Lo que todavía le falta es la presencia de grandes animales como los que vivían entonces y que, según los biólogos, son esenciales para el desarrollo de determinados árboles y hierbas árticos. Sin embargo, esta situación puede cambiar en poco tiempo, o al menos eso opinan los científicos de Harvard. Bajo la dirección de George Church, un equipo de Harvard se dedica a tratar de deshacer la extinción de los mamuts. A partir del ADN extraído de un mamut de 42.000 años que se encontró totalmente congelado, se pretende modificar un embrión de elefante de tal modo que se consiga engendrar un mamut.
Sin duda, con la llegada de este mamut, este Parque Jurásico será una nueva atracción turística, aunque esté un poco lejos del mundo civilizado. En cualquier caso, lo que yo creo y espero es que el regreso del mamut reavive el debate ético mundial sobre hasta dónde debe llegar el poder del hombre. Lo que también me enseña este caso es que el ADN, después de tantos siglos, sigue totalmente intacto. Y es algo muy excepcional, ya que las cintas magnéticas donde se guardan los datos en un disco duro o en un centro de datos, al cabo de diez años ya se tienen que cambiar. Según Nick Goldman, del Instituto Europeo de Bioinformática, en un centro de datos, nadie confía ni siquiera en un disco duro de más de tres años. Y sabe de lo que habla, ya que Goldman se dedica a guardar datos en el ADN.
Naturalmente, todos los datos interesantes, y también los tantísimos irrelevantes, de nuestro internet se pueden guardar en ADN. O, mejor dicho, en una estructura de ADN. Una molécula de ADN consta de dos largas cadenas entrelazadas de cuatro tipos de nucleótidos, llamados de forma abreviada A, T, G y C, que forman diversos pares de datos. En lugar de datos genéticos, es posible guardar otros datos en el ADN. Además de conservarse muchísimo mejor, el ADN tiene otra gran ventaja: es muy compacto y eso es algo muy necesario.
El mundo digital corre el riesgo de quedar enterrado en sus propios datos. En los últimos dos años, la humanidad ha creado y guardado más datos que en los 5.000 años anteriores. Si continúa a este ritmo, según Microsoft, en 2040, se habrán consumido todas las reservas de silicona de la Tierra, transformadas en chips de memoria. Es bastante probable que esta ola de datos siga creciendo. El despliegue del internet de las cosas, al que no solo se conectan los ordenadores, sino también máquinas, robots, aspiradores y microondas, no ha hecho más que empezar. Según live-counter.com, el tamaño actual de nuestro internet es de 13 millones de petabytes. Almacenar todo este volumen en centros de datos es costoso. Se necesitan diez años para crear un megacentro de datos para guardar un millón de petabytes. Un centro de datos de este tipo consume a diario cientos de megavatios de energía. Para hacernos una idea, si todo nuestro internet actual estuviera almacenado en una estructura de ADN, cabría en el maletero de un coche americano medio.
El almacenamiento de datos en ADN puede ser una solución duradera de pequeño tamaño para nuestro tsunami de datos. Por eso, no es sorprendente que muchas universidades y empresas estén trabajando para comercializarlo. Por ahora, el problema está en los costes y en la velocidad. El coste de leer el ADN se ha reducido exponencialmente en los últimos años. La primera vez que se leyó un ADN, costó 2.700 millones de USD, mientras que con las últimas máquinas de Illumina, ya está por debajo de los 1.000 USD. Guardar datos en una estructura de ADN todavía cuesta un poco más. Guardar un megabyte de datos digitales cuesta 3.500 USD hoy día. Pero también en este caso, se está experimentando un descenso exponencial del coste. Por ejemplo, la empresa Twist se dedica a desarrollar ADN sintético que permitirá guardar datos a menos coste y, sobre todo, más rápido. El objetivo de Twist es poder copiar un tubo de ensayo con su ADN sintético en una hora y por un dólar, lo que es equiparable a la capacidad de un centro de datos medio actual. Aunque todavía no estoy totalmente convencido de que esto vaya a tener éxito, hay quienes lo ven de manera diferente. Por ejemplo, Microsoft ya ha encargado 20 millones de sus moléculas.
Nunca dejan de sorprenderme las posibilidades de la tecnología de hoy día pero, sobre todo, la de mañana.
Por Henk Grootveld, Responsable del Equipo de Inversión en Tendencias de Robeco.Gestor de los fondos Robeco Global Growth Trend y Robeco Global Industrial Innovation.