Deshidratarse en el mar, una paradoja posible

Cargada de retos deportivos y matices técnicos, se soslayan en este evento aspectos que resultan contraintuitivos en sí mismos. Por ejemplo, los riesgos de deshidratación que acompañan a los participantes en la regata.

El doctor Juan Enrique González-Ruano Campos, especialista en Medicina del Deporte de Quirónprevención, servicio de prevención médica de The Ocean Race 2023, apunta con precisión a esta paradoja: “Erróneamente, tendemos a pensar que la deshidratación es un fenómeno asociado al calor. Sin embargo, esto no es del todo correcto, y menos cuando hablamos de regatistas profesionales a bordo de un barco de competición”.

Deshidratarse en el mar, una paradoja posible

Distintas variables

Las condiciones de vida a bordo de los barcos y la actividad que se desarrolla en ellos sitúan a los regatistas al borde de la deshidratación, sean cuales sean las condiciones climáticas en que se encuentren, porque son varias las variables que hay que considerar.

El viento, por ejemplo. La velocidad a la que navega un barco de competición es tal que las olas empapan constantemente la embarcación, lo que implica que los regatistas tengan que navegar enfundados en sus trajes de agua, que, por mucho que transpiren, pueden contribuir a la deshidratación.

“La alimentación es otra variable. El noventa por ciento de los alimentos que se consumen a bordo de un barco de competición son liofilizados porque de ese modo pesan menos y duran más, y por tanto son ideales para competiciones con largas etapas en las que hay que aligerar el peso de la embarcación. Pero los alimentos liofilizados necesitan ser rehidratados, para lo cual deben ser cocinados en agua hirviendo, tarea nada sencilla a bordo de un barco en constante bamboleo”, indica el Dr. González-Ruano. 

El agua es, lógicamente, una de las claves del problema. La que beben los regatistas a bordo es agua de mar potabilizada, desalinizada por ellos mismos a través de unas máquinas que, al potabilizar, eliminan muchas de las propiedades del agua y con ello dificultan la hidratación.
Además, como el sabor del agua potabilizada no es agradable, es habitual añadir a la bebida polvos isotónicos de sabores, normalmente de limón. Pero el sudor es hipotónico y los tripulantes reponen isotónico, lo que provoca una hipertonía que incrementa la deshidratación.

“Los regatistas deben estar muy atentos a la frecuencia en la ingesta de agua: es imprescindible no esperar a tener sed, para lo cual debería resultar útil el consejo que vienen siguiendo los ciclistas en largas etapas de carretera: beber a sorbos una bebida isotónica a razón de un cuarto de litro cada 15 minutos”, explica el especialista de Quirónprevención. “Cuando se ha instaurado la sed ya se ha instalado en el deportista un signo patente de deshidratación”.

Ni frío ni calor

La temperatura que se experimenta en cada etapa también es un factor que juega malas pasadas a la hidratación. En las etapas más frías, los regatistas tienen la impresión de no necesitar beber tanta agua. Sin embargo, las necesidades de hidratación de su cuerpo siguen siendo las mismas y a veces pueden aparecer signos de congelación a causa de una mala hidratación.

Pero, por supuesto, la radiación solar es uno de los más obvios peligros para la hidratación y por ello es fundamental contar con un buen equipamiento. “Las gafas de sol son fundamentales: además de buenas, para proteger los ojos de los rayos UVA, han de ser grandes, para protegerlos además del viento. Y las gorras también son importantes, aunque no suficientes, ya que el efecto espejo del mar hace que la radiación llegue por ángulos que la visera no protege”, recuerda el Dr. González-Ruano. Por tanto, es imprescindible también el uso constante de una crema solar adecuada, con independencia del frío, la fortaleza del sol o el color de la piel.