La Administración Biden toma las riendas de las operaciones. Con un equipo económico que atisba la posibilidad de un fuerte dinamismo, pero que alerta, al mismo tiempo, de la fragilidad y los riesgos de encauzar convenientemente la pista de despegue. Las empresas españolas con intereses en el mercado principal del planeta atisban con el mismo optimismo e igual cautela la reactivación americana.

Si las expectativas del mercado se cumplen, el próximo verano confluirán dos hitos importantes en la historia económica moderna de EEUU. Por un lado, el primer PIB global superará a lo largo del periodo estival los enormes daños colaterales de la Gran Pandemia, dejará atrás su mayor recesión en tiempos de paz e inaugurará su nuevo ciclo de negocios y, por otro, certificará este retorno a la actividad con un músculo similar al que tenía su PIB antes del Covid-19. En marzo pasado, con la declaración oficial de la epidemia, la economía americana entró en números rojos y puso el epitafio a su fase de prosperidad más longeva, que prendió su mecha en junio de 2009 -sólo nueve meses después de la quiebra de Lehman Brothers - y que concluyó con su dinamismo sostenido 129 meses más tarde, tal y como corroboró la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NBER), la institución privada que se encarga de poner fecha de inicio y de finalización oficial a los ciclos de negocios en EEUU. En esta ocasión, la economía americana va a precisar medio año más para reanimar su actividad, según el consenso que viene forjándose en el mercado, y bajo un cambio en la Casa Blanca.

Biden despeja la X: recuperación del PIB previo al Covid-19 + despegue económico = verano 2021

La Administración Biden, sin embargo, no lo tendrá fácil. Persisten, como admite su equipo económico, notables riesgos y una sombra de fragilidad en el ritmo del despegue, si bien desde los análisis privados se apunta a un ciclo de vigor, una vez el vuelo tome velocidad de crucero. Aunque contará con una baza crucial: la aprobación, excepcional por salir de un proceso de transición presidencial, de un nuevo programa de estímulo por parte del poder legislativo. Los 908.000 millones de dólares del quinto arsenal presupuestario americano -algo inferior al billón que reclamaba el mercado- hará que el PIB levante el morro con el mismo peso que tenía cuando empezó la epidemia. Así lo auguran los expertos de S&P Global Ratings quienes se sitúan en el tercer trimestre -entre julio y septiembre- el permiso de navegación de la economía en cielos abiertos; es decir, en disposición de expansión plena de su actividad. Una vez se ponga en marcha las ayudas federales.

En opinión de sus expertos, el rebote del PIB será del 4,2% en el conjunto del año, frente a una estimación de recesión en 2020 del 3,9%. “El primer trimestre de 2021 revelará un repunte del gasto de las familias, de cerca del 40%, por las prestaciones dinerarias recibidas”, que añadirán 2,5 puntos porcentuales al crecimiento de la economía en el trienio en curso, hasta 2023. Porque su desglose apuntalará el consumo: 300.000 millones de cheques personales del programa de Protección; 160.000 para ayudas a municipios y estados y 300 dólares semanales por beneficios al desempleo. Sin esta iniciativa legislativa, el PIB hubiera marcado una contracción del 1,5% en 2021 y se hubiera retrasado la consecución del nivel previo a la pandemia hasta el primer tramo de 2022.

"La indecisión en el Congreso hubiera influido negativamente en las expectativas de los empresarios y en los planes de inversión y de gasto de las compañías, al igual que hubiera prorrogado las decisiones de consumo de las familias ante la preocupación de nuevos colapsos de la recuperación". De otro modo, si el estímulo, como se planteó al principio, hubiera llegado a los 1,5 billones, el PIB hubiera levantado el vuelo hasta el 5% este año y el restablecimiento de su músculo previo al Covid-19 se hubiera producido ya en primavera, en el segundo trimestre. S&P recomienda a la Administración Biden que active otro tipo de política fiscal, enfocada a las inversiones en infraestructuras, sanidad y educación, dado que la ayuda oficial sólo impulsará la demanda de forma temporal, sin dirigir la economía a “una senda de crecimiento sostenible y de vigor”.

Desde la Reserva Federal también se constata una reactivación similar. Con carácter previo a la, por otro lado, esperada medida legislativa. Pero sin conocer exactamente la cuantía, revelada el pasado 20 de diciembre. En su última reunión de la Federal Open Market Committee, se avanzó el despegue en la última mitad de 2021. Pero con pronóstico de menor recesión este año, de un 2,4%, y de recuperación algo más modesta en 2021, que sit en el 4,2%. Con el instante de la vuelta al tamaño del PIB que alcanzó antes de la Gran Pandemia, de 20,8 billones de dólares, en los últimos tres meses de este ejercicio. Con alzas del 3,2% en 2022 y del 2,4% en 2023. Todavía por debajo de su potencial de dinamismo. Aunque con mejoría del paro; la tasa de desempleo, que finalizó 2020 en el 6, 7% de la población activa se quedará al término del ejercicio recién inaugurado en el 5%. Sin que recupere el índice de pleno empleo anterior al Covid-19 -del 3,7%- hasta 2023. La mejora de las previsiones macroeconómicas de la Fed también se ampara en la continuidad de sus estímulos monetarios “hasta que la se registre un substancial progreso de la actividad ”, según las acciones de su comité de Mercados Abiertos, que está convocado de nuevo el 26 de enero, seis días después de la toma de posesión de Joe Biden como presidente de EEUU. Una medida no por descontada, menos esperada por los analistas; en especial, aquellos que se decantan por una reactivación de cierta intensidad. Obviamente, con la persistencia de los tipos de interés próximos a cero, como también ha avanzado la Fed. El banco central estadounidense ha comprado 80. 000 millones de dólares de bonos del Tesoro americano y más de 40.000 más en activos, bursátiles o hipotecarios. En este sentido, la Reserva Federal admitió que sus planes de adquisición de deuda y el excepcional abaratamiento del precio del dinero se mantendrán hasta que haya vestigios de inflación -por encima del 2%- y se logre estabilizar el pleno empleo.  

Desde JP Morgan se apunta a un aterrizaje suave del PIB en el primer trimestre. Durante los días en los que Biden ocupará la Casa Blanca. Con una contracción de sólo el 1% entre enero y marzo. “A pesar de la reapertura económica, la incertidumbre por la virulencia de la segunda oleada de contagios persiste y se atisba un invierno aún titubeante” para la coyuntura. “El cambio de año no ha afectado al coronavirus, que seguirá dominando el panorama económico”, escriben sus analistas en una nota a inversores. Mientras no se acelere el proceso de vacunación al conjunto de la sociedad, lo que no acontecerá hasta el tercer y cuarto tramo del año. Sus augurios: alzas del 4,5% en los meses primaverales y del 6,5% en los estivales. Con nuevas caídas de desempleo hasta verano para, a continuación, emprender una fuerte generación de puestos de trabajo en la segunda mitad de este año. Con este indicador aumentará hasta el 7,4% este invierno, que supone un incremento de tres décimas respecto al final de 2020, con descensos graduales hasta el 6,8%; el 5,9% y el 5,6% en los tres trimestres posteriores. “Esta tendencia está supeditada al gasto del consumo, a la contención de la epidemia sanitaria ya la velocidad de vacunación”. En este punto, dicen confiar en el efecto balsámico del programa fiscal adicional del Congreso: “La coyuntura económica ha estado y está aún marcada por la epidemia, pero inmediatamente después de este factor aparecen los estímulos y subsidios a ciudadanos y empresas”. con descensos graduales hasta el 6,8%; el 5,9% y el 5,6% en los tres trimestres posteriores. “Esta tendencia está supeditada al gasto del consumo, a la contención de la epidemia sanitaria ya la velocidad de vacunación”. En este punto, dicen confiar en el efecto balsámico del programa fiscal adicional del Congreso: “La coyuntura económica ha estado y está aún marcada por la epidemia, pero inmediatamente después de este factor aparecen los estímulos y subsidios a ciudadanos y empresas”. con descensos graduales hasta el 6,8%; el 5,9% y el 5,6% en los tres trimestres posteriores. “Esta tendencia está supeditada al gasto del consumo, a la contención de la epidemia sanitaria ya la velocidad de vacunación”. En este punto, dicen confiar en el efecto balsámico del programa fiscal adicional del Congreso: “La coyuntura económica ha estado y está aún marcada por la epidemia, pero inmediatamente después de este factor aparecen los estímulos y subsidios a ciudadanos y empresas”.   

El cuadro de mando y los riesgos de la Administración Biden

Las tensiones coyunturales no desparecerán con la toma de posesión de Biden. La economía no sigue aún una pauta definida. En verano y otoño, el mercado laboral fue capaz de recuperar casi el 15% de los empleos perdidos desde marzo. Pero noviembre emitió síntomas de parálisis en la trayectoria. Más de 240.000 estadounidenses solicitaron subsidios por desempleo en noviembre y los indicadores de alta frecuencia, en los que ponen el foco los economistas, aún conservan la duda sobre el dinamismo de la demanda interna -consumo e inversiones empresariales- con una caída gradual del gasto eléctrico y de las reservas hoteleras, que en noviembre era de tan sólo el 40%, la mitad que en octubre. Los desembolsos familiares también retrocedieron a razón de un 5% en las semanas previas a Navidad. Y las pequeñas empresas con cierres temporales por cese de actividad han vuelto a emerger. El parón en los últimos dos meses de 2020 ha vuelto a aparecer. De hecho, JP Morgan aseguraba el 2 de diciembre -con los equipos de transición para el cambio de presidencia en marcha, pese a los obstáculos de la Administración Trump- que la economía había dejado de crecer en noviembre. De ahí que los 908.000 millones de dólares, que se suman a los 3 billones (el 14% del PIB americano) que se desplegaron en primavera, sean tan determinantes para apuntalar el despegue. El alivio semanal de 300 dólares a desempleados, el aumento de rentas de los hogares, que crecían un 1,5% en términos agregados hasta octubre, y las inyecciones a los poderes estatales y locales, someidos a una crisis presupuestaria en sus cuentas, son otro salvavidas fiscal de emergencia. Aunque, probablemente, tampoco el último.

El equipo económico de Biden ha apelado a la cautela. Sabedor que a la urgente reanimación de la actividad se unen otras dos prioridades máximas: la lucha sanitaria contra el Covid-19, con las vacunas iniciando su administración por todo el territorio del país, y la necesidad de reconstruir los valores de unidad en la sociedad civil, todavía impactada por el asalto al Capitolio de la riada de partidarios de Trump. Y de los extraordinarios desafíos que tienen por delante para encarrilar la recuperación. Entre otros, reimplantar la digitalización, qué inversiones se han congelado en el circuito empresarial, una de las banderas de las carteras de capitales, que han dominado los beneficios durante la Gran Pandemia. The Economist se hace eco de la pérdida de dinamismo inversor en un proceso de reconversión no sólo vital, sino efectivo para el mercado, por cuanto el repunte de activos privados destinado a proyectos de propiedad intelectual con sello 'made in USA' se elevó en un 30% desde la crisis financiera de 2008. Pero las trayectorias de Walmart como referente global del e-commerce, la rivalidad entre Ford y Tesla por el vehículo eléctrico o las estrategias digitales de McDonalds y otras multinacionales, se han visto alteradas. Es como si la revolución tecnológica americana, el sello de identidad de la presidencia de Bill Clinton y el germen de la llamada nueva economía de los años del cambio de milenio, hubiera frenado de forma súbita su exitosa hoja de ruta. Y con él, su capacidad de creación de empleo y de incremento productivo en la práctica totalidad de sectores, aunque especialmente en el manufacturero y el de automoción, así como a la conectividad social, por la flexibilidad impuesta en el mercado de trabajo, el impulso al e-commerce y el asentamiento del llamado Internet de las Cosas.

Tanto en los servicios de estudios de los bancos de inversión como en la sala de máquinas de los think-tanks económicos predomina la idea de que la Administración Trump espoleará el proceso digital y el Green New Deal dentro de su anunciado nuevo contrato social, que girará en torno a la revisión de los modelos obsoletos de capitalismo que perduran en ciertas industrias y en una profunda renovación del entramado burocrático. Con la economía verde y la digitalización como estandartes. Y con el punto de mira en la rivalidad que, en este doble sentido, mantendrá con aliados como el bloque europeo y países con los que conservará una dura tensión geoestratégica como China. 

La victoria contra el Covid marcará el derrotero del PIB en 2021. La salud financiera de hogares y compañías y la eliminación de riesgos sobre el dinamismo será esencial para que retornen las reservas vacacionales, cobre impulso la hostelería y la restauración, vigor el comercio minorista y las empresas retomen las inversiones y las contrataciones con la flexibilidad inerte del mercado laboral estadounidense. Una cuarta parte de las pequeñas empresas mantiene el cierre echado según la Oficina del Censo Mercantil. Son las premisas que el equipo económico de Biden maneja para advertir que la coyuntura es “todavía frágil”, en palabras de Jared Bernstein y Ben Harris, dos de sus asesores más cercanos. Dentro del cual, persisten diferencias sobre la fiscalidad a los grandes patrimonios o en asuntos como la regulación antimonopolio. Aunque la mayoría demócrata en las dos cámaras del Congreso facilitará el consenso dentro del partido. La aceleración de las vacunaciones y una definición estratégica de la política económica de la Administración Biden son los dos factores que los expertos de S&P Global destacan para que EEUU pueda adelantar el inicio de su ciclo de negocios y corregir los 167.500 millones de dólares perdidos respecto al tamaño que tenía antes de la Gran Pandemia. Porque la actividad había marcado en octubre el registro del pasado mes de febrero, según el índice compuesto de IHS Markit, que llegó al nivel 55,5 -superar los 50 puntos equivale a salida de la recesión- con la industria por encima incluso de este eslabón (56) y la capacidad de compra del sector manufacturero a la zaga, en el 53,2. En el primer mes del otoño el optimismo cundió entre los empresarios, hasta que se desencadenó la segunda oleada de contagios.    

      

Un retroceso en las expectativas que también se ha trasladado a las rentas altas, que han dejado de gastar con la profusión de años anteriores. Su tasa de ahorro personal ha saltado un 13,6% en octubre ante la paralización de los vuelos, el cierre permanente o transitorio de hoteles de lujo o restaurantes de alto standing. El impacto sobre el poderoso sector servicios en el poder de gasto de las clases más pudientes americanas tuvo su momento álgido en abril, cuando este indicador de ahorro subió a cotas históricas, del 33,7%. Entre 2000 y 2019 el barómetro fue del 6,1% de promedio, señala la Oficina de Análisis Económico de EEUU. En un momento de mayor disponibilidad monetaria, tras dos ejercicios de vigencia de la reforma tributaria de Trump, cuyos principales beneficiarios han sido precisamente los ciudadanos con mayores ingresos.   

Los gastos del sector servicios -responsable de las dos terceras partes del PIB americano- se han reducido en 590.000 millones de dólares -equivalente al tamaño de economías como la iraní, la taiwanesa, la sueca o la polaca- desde el inicio de la epidemia, en febrero, el 60% de los 990.000 millones en los que ha aumentado los ahorros, alerta Aneta Markowska, economista jefe en la firma Jefferies. Con oscilaciones notables. Por ejemplo, subidas del 16,1% en alimentación o del 12,4% en comercio minorista, pero con caídas en hoteles del 32,2% y de la industria del ocio, de un 58,2%. El ajuste del mercado laboral también ha pasado factura a este indicador. Con más de 22 millones de estadounidenses que se han visto obligados al autoempleo, ingresos en las listas de desempleo superiores a las 400. 000 solicitudes mensuales y unos registros sanitarios que se han desmadrado -más de 200.000 contagios diarios en los días posteriores a Acción de Gracia-, con el censo de fallecimientos acercándose al medio millón de personas y las hospitalizaciones repuntando de los 115.000 casos al día- “la plena reapertura económica hasta que se consiga la inmunidad con las vacunas”, explica Diane Swonk, economista jefe en Grant Thornton. Bajo una alarmante merma de ingresos fiscales, que agudiza un déficit presupuestario en dobles dígitos y acelera el endeudamiento americano por encima del tamaño de su PIB. 000 casos al día- “la plena reapertura económica hasta que se consiga la inmunidad con las vacunas”, explica Diane Swonk, economista jefe en Grant Thornton. Bajo una alarmante merma de ingresos fiscales, que agudiza un déficit presupuestario en dobles dígitos y acelera el endeudamiento americano por encima del tamaño de su PIB. 000 casos al día- “la plena reapertura económica hasta que se consiga la inmunidad con las vacunas”, explica Diane Swonk, economista jefe en Grant Thornton. Bajo una alarmante merma de ingresos fiscales, que agudiza un déficit presupuestario en dobles dígitos y acelera el endeudamiento americano por encima del tamaño de su PIB.  

La demanda energética, tanto de hogares como industrial, también se ha resentido. De manera ambivalente, según los estados. Incluso en las semanas invernales en curso. Algo que en el sector no esperan restablecer “hasta que no se reanude con ritmo la actividad”, aclara Manan Ahuja, gestora en S&P Global Platts Analytics. En cierta medida, por el incremento de las bancarrotas de empresas que, a finales de 2020, se situaban en el nivel más alto de los últimos diez años. Un total de 630 compañías se declaró en suspensión de pagos en 2020. Veintitrés en los últimos quince días del año, avanza S&P Global Market Intelligence.   

A lo que hay que añadir el viraje geoestratégico, que recuperará, según convienen observadores de distintos centros de análisis de política exterior, el multilateralismo, de la mano una Europa, sin embargo, más independiente en materia diplomática y de seguridad, para perfilar un nuevo orden mundial, más parecido al que gobernaba la globalización antes de la era Trump. Con una predisposición a la calma comercial, al apaciguamiento de conflictos geopolíticos y un cambio de planteamientos respecto a potencias nucleares como Rusia o China o emergentes, como Irán, India, Turquía o Brasil. Incluso revisiones de alianzas con países como Israel o Arabia Saudí. En este sentido, George Friedman, fundador y presidente de Geopolitical Futures, pone el énfasis en que EEUU es un país dividido por la mitad. En lo social, en lo político y en el Congreso, pese a la victoria demócrata del Senado, lo que otorga a Biden “un margen de maniobra demasiado reducido”. Este reconocido experto alerta de que el sucesor de Trump "debe sentar las bases de su mandato con celeridad", tal y como lo hizo Obama en asuntos dominantes de la agenda como la guerra de Irak, el terrorismo o el llamado Estado Islámico.

En el caso de Biden, marcando el terreno en la batalla contra el Covid-19 y las recetas para una rápida salida de la recesión. Con signos de transformación. Como el cambio de lema que ya ha recalcado estos días. Del 'Make America Great Again' al 'America Back Again'. Y sus sucesivas apelaciones a la “sangre, sudor, trabajo y lágrimas”, porque debe galvanizar -afirma- un discurso de sacrificio en los dos focos de mayor prioridad para EEUU. Además de sentar las bases de su promesa de unificar el país. Al tiempo que modifica la táctica exterior de Trump, que ha generado un nuevo sistema geopolítico en Oriente Próximo con lazos inimaginables entre el mundo árabe e Israel; fuertes presiones hacia China para que transforme sus políticas económicas intervencionistas -una visión que comparten los demócratas- y un modo de aumento de la presencia estadounidense en Polonia y Rumanía para bloquear a Rusia y otear a Turquía. Asuntos -todos ellos- que podrían reforzar las relaciones transatlánticas, aunque EEUU también podría actuar sin la colaboración europea. Si el foco de actuación de Biden -como parece inevitable- se perpetúa en el orden doméstico, “daría la oportunidad a otras naciones a tomar ventaja en el terreno internacional”.