La gestión pasiva se caracteriza porque replica totalmente a un mercado y, si no lo hace en su totalidad, lo hace en gran medida. Si confío en el Ibex no voy a quitar Inditex por ejemplo aunque en este momento no me guste. Cuando tengo un mercado fuerte, es muy difícil superar a los mercados. Para este entorno es genial este tipo de estrategias.
La gestión asegurada es una gestión que la conocemos muy bien a través de los fondos de inversión, especialmente garantizados, y es una estrategia en la que yo meto el dinero en un activo que sé con mucha certeza que no va a quebrar, para preservar el capital. Marco un horizonte temporal, un nivel que mi patrimonio no va a rebasar hacia debajo y, con lo que queda, tengo más posibilidades de invertir.
A la hora de gestionar la cartera ¿cómo lo hago? Lo primero que tengo que mirar es cuáles han sido mis objetivos para ir asignando activos a cada uno de ellos e irlos controlando. Cuando tenemos una cartera donde tenemos riesgo, lo que tenemos que hacer es diversificar. Existe el denominado umbral de insomnio que dice que tienes que poner la cantidad de dinero necesaria en un activo para que, en caso de quiebra, le quite un x% de sueño. Si yo no quiero que una inversión me quite más de un 5% de mi sueño, lo máximo que invertiré será un 5%. Hay una figura que es la 5-10-40 que siguen los fondos de inversión. Esto es: no se debe invertir más de un 5% en un activo, la suma de activos que tengo entre el 5-10%, no deben pesar nunca más del 40%.
Una cartera tiene dos riesgos: de mercado y riesgo sistemático. Para combatir esto, es imprescindible la diversificación. Primero hay que diversificar por activos, que tienen que estar en consonancia para cada uno de los objetivos que he marcado en la planificación. Una vez ahí tengo que diversificar no sólo en activos sino en emisores. Tengo que hacerlo en vehículos porque la fiscalidad no es igual. Además, no sólo puedo tener el capital en una gestora.