El otro valor que parecía inalterable y que constituía la principal fuente de riqueza de muchos ahorradores han sido sus propias viviendas. Según el último dato del Indice de Mercados Inmobiliarios Españoles (IMIE) elaborado por Tinsa, el precio de la vivienda ha sufrido una caída interanual de 7,8 por ciento en noviembre, lo que supone volver a valores de junio de 2006. Una situación que no se da solamente en nuestro país, según revela una encuesta elaborada por Knight Frank, según la cual los precios de la vivienda caen en 23 de los 45 países encuestados.

Las cifras de patrimonio gestionado publicadas por la Asociación Nacional de fondos de inversión americanos Investment Company Institute hablan de 9,6 billones de dólares (aproximadamente 7,3 billones de Euros) a finales de Octubre un descenso de 2,4 billones de dólares (1,8 billones de euros) con respecto al patrimonio gestionado a finales de 2007, es decir un retroceso de un 20% en el valor del patrimonio total gestionado. Por otro lado, la CBO (Congressional Budget Office) estima que en Octubre los fondos de pensiones de EEUU han descendido su patrimonio por un valor de 2 billones de dólares (aproximadamente 1,5 billones de Euros).

Los datos de EFAMA muestran un descenso patrimonial de un billón de euros a finales de septiembre, hasta los 6,8 billones de euros; un retroceso de un 13 por ciento sobre los 7,9 billones de euros con los que contaba el patrimonio total gestionado por los fondos de inversión (UCITS y no UCITs) de los países europeos a cierre de 2007.

En España los datos muestran descensos durante el año por valor de 64.900 millones de euros en el patrimonio de fondos de inversión a finales de noviembre, una caída de un 26,6 por ciento que deja el nivel total de patrimonio gestionado en 178.700 millones de euros, de acuerdo con los datos de VDOS. En planes de pensiones el descenso de 6.300 millones de euros (un 12 por ciento en el año) con datos a cierre de noviembre, quedando el patrimonio total gestionado en 47.300 millones de euros, también según VDOS. Analizando la variación en ambos casos, se observa que el impacto sufrido en el rendimiento de los activos gestionados es el responsable de la caída del 80 por ciento del valor patrimonial, tanto en fondos de inversión como en planes de pensiones.

Si durante los años pasados nos inundaba la euforia consumista, la situación actual apunta a una mayor sobriedad. Los datos de desempleo, unidos a la volatilidad bursátil, las caídas de tipos de interés y, en general, la incertidumbre que se dibuja en el horizonte apoyan este sentimiento desinversor generalizado.

Podemos pensar que el ahorro es una virtud y que, seguramente, es beneficioso para la economía. Sin embargo algunas teorías económicas no lo consideran así. En 1930 John Maynard Keynes enunció la que se ha venido conociendo como “La Paradoja del Ahorro”. Según Keynes, si todo el mundo decide ahorrar dinero al mismo tiempo, el consumo descenderá; si el consumo desciende, la demanda total caerá; si la demanda total cae, también disminuirán los ingresos totales; si los ingresos totales disminuyen, habrá menos posibilidades de ahorrar parte de ellos.
Con este impecable razonamiento, Keynes trataba de justificar la medida antirrecesión de grabar fiscalmente a aquellos que ahorran en mayor proporción, al objeto de poder aumentar el gasto público que estimule el crecimiento de la demanda agregada.

No cabe duda que el mundo desarrollado ha seguido este modelo en los últimos años. Si ahorrar no es productivo, ¿por qué habría de fomentarse?. O mejor aún, ¿por qué no ahorrar ‘cantidades negativas’ y dar un gran impulso a la economía?

Simplificando mucho, podría decirse que los ingresos se utilizan en adquirir bienes presentes o bienes futuros, ya que o bien se consumen o se ahorran. Los ingresos dedicados a consumo se utilizan para la adquisición de alimentos, ropa, energía, transporte y otros productos de uso diario. Los asignados al ahorro se invierten en fábricas, educación, maquinaria, investigación y otros medios necesarios para producir bienes de consumo futuros.

Aunque en el corto plazo la paradoja del ahorro parece sostenible, a largo plazo se aprecia claramente que los ingresos destinados al ahorro no se disipan en el éter, simplemente se utilizan para adquirir un tipo de bienes distintos a los de consumo. Los empleados de la construcción, por ejemplo, pueden perder su empleo, pero es posible que se requieran más empleados que atiendan la creciente población de jubilados o surja una demanda de biólogos especializados en genética para laboratorios de I+D. La demanda agregada no descendería, sólo cambiaría su composición.

Lo que sí es cierto es que la expansión de la industria de bienes futuros puede llevar meses o años. Es necesario planificar nuevos proyectos, crear nuevos negocios y una nueva regulación para ellos e incluso puede ser necesario reeducar a los trabajadores para llevarlos a cabo. Mientras tanto la paradoja del ahorro es perfectamente válida.

No podemos por tanto considerar pernicioso al ahorro, aunque sí a un exceso del mismo; del mismo modo que un exceso de endeudamiento ha desembocado en la actual situación. Como en muchos otros aspectos de la vida, es necesario encontrar un equilibrio que, sin limitar en exceso el consumo, permita a la población asignar parte de sus ingresos a la creación de bienes futuros.

Dada la evolución demográfica de los países desarrollados, se hace aún más necesario que el ahorro se incentive. Si la franja poblacional entre 35 y 59 años es la que más ahorro acumula, a medida que llega a la edad de jubilación esa relación se invierte. El ejemplo de Japón es ilustrativo al respecto. Aunque los japoneses tienen fama de ser una nación ahorradora, la tasa de ahorro del país cayó de un 11,3% en 1998 a 3% el año pasado. Al parecer una de las razones principales es el envejecimiento de la población, que ha necesitado utilizar sus inversiones para su consumo actual. Existe el temor ahora de que los baby-boomers europeos y estadounidenses repitan la experiencia japonesa, reaccionen a la recesión ahorrando más, haciéndola más pronunciada.
¿Cuáles son las opciones? Un depósito bancario ofrecería mínimos retornos que quedarían mermados por la inflación. Por otra parte, la inversión en Bolsa lleva asociado el riesgo de que los mercados desarrollados sigan una pauta similar al largo y pronunciado mercado bajista japonés.

Aún siendo peligroso, la segunda opción es la menos mala. El momento de asumir riesgos financieros es cuando los activos ofrecen un potencial beneficio a largo plazo, no cuando la prima de riesgo es baja. Los ahorradores deben tomar esta responsabilidad en sus manos para poder contar con un complemento necesario a la Pensión de la Seguridad Social cuando lleguen a su jubilación. El regulador, por su parte, debe aplicar los incentivos fiscales necesarios para fomentar este tipo de ahorro que, como hemos visto, rinde sus beneficios a largo plazo. El cambio fundamental es el horizonte temporal, es necesario que reorientemos la brújula al largo plazo e infraponderemos el corto.

El cierre de ejercicio es el momento de revisar nuestra situación fiscal de cara a la declaración de la Renta el año próximo. Las reducciones fiscales a imposiciones a planes de pensiones suponen un muy interesante incentivo y para un horizonte de jubilación de entre 12 y 15 años el riesgo que se toma al invertir en renta variable puede recompensarnos por medio de jugosos rendimientos derivados de ese futuro que habremos ayudado a construir.


Paula Mercado
Directora de Análisis de VDOS Stochastics