivas para el mercado laboral español en 2022 eran favorables. La recuperación del empleo continuaría este año, aunque, al contrario de lo que sucedió en 2021, el ritmo de aumento de la ocupación sería inferior al crecimiento del PIB, mientras que el desempleo continuaría descendiendo. Sin embargo, las dudas actuales podrían dar lugar a una ralentización de la recuperación del mercado laboral frente a lo previsto inicialmente, lo que se reflejaría en una menor creación de empleo que la esperada y también frenaría el ritmo de descenso de las cifras de paro. “El conflicto de Rusia con Ucrania supone un claro riesgo al alza adicional para la inflación en 2022 si se extiende en el tiempo”, por lo que una de las claves en este momento es “no iniciar una espiral precios-salarios”.

En los agentes sociales está la responsabilidad de que no se produzcan efectos de segunda ronda en la economía a través de la negociación colectiva de los salarios, donde la moderación y la prudencia tienen que jugar un papel clave.

En términos de comercio de bienes, las relaciones de España con Rusia y Ucrania son limitadas, no alcanzando entre ambas el 1% de nuestras exportaciones, por lo que el impacto directo sobre la balanza de bienes sería bastante contenido. No obstante, el encarecimiento de la energía “sí tendrá un impacto muy significativo en la balanza comercial”, hasta el punto de que podría hacer que la economía española dejase de registrar superávit en su balanza por cuenta corriente, tras nueve años en registros positivos.

En este entorno de elevada incertidumbre, con unas perspectivas económicas sujetas a riesgos a la baja, es esencial asegurar un clima propicio para el desarrollo de la actividad empresarial, que favorezca, y no dificulte, la inversión y la competitividad de nuestra economía. Además, es necesario que no se implementen medidas que desincentiven el crecimiento económico, ya que su mero anuncio afecta negativamente a las expectativas de todos los agentes. En este sentido, “deben evitarse llevar subidas de impuestos”, porque perjudicaría la actividad empresarial, que ya se está viendo afectada por el aumento de los costes que soportan las empresas en su día a día.

Mapfre. Gonzalo de Cadenas-Santiago, director ejecutivo de Mapfre Economics, considera que la guerra de Ucrania ha ejercido de “estocada” a la economía global. Aunque matiza que su repercusión será divergente. A EEUU y Europa, por ejemplo, los efectos del conflicto bélico les alcanza por canales diversos y, en consecuencia, con consecuencias de confianza nada similares. Así, a las economías europeas, altamente dependientes de la energía rusa y del grano de Ucrania -el Iowa de la UE- les va a provocar una segunda vuelta inflacionista que hará que se prolongue la espiral. Eso sí, sin que la zona del euro entre siquiera en estanflación. A su juicio, “habrá un IPC transitorio, pero persistente”, espoleado por una segunda oleada de escalada de precios” derivados del alza de materias primas energéticas, metálicas y agroalimentarias. Sin embargo, en EEUU, todavía se aprecia el remanente de los impactos del Covid-19 en sus programas de estímulo fiscal y en sus cadenas de valor, lo que les otorga una senda de dinamismo mayor que la europea y justifica la hoja de ruta de la Fed de elevar entre 4 y 6 veces el precio del dinero este año. “Europa no puede subir tantas veces ni tan rápidamente porque presenta mayores tasas de inflación de costes”.

Para De Cadenas-Santiago, pues, “se va a presenciar una divergencia de políticas monetarias” y, en ambos casos, con conocimiento de causa. En su opinión, el BCE no moverá tipos en 2022. “Si no se tuerce demasiado la escalada bélica en Ucrania y a pesar del temor alemán -histórico y cultural- hacia los episodios inflacionistas”.

El directivo de Mapfre asume la tesis de la batalla abierta entre la Vieja Economía de combustión fósil y sus industrias y negocios -más rentables a corto plazo y más con un precio del barril a más de tres dígitos- y las transformaciones asociadas a la neutralidad energética y el dominio de las renovables en los mix energéticos globales. “Un barril en estas cotas hace factible, incluso, una alianza entre Venezuela y EEUU”, resalta en tono irónico pero real de cómo los acontecimientos pueden revertir tendencias y dogmas de fe económicos. Pero la apuesta por la sostenibilidad y la economía verde a medio y largo plazo no ofrece dudas ni en el combate contra el cambio del clima ni en la pervivencia del legado socio-económico del que disfrutamos. Eso sí, en este ínterin sería conveniente que países como España activaran la energía nuclear “en un momento en el que el ciclo combinado es altamente dependiente de Argelia y el de Europa, de Rusia”.

Respecto a España, Cadenas descarta, por este orden, una recesión, hiperinflación y estanflación y atisba un crecimiento en el entorno del 5% -medio punto o un 0,60% menos de la predicción del 5,5% anual- con un IPC en el 6% de promedio en 2022. “El repunte de precios será más tardío, entre septiembre y diciembre”. Pero lejos de los augurios de una escalada del 12% que presagian algunos economistas, explica. Porque las subidas salariales pueden compensar las expectativas de consumo y porque, si la guerra no traslada nuevos escenarios más catastróficos, la actividad, en cualquier caso, podría retroceder algo de su potencial de crecimiento. “Habrá un dinamismo más leve con alta inflación”, ya que en Europa el margen para nuevos mecanismos de estímulo fiscal ya es escaso. “A Occidente se le ha agotado el arsenal presupuestario como se demuestra en la oportunidad de Rusia y China para desatar esta crisis geoestratégica” en toda regla. Aunque el director ejecutivo de Mapfre Economics se declara partidario de instaurar una protección de sectores estratégicos en situaciones excepcionales, en alusión a las ayudas al transporte en una oleada de escalada de precios como la actual. Siempre y cuando sean temporales, no permitan el clientelismo y obtengan el refuerzo de las instituciones pertinentes, aclara.

Banco Sabadell. Desde el servicio de estudios del Banco Sabadell se asegura que “un incremento significativo del precio de la energía supone un lastre para la actividad, tanto por la vía del consumo (reduce el poder de compra y la renta disponible de las familias) como por la vía de la oferta (ante los elevados precios de la energía ciertas empresas intensivas en energía podrían detener temporalmente su producción)”. Sin embargo, “cabría matizar que no es tanto el nivel del precio de la energía lo que puede impactar sobre el crecimiento, sino la rapidez con la que se produce este incremento de precios y la persistencia de este aumento, ya que podría generar efectos de segunda ronda”. Además, y en general, las diferentes economías a escala global son menos dependientes energéticamente que en los años setenta, por lo que actualmente podrían convivir con precios más elevados. En cualquier caso, “las autoridades europeas han acordado estudiar la implementación de medidas concretas para tratar las repercusiones del incremento del precio de la energía, como la fijación de precios tope a las familias y microempresas o líneas de liquidez y préstamos a las empresas afectadas, especialmente a las intensivas en energía”.

Los analistas del Banco Sabadell precisan que el conflicto en Ucrania está llevando a los bancos de inversión a revisar a la baja sus previsiones de PIB para la zona euro y EEUU. Las revisiones están siendo de mayor magnitud en la zona euro por su mayor dependencia de la energía rusa. Estas previsiones no corresponden con entrar en una situación recesiva. Para el caso particular de España, la previsión promedio del consenso se situaría alrededor de un crecimiento del PIB en 2022 del 4,5%.

En el caso de Rusia, todo apunta a que la economía entrará en una situación recesiva. Las severas sanciones impuestas por Occidente y la reducción de la operativa de instituciones financieras y empresas internacionales en Rusia han supuesto un notable aislamiento económico y financiero de Rusia, que está teniendo ya fuertes repercusiones en su economía. Se estima que la economía podría llegar a retroceder en 2022 más de un 10%.

En la sala de máquinas de la investigación de mercados del Sabadell se recuerda que “el aumento del endeudamiento del sector privado, en relación con el PIB, a partir de la crisis del Covid ha sido limitado y muy condicionado por la importante caída de la actividad económica, es decir, por el denominador de la ratio deuda-PIB”. De hecho, la deuda de las familias medida en euros ha retrocedido. El incremento del endeudamiento público ha sido más destacado. De igual modo creen que “es importante señalar que la intensidad energética en España se ha ido reduciendo en las últimas décadas”. En los últimos veinte años se ha reducido prácticamente a la mitad y se encuentra alineada con lo observado en el conjunto de la UE, por lo que más allá de la intensidad energética, se debería incidir es en reducir la elevada dependencia energética del exterior”.

Por otra parte, los vectores de digitalización y sostenibilidad están transformando las estructuras productivas y los fundamentos de los distintos sectores de la economía, incluidos los asociados a la Vieja Economía fósil. Como en otros episodios de la historia, en el caso del sector energético algunas actividades desaparecerán (por ejemplo, el carbón para consumo energético) y serán sustituidas por otras (nuevas tecnologías renovables). Las empresas capaces de diversificarse y adaptar su modelo de negocio a las exigencias regulatorias y de mercado -actuales y futuras- podrán sobrevivir. “Con independencia de cuál haya sido su modelo de negocio en el pasado, como ya está sucediendo, por ejemplo, en sectores como el de petróleo e hidrocarburos”.   

La relación directa de España con Rusia es reducida, tanto en el ámbito comercial (no energético) como financiero. De esta forma, el principal canal de transmisión será a través de las presiones al alza en el precio de las materias primas y de las disrupciones generadas en las cadenas de producción globales. El sector exterior español se verá afectado por “unos crecimientos en los principales socios comerciales algo menores a lo estimado antes del conflicto”. Respecto al PIB, el consenso estaría estimando un crecimiento en 2022 del orden 4,5% y en 2023 de alrededor del 3,0%. Las revisiones del PIB no se están reflejando con la misma intensidad en la tasa de paro. En cuanto a la inflación, ésta se podría situar en el conjunto de 2022 por encima del 6%. El shock en los precios de la energía y de otras materias primas derivado del conflicto en Ucrania se suma a las presiones inflacionistas ya existentes.

Los efectos económicos del conflicto en Ucrania “pueden verse paliados” por la respuesta de la política económica. “La reacción de las autoridades españolas y europeas debería centrarse en apoyar a las empresas y hogares más vulnerables ante el shock que representa el conflicto en Ucrania”. Más allá de esto, se debe trabajar para aumentar la autonomía energética de Europa.

Caixabank. Para José Ramón Díez, su director de Economías y Mercados Internacionales, soplan vientos de estanflación. “La invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas supone un punto y aparte en el contexto geopolítico internacional tras la caída del muro de Berlín”. De ahí que las consecuencias de un evento de tal magnitud (un cisne negro en terminología financiera) “sean todavía difíciles de anticipar”, pero podrían cambiar algunas de las tendencias de fondo que han definido el comportamiento de la economía mundial en las últimas décadas.

Aunque la búsqueda de una mayor autonomía estratégica (especialmente en Europa) conllevará la reformulación tanto de la acción exterior como de las políticas energéticas, de defensa o de competencia, lo que se trasladará al marco económico. Es evidente que el retorno a las áreas de influencia geopolítica tendría efectos negativos sobre el comercio global, cuando las dudas sobre la fragilidad de las cadenas de valor se empiezan a traducir en incipientes procesos de búsqueda de integración vertical en sectores especialmente afectados por disrupciones en las cadenas de suministro. Es decir, “tras décadas en las que el proceso de globalización ha avanzado por una autopista, prácticamente sin obstáculos, ahora se está desviando a una carretera secundaria, sujeto a diversos imponderables”; desde la Covid hasta la geopolítica, entre otras. Por tanto, la paradoja es que la globalización, el vértice que hasta la pandemia mostraba más solidez en el trilema de Rodrik (no se puede optar simultáneamente por globalización, soberanía nacional y democracia, sino solo por dos de estos elementos), ahora también puede empezar a reflejar ciertos síntomas de desgaste.

Todo ello “va a implicar una profunda revisión de las previsiones de crecimiento (a la baja) y de inflación (al alza) que “afectarán a todos nuestros bolsillos, como ya estamos comprobando cada vez que nos pasamos por una gasolinera”. Un conflicto bélico, además del coste humano tiene otro económico y la clave es repartir sacrificios de forma equitativa entre agentes económicos. Evidentemente, los efectos van a ser asimétricos, con una mayor incidencia sobre la economía europea y los países emergentes dependientes de materias primas y con problemas de liquidez. Los primeros análisis de sensibilidad basados en diferentes escenarios sobre comportamiento de los precios de la energía anticiparían un efecto negativo en crecimiento para Europa de entre 1 y 2,5 puntos básicos en 2022, mientras que la inflación media aumentaría entre 1 y 1,5 puntos.  Con una estructura económica y una flexibilidad de los factores de producción muy diferentes a los existentes en la década de los setenta, “el riesgo de estanflación parece moderado”. Sobre todo, si las respuestas de política económica son acertadas, acomodando el choque de oferta para suavizar efectos en familias y empresas, pero intentando evitar efectos de segunda ronda en precios. Todo ello tendrá un coste fiscal que, probablemente, implicará una nueva suspensión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento en 2023. Mientras el BCE “no se precipitará en su camino hacia la normalización monetaria hasta que no tenga más visibilidad en medio de la niebla que siempre provoca una guerra”.

Oriol Aspachs, director de Economía Española de CaixaBank, incide en que el conflicto armado hace aún difícil pronosticar el curso que va a seguir la actividad económica, pero cada día que pasa parece más complejo que el crecimiento alcance el 5%. Un parón relevante, Porque hasta el estallido militar las perspectivas para España “eran favorables”. La actividad económica fue ganando tracción a lo largo del pasado año y en el cuarto trimestre avanzaba un destacable 5,2% en términos interanuales. Además, el impacto de la nueva oleada de contagios provocada por la variante ómicron fue inferior al que se temía. La elevada proporción de población vacunada permitió contener la presión hospitalaria y “nos permitía mirar al futuro con cierto optimismo”. Confiábamos -dice Aspachs- en que los próximos meses entraríamos en una nueva fase de la pandemia, en la que la recuperación económica se consolidaría. Ante el alentador despliegue de los fondos europeos NGEU, que todo apunta a que cogerá fuerza en los próximos meses y su impacto en el crecimiento podría ser claramente superior al punto porcentual este año.

Y ahora, en función de la duración del conflicto, del ámbito geográfico en el que se circunscriba y de las sanciones y contra-represalias que se impongan, el impacto será más o menos abultado. “Lo que sí podemos hacer es identificar los principales canales a través de los cuales va a afectar a la economía española”.  

Sin lugar a duda, el principal impacto procederá del fuerte encarecimiento de la energía. Las importaciones netas de gas y petróleo prácticamente ascendieron a 25.000 millones de euros el pasado año. Aunque el grueso no proviene de Rusia, los precios se fijan a nivel internacional y su fuerte escalada “tendrá un impacto directo que podría ser elevado si persiste en el tiempo”. Como referencia, si el precio del petróleo y el del gas cierran el año con un promedio similar al que apuntaban los mercados de futuros a finales de febrero y principios de marzo (con el crudo alrededor de los 105 dólares por barril y el gas alrededor de los 120 euros/mhw), el crecimiento del PIB probablemente acabaría siendo algo más de 1 punto inferior al que preveíamos antes del estallido del conflicto. “El impacto puede ser destacable, pero, por fortuna, el ritmo del que se partía era relativamente elevado”.

También preocupa el alza de la inflación -resalta el director de Economía Española de CaixaBank- que se puede producir a raíz del encarecimiento de la energía. En enero, más de un 60% de los bienes que forman parte del índice de precios de consumo ya presentaba un aumento de su precio superior al 2% interanual. Si los precios de la energía acaban manteniéndose alrededor de las elevadas cotas a las que apuntaban los mercados de futuros, la inflación podría situarse en torno al 7% en el promedio del año. Más allá del impacto agregado en el crecimiento y la inflación, hay algunos subsectores que acusarán de forma especial la coyuntura actual. Por un lado, cabe mencionar aquellos que consumen mucha energía en su proceso productivo y que, por tanto, se ven afectados por el alza de su precio. En la industria manufacturera, destacan, por ejemplo, la auxiliar de la construcción, la metalurgia y la industria maderera. El agroalimentario también sufrirá un notable impacto. De forma directa, debido a las elevadas importaciones de Rusia y Ucrania de cereales (especialmente el maíz), de aceite de girasol (usado, por ejemplo, en las conservas y en la elaboración de todo tipo de alimentos procesados; Rusia y Ucrania copan el 80% de las exportaciones a nivel mundial) y de los abonos minerales. Además, la guerra en Ucrania está generando un fuerte aumento del precio de las materias primas agrícolas que también afectará de forma muy destacable al sector agroalimentario.

Ante esta situación, una respuesta fiscal coordinada a nivel europeo deberá tomar de nuevo un papel primordial. Es importante que se apoye a aquellos sectores más afectados por los elevados precios de la energía y de otras materias primas. Además de intentar minimizar el impacto en el empleo, ello también ayudará a que no se traslade a los precios finales el encarecimiento de sus inputs, moderando así las presiones inflacionistas. Ante un shock de estas ca­­racterísticas, y de esta magnitud, también es perentorio actuar con determinación para proteger a los hogares más vulnerables. Y, finalmente, se debe acelerar la urgente transición del modelo energético hacia uno que sea más sostenible, tanto desde un punto de vista medioambiental como también geopolítico.