El debate en los mercados gira en torno a una cuestión central: ¿estamos ante una nueva burbuja similar a la del año 2000, o simplemente asistimos a un movimiento de búsqueda de refugio frente a la incertidumbre económica y fiscal?
Los múltiplos actuales del S&P 500 superan los registrados durante la burbuja tecnológica del 2000. A ello se suma un Oro en máximos históricos y un Bitcoin que, pese a las correcciones recientes, sigue en zona elevada.
¿A qué responde esta dinámica? No únicamente a la expectativa de rentabilidad, sino a una búsqueda de protección frente a gobiernos percibidos como fiscalmente irresponsables.
En EEUU, la masa monetaria M2 crece al 4,3%, el ritmo más alto en tres años. En China, el aumento supera el 8%, niveles que los analistas califican de “excesivos”. Incluso países con gran capacidad de ingresos, como Arabia Saudí, presentan déficits fiscales y emiten deuda pública de forma sistemática. En este contexto, los inversores canalizan sus recursos hacia valores percibidos como más seguros: los llamados “Siete Magníficos”, el oro o el Bitcoin.
¿Cómo identificar una burbuja en Bitcoin?
Aunque hoy registra caídas, el comportamiento de Bitcoin parece responder más a un movimiento lateral de consolidación que a un cambio de tendencia. La clave para identificar una burbuja será observar si las empresas comienzan a destinar parte de sus tesorerías a esta criptomoneda. El ejemplo de MicroStrategy y Michael Saylor ha generado interés, pero la exposición institucional al criptoactivo sigue siendo reducida.
Si este comportamiento se generaliza, podría ser la primera señal de una fase especulativa extrema. Por ahora, no hay indicios de una burbuja inminente.
El oro: entre la opacidad y el riesgo sistémico
El mercado del oro es quizá el más opaco del sistema financiero internacional. Se encuentra en manos de unos pocos bancos comerciales privados, fuertemente apalancados y que operan mayoritariamente en mercados OTC, sin supervisión pública.
En enero de 2025, durante la expiración de futuros en el COMEX, muchos inversores reclamaron oro físico, generando un colapso temporal en la capacidad de entrega. La excusa oficial fue un retraso logístico en el Banco de Inglaterra, que administra las bóvedas donde se almacena el metal. Sin embargo, analistas señalan que el verdadero problema fue de liquidez y gestión en los bancos comerciales que centralizan la compensación y liquidación de contratos. El episodio fue de tal magnitud que el Banco Central Europeo y el Banco de Pagos Internacionales (BIS) lo calificaron como un evento de riesgo sistémico, abriendo la puerta a posibles nuevas regulaciones sobre estas entidades.
La conclusión es clara: para quienes quieran exposición al oro, la opción más segura sigue siendo el oro físico, no el “oro papel” representado por derivados o ETFs.