Es sencillo: los amagos de crisis, los factores de riesgo, han pasado a convertirse en los dos últimos años en una oportunidad para tomar precisamente más riesgo en la cartera. Naturalmente, bajo dos condiciones. La condición necesaria, la abundancia de liquidez y condiciones financieras laxas; la condición suficiente, que se mantengan las expectativas de recuperación económica. ¿Qué puede fallar para que los mercados sigan apreciándose bajo estas dos premisas? Nada, naturalmente.
Pero, lo cierto,
en teoría la combinación de factores anteriores (liquidez y crecimiento) no se pueden mantener de forma indefinida. Aunque algunos economistas y banqueros centrales así lo pretendan. Además, casi más relevante, los precios de los activos se acabarán más tarde o más temprano resintiendo en caso de que se abra demasiado el gap con su valor.
Pero hay algo más que me inquieta: la confusión que detecto entre unas condiciones financieras laxas que amortiguan el coste financiero, social y político de los ajustes con la necesidad de los ajustes propiamente dichos. La política monetaria, especialmente la de tipo cuantitativo por su impacto positivo en los mercados, no es la solución a todos los problemas de crecimiento. Ni a los problemas sociales y políticos. Algunos economistas comienzan a advertir sobre el gap social, que no se ve precisamente ayudado por unos mercados financieros boyantes frente a un crecimiento económico moderado.
La economía es una ciencia fúnebre. De hecho, un buen ejemplo es la ambigüedad que siempre se detecta entre los economistas cuya botella se mueve entre medio llena y medio vacía en función del momento. Donde no hay ninguna duda es en el hecho de que los mercados financieros, la apreciación de los activos, ha sido muy positiva (fundamental) para ayudar a superar la Crisis. Sin embargo, en un futuro (esperemos que sea largo plazo) los mercados, su sobredimensión y quizás elevada apreciación, pueden convertirse en un problema adicional para la economía. De hecho, como fue el origen de la Gran Recesión. ¿La solución? Crecer con fuerza, ajustando de forma rápida y contundente los desequilibrios y debilidades estructurales.