Telefónica, para la que Venezuela es uno de sus mercados más importantes en el continente- junto con Brasil y Méjico-, ha pagado con un importante descenso en su cotización de las últimas sesiones la depreciación de su negocio en el país. Venezuela, podría representar en términos de valoración alrededor de un 7% para la operadora española. Tras el movimiento del gobierno venezolano prácticamente se evaporó este porcentaje al caer su cotización desde cerca de los 20 euros hasta los 18,50 eur. Sin embargo no todas las compañías han sufrido del mismo modo el episodio venezolano. Iberdrola y Repsol, por ejemplo, gracias a la naturaleza de su negocio tenían gran parte de sus contratos denominados en dólares, lo que les ha evitado un castigo al conocerse la misma noticia.

Latinoamérica tiene un cara y una cruz para las compañías españolas. Siempre la ha tenido. Como en toda inversión, existe una relación directa entre riesgo y rentabilidad. Esto se ha puesto de manifiesto durante años en una prima por riesgo geográfico con la que han cotizado algunas compañías del mercado español, exhibiendo sistemáticamente unos múltiplos inferiores a los de sus comparables. Sin embargo, esto no ha desanimado a los gestores de dichas empresas, que han renovado año tras año su apuesta por Latam, obteniendo unos excelentes resultados como ha quedado demostrado en el pasado ejercicio, donde la bolsa española sorprendió a los inversores por su outperformance frente al resto de plazas europeas.

Este episodio, sin embargo, ha encendido de nuevo las alertas sobre la seguridad de los intereses españoles en latinomérica. En ese sentido no podemos generalizar, puesto que los países que generan la incertidumbre siempre son los mismos, y afortunadamente, representan una parte pequeña de su negocio a nivel global. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina,...destacan por generar una incertidumbre que no transmiten de igual modo otros países como Brasil o Chile. De repente, vuelve a surgir el debate sobre si nuestras empresas volverán a verse en peligro por sus inversiones allí, sin embargo es obvio que las compañías obtienen mayores beneficios que pérdidas en el contienente. Los episodios de intestabilidad son inevitables, y muchas veces, inherentes a la propia inversión. Sin embargo estos episodios serán puntuales, y no deben suponer un serio contratiempo en la evolución de nuestras firmas multinacionales.

Emprender negocios en zonas jurídicamente inestables o económicamente heterodoxas ya no es una opción sino que se ha convertido en una auténtica necesidad, dado que la capacidad para crecer es algo imprescindible para las empresas, y esto no sólo no se entiende sin acceder a los mercados emergentes, sino que además ya no es posible en los mercados maduros. Así, la realización de inversiones en países con riesgos asociados traerá algún otro dolor de cabeza a las compañías españolas, que sin embargo, en el largo plazo, se verán sobradamente compensados por los beneficios que se obtengan.