La deuda pública nos ha servido, en lo que llevamos de crisis pandémica para poder alcanzar niveles de gasto que, de otra forma no podríamos haber conseguido. Dinero procedente de los mercados financieros, en esa búsqueda de dinero por parte de España que nos llevará, a falta de un mes para cerrar el ejercicio a un aumento del nivel de deuda del entorno del 26% respecto a los niveles de cierre de 2019, que fueron del 95,5% del PIB.
Todo eso ha servido y está sirviendo para pagar todo lo añadido, desde las ayudas a las empresas que no vienen de los fondos comunitarios Next Generation EU, hasta los ERTE, pasando por el dinero de apoyo a empresa, autónomos y respaldo sanitario transferido a fondo perdido a las CCAA para hacer frente a los gastos derivados de la Covid-19.
Con los últimos datos en la mano, los completos correspondientes al mes de septiembre, la deuda pública en España alcanza los 1,43 billones de euros, con un crecimiento que se eleva al 9,5% desde el pasado año. Ese aumento convertido en millones de euros, desde agosto alcanzan los 12.885 millones.
Es un montante récord que nunca se había registrado en España hasta la fecha. Sin embargo, el peso de ese endeudamiento sobre el crecimiento baja hasta tres puntos del 125 al 122,1% del PIB, ante la recuperación, por el mayor incremento de la riqueza nacional
Como de momento las reglas fiscales están suspendidas con idea incluso, a pesar de los países frugales, de prolongarse en el tiempo ante el parón de la recuperación, no parece urgente su amortización. Nada más lejos de la realidad, porque un desequilibrio de este tipo puede lastrar la recuperación en el horizonte y el futuro económico de las próximas generaciones. Todo ello sin olvidar que, si no se profundiza en su caída, una próxima crisis nos colocaría con un peligro añadido para enfrentarla y sin posibilidad de endeudarnos para combatirla.
En este contexto, además, promete elevarse ante la caída de las expectativas de crecimiento, que pueden ir ligadas a una menor recaudación y al peligro de volver al mercado para pedir más dinero prestado en la fórmula de la deuda soberana española. E incluso que los rendimientos a pagar, que ya se corresponden, junto con las pensiones, con una de las partidas más elevadas de los presupuestos, aumenten.
De momento, el panorama no parece nada optimista. La recuperación se retrasa, con reducción de crecimiento de la OCDE hasta el 4,5%, desde el 6,8% anterior, lo que puede suponer el efecto contrario a lo que ha ocurrido estos meses: que el nivel de deuda sobre PIB se eleve y que eso, a futuro nos suponga un problema en las evaluaciones de Bruselas, cuando las reglas fiscales se reinstauren.
Desde el Banco de España, el gobernador Pablo Hernández de Cos pone sobre la mesa, en su comparecencia parlamentaria sobre los Presupuestos 2022, los problemas que conlleva un elevado endeudamiento, que espera se prolongue durante los próximos 15 años.
Considera que podrían traer consigo dos fuentes de vulnerabilidad: por un lado, que una mayor volatilidad de los mercados eleve la rentabilidad a la hora de que los inversores compren deuda pública. Por el otro, una posible afectación al alza de las condiciones de financiación y que, el mayor pago de rentabilidades detraiga recursos públicos que se pueden dedicar a otras partidas.
La parte buena es que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño ha anunciado que se suspende la última subasta de deuda prevista por parte del Tesoro Público en este diciembre, con lo que al final, se emitirá un 25% menos de lo previsto inicialmente. Deuda neta que asciende a 75.000 millones gracias a la mejora en la recaudación tributaria, niveles similares a los que se emitirán en 2022.