La lipoproteína (a) es un tipo de colesterol LDL, del que comúnmente se denomina “malo”, al que se le añade una proteína (a). Esta proteína aporta unas características especiales, entre ellas que se herede y que intervenga en procesos proinflamatorios y protrombóticos, además de incrementar el riesgo de sufrir en edades más tempranas un infarto agudo de miocardio o accidente cerebral vascular isquémico.
Otra de las características de la lipoproteína (a) es que no responde a las pautas típicas para reducir el colesterol como serían el ejercicio físico, la dieta y la medicación específica.
En la actualidad para su tratamiento, declara la doctora Catheline Lauwers, jefa del Servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Valencia y Centro Médico Quirónsalud Mercado de Colón, “se están realizando diferentes ensayos para su control, entre los que participa el Hospital Quirónsalud Valencia y el INCLIVA, además de recomendar el uso de fármacos para bajar los niveles de colesterol LDL en todas aquellas personas con la lipoproteína (a) elevada, es decir encima de 50 mg/dl que es cuando comienza a aumentar el riesgo cardiovascular”.
La doctora Catheline Lauwers alerta de la importancia del control de la lipoproteína (a), un tipo de colesterol hereditario poco conocido, que afecta a una de cada cinco personas.
La importancia de medir la lipoproteína (a)
La lipoproteína (a) no se mide de forma rutinaria en las analíticas y, sin embargo, es importante hacerlo porque una persona puede tener niveles de colesterol total normales y aun así tener elevada la lipoproteína (a). “Además”, conseja la doctora, “en caso de que una persona tenga elevada la lipoproteína (a) debe comunicarlo a sus familiares directos para que estos puedan hacerse un análisis y conocer su situación”.
Los peligros que entraña el colesterol alto
Los infartos de miocardio y gran parte de los ictus tienen su origen en las placas de colesterol que se adhieren a nuestras arterias que en un momento dado se fisuran, y entra en contacto el colesterol con la sangre. Esto desencadena un gran coágulo que obstruye las arterias y no llega la sangre a los tejidos del corazón o del cerebro.
Podemos decir que la primera causa de los infartos y de los ictus son las placas de colesterol de nuestras arterias que si no controlamos y mantenemos en niveles altos se hacen más blandas y se rompen más fácilmente provocando peligrosos coágulos. “Por el contrario, si bajamos de forma agresiva el colesterol en nuestra sangre, este proceso se detiene, no se rompen las placas e incluso se hacen más pequeños”, explica la doctora Lauwers.
“Por ello”, concluye la especialista, “en las últimas guías de cardiología españolas, europeas y americanas, el colesterol ya no se considera un factor de riesgo, sino la causa de los infartos”.