Decía John Maynard Keynes que "la naturaleza humana desea resultados rápidos. Hay un deleite particular en hacer dinero pronto y las personas corrientes subestiman mucho las ganancias más lejanas en el tiempo".
Cuando comienza un año, los inversores suelen reflexionar sobre las perspectivas para los doce meses siguientes. Una acción que nos dice mucho sobre lo que ha calado este cortoplacismo en los mercados, pues es una de las pocas ocasiones en las que muchos inversores piensan en un horizonte tan lejano.
Según los analistas de Fidelity, esta perspectiva, la del "aquí y ahora", se ha visto fomentada por la crisis financiera y de deuda. Si a ello, además, “le sumamos el uso de cifras trimestrales para evaluar los progresos de las inversiones y la atención constante del mercado a los beneficios trimestrales, resulta fácil ver por qué el cortoplacismo se ha convertido en un ingrediente indisoluble de los mercados”, según la firma norteamericana.
Sin embargo, si nos ha quedado algo claro es que este cortoplacismo está reñido con acumular un patrimonio a largo plazo. Los datos de las grandes bolsas de valores ponen de relieve que los inversores se han vuelto más cortoplacistas con el paso del tiempo, a tenor del periodo medio de tenencia de las acciones.
En Estados Unidos, el periodo medio de tenencia de una acción en la bolsa de Nueva York era de unos siete años en 1940, mientras que, ahora, este periodo es inferior a tres meses, y eso sólo se puede explicar en parte por la entrada de inversores técnicos orientados al corto plazo.
En este sentido, apuntan desde Fidelity que “el cortoplacismo es inequívocamente uno de los sesgos conductuales más graves que el inversor debe superar en sus esfuerzos por conseguir rentabilidades superiores al mercado en sus inversiones”.
Nuestra preferencia natural por las recompensas a corto plazo (o satisfacción instantánea) frente a las ganancias que se demoran en el tiempo ha sido señalada por los psicólogos como un rasgo de la condición humana que se extiende a muchos aspectos de nuestro comportamiento. Ponen como ejemplo desde la firma norteamericana la infancia: “En los niños es especialmente evidente y provoca que en todas partes los padres tengan que luchar con sus hijos para que aprecien el valor de las recompensas que se demoran en el tiempo, a pesar de la necesidad biológica que les impulsa a comerse todas las chucherías inmediatamente. Sin embargo, a juzgar por el comportamiento de los inversores, esta preferencia por las recompensas a corto plazo nunca termina de abandonarnos en la edad adulta”.
De hecho, los inversores están en realidad programados para pensar a corto plazo. En varios experimentos realizados, los inversores sistemáticamente otorgan más valor a las ganancias a corto plazo que a las que se demoran en el tiempo. La culpa, aseguran estos expertos, “es de la dopamina, una sustancia química que nos hace sentir bien y que nuestros cerebros segregan cuando recibimos una recompensa a corto plazo”.
La mayoría de las personas preferiría 100 euros hoy, a 200 euros dentro de un año, pero no preferiría 100 euros dentro de seis años a 200 euros dentro de siete años. “No hay un motivo racional para esta incoherencia, ya que las recompensas son idénticas en términos monetarios”, sentencian desde Fidelity.
Teniendo en cuenta esta afirmación, y con el fin de adoptar una perspectiva a largo plazo, debemos ser conscientes de que nuestros cerebros están diseñados para ir contra nosotros y, en este sentido, la paciencia es verdaderamente una virtud en la inversión.
El problema del cortoplacismo en las bolsas va más allá de los meros inversores. Es parte integral de su propio funcionamiento debido a la forma en que la industria de la inversión valora los beneficios empresariales futuros. En este sentido, apuntan desde la firma: “La cuestión es que la mayoría de los analistas de las sociedades de valores se centra mucho en las previsiones de beneficios a corto plazo, sobre un periodo comprendido entre uno y tres años. De hecho, aunque el número total de analistas que cubren renta variable mundial de gran capitalización no deja de crecer, la atención sigue centrada desproporcionadamente en las previsiones de beneficios a corto plazo”.
Así pues, ¿qué deberían hacer los inversores para batir al mercado? Desde Fidelity señalan que una posibilidad es simplemente adoptar una perspectiva a más largo plazo que el mercado: “A la vista de que los inversores y las sociedades de valores cada vez ponen más atención en el corto plazo (…), la bolsa es relativamente eficaz a la hora de descontar las perspectivas de beneficios a corto plazo, donde suele haber mayor certidumbre. Sin embargo, el mercado es menos eficaz a la hora de evaluar los beneficios a más largo plazo, lo que pone de manifiesto una relativa desatención al valor a largo plazo de las empresas expuestas a un crecimiento estructural fuerte”. Esto supone, para estos analistas, una oportunidad para los inversores y las estrategias de inversión que pueden identificar de forma sensata a los ganadores del crecimiento estructural.
Por tanto, el cortoplacismo puede abundar en las bolsas, pero las pruebas disponibles sugieren que los inversores pueden usar este rasgo en su beneficio adoptando una perspectiva a largo plazo e invirtiendo en aquellas estrategias diseñadas para hacer precisamente eso.
¿QUÉ HACEN AHORA LOS MERCADOS?
Miramos a los índices europeos. El Ibex 35 sube un 0,05%, hasta los 10.131,00 puntos. Por valores, son Gamesa (+3,60%) y Sacyr (+1,60%) los que más suben, mientras que las mayores pérdidas las encontramos en FCC (-2,94%) y BME (-1,60%).
Fuera de nuestras fronteras, los índices europeos cotizan con saldo negativo: Cac 40: -0,39% (4.379,01 puntos); Dax 30: -0,37% (9.554,88 enteros); Ftse 100: -0,51% (6.789,91 puntos); y EuroStoxx 50: -0,29% (3.127,11 enteros).
María Díaz