El aumento de la demanda global rescata el pulso del petróleo, que se acomoda en los 60 dólares por barril

En pleno fervor inversor por los valores de transición energética. Un síntoma de que los combustibles fósiles aún convivirán durante un periodo indeterminado con las fuentes renovables. Pese a su cada vez mayor peso en los mix energéticos de todo el planeta. El repunte de la cotización del barril de Brent desde el inicio de 2021 supera el 25% y confirma que, una vez más, el mercado del crudo es un preciso barómetro temprano de la coyuntura de la economía global.

La revalorización del oro negro ha resurgido a la estela de las perspectivas de la recuperación de la economía que han emergido, de inmediato, al calor de las campañas de vacunación y de la efectividad de las soluciones farmacológicas para frenar el Covid-19. Cambio de tercio que ha ocasionado nuevas y más optimistas previsiones de inversión empresarial y, en consecuencia, un incremento de la demanda energética.

Y el petróleo es el carburante que sigue listo para atender los reajustes del mercado. Los contratos de futuro que se formalizan para su entrega en abril y mayo, apuntalan unos precios por encima de los 61 dólares. Señal de que, al menos durante la fase de transición hacia el despegue de la actividad, el crudo continuará dando lustre a la esperada reactivación. A la que el consenso del mercado sitúa antes del ecuador del año. En cualquier caso, para que su carta de navegación tome impulso en verano. Fecha en la que se sitúa el probable retorno a la normalidad y la relajación de gran parte de las restricciones de movimiento social. El punto de inflexión hacia el ciclo de negocios post-Covid.

La OPEP + acaba de decidir mantener sus cuotas de producción, pese a sus mensajes previos a una predisposición colectiva del cártel de añadir más crudo al mercado para cubrir las drásticas caídas de los inventarios globales, que han mermado a su mayor ritmo en más de dos décadas, como enfatizan desde Morgan Stanley, y que explican en términos coyunturales la recuperación del valor del petróleo.

Sólo la expectativa, al final enterrada por la OPEP + la pasada semana, de un hipotético aumento productivo del doble cártel del crudo -el histórico que lidera Arabia Saudí y el grupo de exportadores que abandera Rusia-, que actúa en comandita en el último decenio -pese a los conflictos entre Riad y Moscú- amortiguó durante dos semanas el pico de demanda ocasionado en EEUU por la sucesión de tormentas de nieve y de bajas temperaturas que llegó a colapsar el suministro en Texas el pasado febrero y que elevó la factura energética de hogares y empresas a cotas con tasas excepcionales. “El mercado está en alta tensión, supeditado a fuertes presiones de oferta y demanda”, explican en este banco de inversión para valorar el rechazo del cártel de incrementar en 1,5 millones de barriles diarios su producción conjunta.

En sus predicciones, sus expertos esperan aumentos paulatinos en futuras reuniones de la OPEP + con las que puedan atender las mayores necesidades de compra de crudo de las economías en vías de recuperación. Una vez que su precio ha alcanzado los 67 dólares, en febrero y dado que los países productores apenas comercializan, al menos de forma oficial, 8 millones de barriles diarios. Insuficientes ante el repunte de demanda en China, el mayor importador de crudo del mundo, que se ha instalado en niveles previos a la pandemia, o India, otro comprador crudo-dependiente, que advierte al cártel de que cualquier política de excesiva restricción productiva podría retardar la recuperación económica. También Japón, cuarto mercado de consumo de petróleo, acaba de suscribir el primer repunte interanual en febrero de sus necesidades de compra de crudo.

Este escenario ha llevado a entidades como Goldman Sachs a pronosticar un precio de 75 dólares por barril en el tercer trimestre y proclamar un ciclo alcista de las materias primas. A la compañía petrolífera estatal de Azerbaiyán a situarlo en los 80 dólares en verano y a rebasar en dos años la barrera de los tres dígitos, aunque desde la Agencia Internacional de la Energía se precisa una vuelta a la acumulación de stocks en las potencias industrializadas a partir del periodo estival, lo que pondría en tela de juicio este doble diagnóstico optimista.

A la espera de si la OPEP + abra o cierre la espita del crudo. “Todo dependerá de la contención de coronavirus y de la velocidad que tomen las campañas de vacunación”, matiza Marshall Gittler, jefe de análisis en BDSwiss, y de que “se mantengan las condiciones financieras laxas”, circunstancias que están “tirando del mercado energético al alza”. Tanto en el West Texas Intermediate (WTI), de referencia en EEUU y que va a la zaga del precio en Europa, como en el Brent.

Gráfico de la demanda de petróleo

Luciano Di Fiori, de McKinsey, añade más cautela. 2021 se inició con alrededor de 6 millones de barriles diarios de demanda por debajo del nivel de enero de 2019. Su previsión sitúa el precio del barril entre los 50 y 55 dólares de promedio hasta 2025. Si bien admite “alta volatilidad” si la reactivación se atenúa o si desde el cártel apuestan por contenciones productivas que pongan en riesgo el despegue de la actividad global.

“La estabilidad del mercado” -dice Di Fiori con una perspectiva de largo recorrido- “podría durar entre tres o cuatro años”. Entre otras razones, porque persiste el juego geoestratégico de la transición energética y la reconversión empresarial hacia las emisiones netas cero. Y no sólo en el sector privado. Gran parte de compañías estatales -desde Angola a Colombia, México, Rusia, Nigeria o Turkmenistán, entre otras- se han sumado a las firmas del Golfo Pérsico -con Aramco a la cabeza- en esfuerzos inversores para diluir sus huellas de carbono.

“La transición hacia las energías limpias está siendo fulgurante” también en las poderosas petroleras públicas, asegura un reciente informe de Foreign Policy que cifra en más de 1,9 billones de dólares las expectativas de inversión de las llamadas NOC’s -National Oil Companies- planes que consideran el principal de sus retos estratégicos. Como lo demuestra el hecho de que 400.000 millones de estos despliegues financieros se enfoquen a desembolsos de alta tecnología para instaurar mecanismos de captura de CO2. Por efecto, entre otros factores, del cambio de paradigma de sus competidores privados hacia criterios de sostenibilidad.  

En el ámbito privado, supermajors como Shell, ExxonMobil o Total han anunciado en los últimos meses proyectos de neutralidad energética y, por ende, de menor apuesta por los combustibles fósiles para adecuar sus objetivos de emisiones netas cero a las exigencias del calendario de los Acuerdos de París. El ecuador de siglo marca las estrategias de inversión de unas firmas que han dado los primeros pasos de transparencia ante la exigencia del escrutinio social, de la apuesta de sus accionistas e inversores por los activos ESG y del análisis del mercado, cada vez menos condescendientes con la opacidad informativa.

Asunto este último en el que inciden estudios como el Resource Governance Index, en los que se siguen considerando, a pesar de sus recientes avances, a corporaciones estatales como la argentina YPF o la noruega Equinor, con altos déficits de transparencia. En un año, 2020, en el que los criterios ESG -y sus protocolos y estándares de información a empresas- han llegado para quedarse. 

Gráfico: precios del petróleo e inflación

El rally alcista del crudo tampoco resulta una amenaza inflacionista palpable. El temor que se ha instalado en el mercado a una escalada de los precios por la pinza de la subida del petróleo y los bajos tipos de interés, en una fase de recuperación latente de las economías, especialmente las industrializadas, no es un factor de riesgo para Tamara Basic, analista de Oxford Economics.

A su juicio, los IPC de las naciones avanzadas y de los mercados emergentes han mostrado signos de repunte, pero “son estacionales, temporales”. Basic no aprecia espiral inflacionista alguna y menos achacable al aumento del precio del petróleo, que achaca a las expectativas de despegue de la actividad global. Tampoco por las tensiones en el consumo de alimentos. “Ni la energía ni la cesta de la compra van a ejercer unas presiones que no sean coyunturales”. La inflación, en la práctica totalidad de las economías, “estará bajo los objetivos de los bancos centrales” que van a tener margen temporal para mantener los tipos de interés invariables. A no ser que la OPEP+ logre, con su estrategia de cuotas por debajo de las necesidades del mercado, perpetuar, una vez más, la escalada de la cotización del oro negro y, con ella, exhibir de nuevo su tradicional posición de dominio como factor determinante de los ciclos de negocios.