Me hizo pensar que algo muy similar ocurre en la industria financiera. Es un sector poco atractivo para las mujeres y no solo como actividad profesional, sino también en su vertiente personal, a la hora de dedicar tiempo y atención en la gestión de su ahorro e inversiones.

A los datos propios me remito. Hace unas semanas en las jornadas anuales de Abante Talento, donde invitamos a conocer la compañía a estudiantes de multitud de universidades de Madrid y Barcelona, la asistencia femenina fue minoritaria y menor que en otras ediciones debido, en gran medida, al aumento de oferta de empleo en sectores por los que tradicionalmente se decantan más las mujeres al terminar la carrera.

Durante el año 2017 hemos recibido unos 3.000 currículos y, de estos, únicamente un 30% (porcentaje similar al de la presencia femenina en MBA)  han sido de mujeres que, en su mayoría, se ofrecían para las áreas de soporte, comunicación, marketing o recursos humanos, pero en porcentajes menores para el equipo de gestión o para el área comercial de consejeros financieros a la que se incorpora cada año el grupo más numeroso y en el que las posibilidades de crecimiento y de proyección son muy atractivas.

Además, para este equipo nos parece especialmente relevante tener un grupo muy heterogéneo de profesionales y poder ofrecer a cada cliente la interlocución más adecuada; en este sentido, la experiencia nos demuestra que las mujeres aportan en las relaciones con clientes un valor añadido muy importante y ejercen una influencia muy positiva en la gestión de equipos, y no todos los años podemos incorporar todas las mujeres que nos gustaría.

Si pasamos al problema de la mujer como inversora, las cifras tampoco son mejores y solo en un 20% de las cuentas las interlocutoras principales son mujeres. Siguen delegando, mayoritariamente, estas decisiones que serán claves en su bienestar futuro, pues las mujeres vivimos más años que los hombres, lo que supone que necesitamos dinero durante más tiempo y antes o después nos tendremos que ocupar de ello, nos guste o no.  

Es curioso ver en la red la cantidad de sitios web que existen en muchos países para ayudar y animar a las mujeres a tomar control de su vida financiera o de asociaciones de universidades, y de la industria en general, para defender y empoderar a la mujer en el mundo financiero. Si están ahí será por algo….

¿Y porque puede estar pasando todo esto?

Tradicionalmente en este sector los hombres han tenido el protagonismo, es muy intenso en dedicación y en el que la materia prima -el dinero- y sus derivadas tienen la imagen de ser un tanto arduas, no muy humanas y algo alejadas de la realidad y de los problemas sociales. Existe, y mucho más después de la crisis del 2008, la sensación generalizada de que la industria financiera extrae más valor de la sociedad del que aporta.

Esta imagen, no del todo justa, a mi parecer, no es el mejor caldo de cultivo para atraer talento femenino, cuyas inclinaciones naturales, nos guste o no, y así lo demuestras los datos de las carreras universitarias, tienen un componente más social, creativo y humano y donde, en ocasiones, la aspiración económica puede estar en un segundo plano de decisión respecto a otras motivaciones para elegir un proyecto profesional concreto.

¿Podemos cambiar esto?

Entiendo que las entidades financieras tenemos una doble misión importante en este sentido. Por un lado, las que trabajamos desde hace ya muchos años en este mercado debemos tratar de evitar errores del pasado y ofrecer el contexto adecuado para un desarrollo profesional y estimulante del talento femenino.

Por otro, debemos potenciar la idea de que nuestra profesión puede tener un lado humano que va más allá de la pura rentabilidad del dinero. Este es el tema central  que ocupa uno de los libros más sorprendentes que he leído últimamente, del profesor de Harvard Mihir Desay, “The Wisdom of Finance, discovering humanity in the world of Risk and Return”, lección magistral y lectura obligada, en el que, a través de la obras de la literatura universal, desmitifica el presunto abismo que aparentemente existe entre el mundo financiero y el resto de los mortales y, como muy bien dice, “las finanzas necesitan humanidad y la humanidad necesita a las finanzas”.

Esperemos a que haya cada día más mujeres que quieran trabajar en esta industria “más humana”.