
La economía estadounidense, que venía mostrando señales de ralentización desde finales del año anterior, se redujo en un 0,3% anualizado durante los primeros tres meses del año, según datos del Departamento de Comercio publicados el 30 de abril.
Este descenso marca la primera contracción trimestral en tres años. Aunque Trump ya lleva más de 100 días en el cargo, ha insistido en que el desempeño económico negativo es consecuencia directa de las políticas heredadas del gobierno de Biden. Mientras tanto, los mercados reaccionaron con nerviosismo, cayendo tras la publicación del informe, lo que contribuyó a una mayor presión política y mediática sobre la Casa Blanca.
La herencia económica del cambio de administración
Trump ha argumentado que gran parte del primer trimestre de 2025 estuvo todavía bajo la administración de Biden, quien dejó la presidencia el 19 de enero. Al menos tres semanas del trimestre transcurrieron bajo su mandato, lo cual, en opinión de Trump, es suficiente para adjudicarle responsabilidad sobre el rendimiento negativo del PIB.
Según el presidente republicano, la caída del 0,3% es el resultado acumulado de decisiones previas en política fiscal, energética y regulatoria que habrían afectado la confianza empresarial, el gasto del consumidor y la inversión.
En una publicación en la red social Truth Social, Trump afirmó: "Este es el mercado de valores de Biden, no el de Trump", dejando claro que, a su juicio, las consecuencias económicas actuales están vinculadas directamente a la gestión demócrata anterior.
No es la primera vez que Trump utiliza la narrativa del "barco difícil de girar" para justificar inicios lentos de recuperación. En una reunión de gabinete, declaró que incluso el próximo trimestre debería considerarse "una especie de Biden", subrayando el desfase entre las decisiones de política económica y sus efectos reales en la actividad económica.
Reacción de los mercados y percepción pública
La caída de las acciones tras conocerse los datos del PIB refleja no solo las dudas sobre el rumbo inmediato de la economía, sino también la desconfianza sobre el impacto potencial de las nuevas políticas de Trump, en especial sus aranceles.
A pesar de que el presidente ha pedido paciencia, prometiendo un auge económico "como ningún otro", los inversores están valorando con cautela las tensiones comerciales y su posible efecto sobre las cadenas de suministro y el comercio internacional.
Trump ha defendido sus nuevos aranceles como una herramienta de presión estratégica para proteger la industria estadounidense, aunque economistas advierten que, en el corto plazo, podrían frenar el crecimiento e incrementar los precios.
El entorno económico actual está marcado por una transición de prioridades: del estímulo fiscal sostenido por el gobierno Biden hacia una política más proteccionista bajo Trump.
Déficit fiscal y presiones inflacionarias heredadas
Uno de los argumentos recurrentes del equipo económico de Trump es que el gobierno de Biden dejó un elevado déficit fiscal que ha limitado el margen de maniobra de la nueva administración. La expansión del gasto en programas sociales, subsidios energéticos y planes de infraestructura habría creado una presión sobre las finanzas públicas, obligando a Trump a adoptar medidas correctivas que podrían tener efectos contractivos iniciales.
A esto se suma el contexto inflacionario, que se mantuvo elevado durante gran parte de 2024. Aunque las tasas de interés comenzaron a moderarse a inicios de 2025, el endurecimiento previo de la política monetaria —necesario para contener la inflación— tuvo un efecto ralentizador sobre el consumo y la inversión.
Para Trump, todo esto conforma una "tormenta económica perfecta" que fue incubada durante el último tramo de la presidencia de Biden.
Tensiones comerciales y estrategia económica futura
Trump ha dejado claro que su estrategia de recuperación gira en torno al fortalecimiento del sector industrial y a la reducción de la dependencia de importaciones clave. Su gobierno ha anunciado nuevos aranceles, especialmente dirigidos a productos tecnológicos y manufacturas estratégicas provenientes de Asia, lo que ha generado temores de represalias y encarecimiento de insumos para empresas locales.
Sin embargo, el presidente asegura que estas medidas son necesarias para crear una economía más autosuficiente y resistente a las disrupciones globales, apostando a que en el mediano plazo los beneficios superarán los costes iniciales. "Estamos dando la vuelta a un gran barco", repitió ante la prensa, sugiriendo que los efectos positivos de su plan económico solo comenzarán a notarse en los próximos trimestres.
La contracción del 0,3% es modesta, pero simbólicamente relevante: marca un quiebre tras años de crecimiento, y ocurre en un periodo de transición presidencial. En este contexto, la lucha por controlar la narrativa económica cobra tanta importancia como los propios datos.

