La planeación patrimonial de largo plazo, ha enfrentado en la última década retos que afectan la viabilidad de los mecanismos tradicionales de ahorro e inversión.
Para economías emergentes, pero incluso también para las de muchos países europeos, la evolución que en los últimos años han tenido las tasas de rendimiento, genera impactos graves y complejos en la capacidad que tienen las personas - incluyendo aquellas que planean de manera activa su futuro - para invertir en vehículos que mantengan a lo largo del tiempo niveles de crecimiento adecuados.
Particularmente cuando hablamos de generaciones jóvenes, cercanas a los 30 años, encontramos que tienen como referencia de inversión de largo plazo nociones que fueron aplicables probablemente al comportamiento del entorno financiero que enfrentaron sus padres, pero que por la transformación sufrida por los sistemas financieros mundiales, marcadamente a partir de la crisis de 2008, estas son hoy en gran medida inoperantes y en muchos sentidos sin vigencia para una planeación efectiva.
En buena parte como resultado de las políticas aplicadas por los bancos centrales y los gobiernos se ha presentado una consistente reducción de las tasas de referencia con impacto muy puntual en el rendimiento de los bonos gubernamentales (un ejemplo son los de 10 años). Esta caída, que con frecuencia oímos a las analistas repetir que “ahora si tocó fondo”, tiene un evidente impacto sobre las tasas en otros plazos e incluso en tasas de bonos corporativos; instrumentos de uso muy extendido en mecanismos conservadores de planeación financiera para el futuro.
Si a lo anterior sumamos el comportamiento reciente de la inflación en la mayoría de los países, encontramos que en muchos casos, o bien el retorno que se obtiene por inversiones en instrumentos de deuda es negativo en términos reales o estos presentan márgenes de rentabilidad sumamente estrechos. Pero adicionalmente, la gran volatilidad del mercado financiero que ha llevado a bruscas fluctuaciones en períodos cortos de tiempo de las tasas, provocan en los ahorros e inversiones de largo plazo minusvalías frecuentes en el corto plazo, que generan reacciones negativas y en muchos casos decisiones de graves efectos para el futuro de los inversionistas que intentan planear para el largo plazo.
Estos jóvenes de cerca de 30 años, enfrentan varios escenarios simultáneos: un escenario laboral complejo con oportunidades acotadas de acceder a empleos adecuadamente remunerados (compitiendo con generaciones anteriores que se mantienen por necesidad, más años trabajando); una mayor esperanza de vida que los enfrentará a una vida en el retiro más larga de la que vivieron sus padres; una sensación de incertidumbre frente al entorno financiero que los hace más sensibles a noticias negativas de corto plazo y que los pueden llevar a tomar decisiones costosas para el largo plazo; una limitada comprensión de temas financieros que les impide tomar mejores decisiones relativas a su bienestar patrimonial y; un entorno de corto plazo donde incluso para quienes conocen más sobre temas financieros se producen fenómenos inesperados y desconocidos en cuanto a su impacto para el ahorro e inversión de las personas.
A todos los dilemas de decisión y de conducta que en condiciones normales se presentan para la vida financiera de las personas, hoy se suma para las nuevas generaciones el que las reglas y percepciones sobre temas financieros con las que crecieron, hoy son en muchos sentidos inoperantes.
El reto para los jóvenes es por ello no sólo crear mejores patrones de conducta financiera en un sentido tradicional, sino entender los ajustes que esta conducta debe de tener para enfrentar con éxito los retos que el nuevo arreglo financiero internacional les impone.
Para las instituciones financieras ello representa simultáneamente un compromiso y una oportunidad para crear instrumentos, vehículos y mecanismos de incentivo que favorezcan decisiones y acciones que permitan a los jóvenes, tener futuros menos inciertos que los presentes que hoy enfrentan.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.
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