En su último informe anual, la patronal del sector en España, Asebio, cifraba las operaciones financieras en biotecnología en 149 millones de euros, un 17% más que el ejercicio anterior, y su contribución al PIB en 7.300 millones de euros. Un escenario bajo el que figuran, si nos circunscribimos al ámbito de la salud, compañías con perfiles diversos pero con un elemento común: un elevado perfil de riesgo pero también con un elevado potencial de rentabilidad muy superior a la media del mercado, lo que conlleva formación del inversor o asesoramiento profesional para poder participar en el mercado con garantías. “Se trata del área de mayor innovación dentro del sector farmacéutico y muchos inversores la miran cuando las rentabilidades han repuntado. Pero toda inversión de nicho es de largo plazo”, afirma Patricia de Arriaga, subdirectora general de Pictet Asset Management. En esta misma línea, Juan Martínez, gestor de Abante Biotech Fund, de Abante Asesores, destaca que “estamos viviendo una segunda ola de desarrollo del sector, pero hay que educar al inversor privado para que lo entienda bien”. “Más riesgo, más volatilidad pero perspectivas positivas”, sintetiza Gonzalo García Benavides, senior manager de Corporate Finance en Deloitte.

Biotecnologia y salud: un sector para invertir

(De izquierda a derecha y de abajo a arriba): Patricia de Arriaga de Pictet AM; Roser Gomila de Reig Jofre; Juan Martínez de Abante; Luis Mora de PharmaMar; Enric Rello de Oryzon; Gonzalo García de Deloitte; Jose María Huch de Atrys Health; Javier Ablitas de EI.

Luis Mora, director general de la Unidad de Negocio de Oncología de PharmaMar, menciona “el riesgo de investigación” inherente al modelo de negocio, dada la complejidad del proceso de desarrollo de nuevos productos. En su caso, además de este paso, también los comercializan. En el otro extremo del escenario encontramos compañías como Oryzon Genomics, “biotecnológica pura”, según su director financiero, Enric Rello: desarrollan pero no son quienes ponen en el mercado el producto, sino que lo licencian. “Son modelos muy distintos y la creación de valor en cada caso es diferente. En nuestro caso, hemos hecho una estrategia de diversificación de producto. Es muy importante que el inversor identifique a qué tipo de compañía se está dirigiendo para que tenga claro lo que puede esperar en términos de rentabilidad y riesgo”.

Y, en medio de ambas, modelos híbridos, como el de Atrys Health, que no desarrolla fármacos de manera directa pero que, como destaca Josep María Huch, su director financiero, cuenta con un “alto componente de innovación en el sector salud, a través de la incorporación de nuevas herramientas y servicios de diagnóstico biomédicos”. O Laboratorios Reig Jofre, que participa en el desarrollo de biosimilares -fármaco biológico altamente similar a otro medicamento biológico ya aprobado- en colaboración con otras compañías; “nos posicionamos”, afirma su directora financiera Roser Gomila, “como su partner industrial, para poder dar estabilidad al concepto que se investiga”.

Distintos perfiles de inversor

Al riesgo tecnológico inherente -“la molécula andará o no”, define de manera gráfica Rello- se suma otro: el financiero. Como apunta Martínez, “en el Nasdaq las ampliaciones de capital son habituales, pero aquí no se entiende”.

En esa misma línea Mora señala que “en función del país, las diferencias de valoración del mercado son muy acusadas. A ello hay que sumar que el estadio de desarrollo en el que te encuentres también hace que varíe el valor asignado. Hemos acabado una fase 3 y estamos viendo el apetito inversor, la expectación ante los resultados”, aunque menciona como signo contrario que “nunca se ha visto tanto recurso a deuda en el sector porque el mercado ha estado, en cierta medida, cerrado”. Recuerda que el último trimestre del paso ejercicio fue el tercer peor de la historia en bolsa en EEUU para la biotecnológica.

Un universo de búsqueda de financiación en el que Rello asegura que “todos los inversores son buenos, pero hay que clasificarlos. Cuando acudimos a rondas de financiación vamos a institucionales, buscamos especializados en biotech, family offices… pero también cuidamos al retail, porque permiten que haya una liquidez que necesitamos. Se trata de un ecosistema que se va retroalimentando”.

Frente a ello, Huch señala que “hemos tenido éxito captando capital aludiendo menos a nuestra parte más biotecnológica, porque percibimos que el riesgo que atribuye el inversor al sector es excesivo”. Algo que corrobora de Arriaga: “en los últimos años hemos visto un aumento en los clientes particulares del perfil conservador”. Martínez destaca que “la biotecnología debiera ser para todo tipo de inversor que se deje asesorar, pero el inversor europeo teme el riesgo”, algo que tampoco ayuda a atenuar “la dispersión de mercados frente a la estandarización estadounidense”. Mora añade otro elemento diferenciador: la regulación. “Tenemos un mercado bursátil hiperregulado”, afirma, “pero existe una falta de transparencia que no ayuda a sectores como el nuestro, por ejemplo, con las posiciones cortas”.

García Benavides cita también la relevancia del venture capital y del capital riesgo en este tipo de compañías y afirma que “ha habido muchos fondos de este perfil que han llevado a cabo inversiones corporativas en los últimos años”. Gomila, por su parte, menciona como otro actor relevante a través de las convocatorias de ayudas públicas a la Administración.

¿Hacia dónde vamos? Inteligencia Artificial

Martínez asegura que en España se hace “muy buena ciencia, pero no sabemos transferirla y vemos, por ejemplo, como aquí no se fomenta que desde la propia universidad nazcan empresas, como sí ocurre en EEUU”. Ello genera, según García Benavides, “un efecto inercia; las compañías nacen en regiones similares y los fondos se concentran en esas mismas zonas”, algo que Huch califica como “factor cultural”.

En un sector tan puntero en términos de innovación, los nuevos avances no son planes de futuro sino realidades presentes. Además de la robotización de procesos y la gestión masiva de datos, Mora pone el foco en “la aplicación de la inteligencia artificial para el descubrimiento de nuevos fármacos, que ya está aquí. Las grandes tecnológicas mundiales están impulsando proyectos a través de sus algoritmos para que aumente la rapidez y la probabilidad de éxito de las investigaciones”.

Para García Benavides, este tipo de herramientas van a permitir mejorar la eficiencia de la I+D y “poner al cliente en el centro de la investigación, empoderarlo”, algo en lo que incide de Arriaga, en cuya opinión “el mayor manejo de datos implica fármacos más personalizados en un proceso en el que la medicina está evolucionando del tratamiento hacia la prevención”. Este carácter puntero lleva aparejado, destaca Rello, que “el personal con el que trabajamos sea muy cualificado, con lo que otro elemento importante, la parte de compliance y la ética, esté ya inmersa en la cultura de las propias compañías”.