De este modo, se recupera un 59% de la caída acumulada en el primer semestre del año (-22,1%), si bien no hay que olvidar que los niveles actuales siguen estando muy por debajo de los de hace un año (-8,7%). También en la UEM el rebote de la actividad ha sido muy intenso (+12,7%), con países como Francia (+18,2%) o Italia (+16,1%) superando expectativas. Las buenas noticias siempre vienen bien y, especialmente, en momentos como los actuales con demasiado ruido e incertidumbre en el ambiente. Dicho lo anterior, debemos ser conscientes de que la información ciertamente es retrasada, al constituir una fotografía de cómo estaba la economía en el mes de agosto (o incluso antes), pues esta primera estimación está realizada en su mayor parte con la información de los dos primeros meses del trimestre. Además, el propio INE advierte que las futuras revisiones de los resultados publicados podrían ser de una magnitud mayor que la habitual, teniendo en cuenta las limitaciones para la obtención de información. Por tanto, si lo que se trata es de anticipar las tendencias de la economía española para el futuro más inmediato y extrapolar patrones de comportamiento, la información publicada por el INE el viernes por la mañana tiene una utilidad limitada.

Eso sí, se confirma que, tras el desplome en el ciclo de negocios provocado por la hibernación obligada de primavera, se ha producido un intenso rebote, una vez que la movilidad se recuperó con el final de las restricciones y se empezó a utilizar el ahorro acumulado de forma forzosa en el confinamiento. El consumo de los hogares fue el principal responsable de la recuperación del PIB en el tercer trimestre, con un repunte del 20,7% después de la caída abrupta del segundo trimestre (-20,4%). La recuperación del consumo de las familias se ha debido, en gran medida, al gasto en bienes duraderos (+61%), especialmente compra de automóviles, que se disparó en verano al aflorar la demanda embalsada que no pudo materializarse en la primera parte del año. Finalmente, por el lado de la oferta, destaca el buen comportamiento de la agricultura (+5% en tasa interanual) y de la industria (-3,6%), frente a la debilidad que presenta servicios (-9,8% interanual), especialmente en las ramas de comercio, transporte y hostelería (- 22%).

Estos datos solo reflejan una buena salida inicial del bache, pero que no está teniendo continuidad en los últimos meses. El avance descontrolado de la pandemia ha obligado a endurecer las restricciones, lo que acentuará la desaceleración que los datos de alta frecuencia y la mayoría de las encuestas muestran desde finales de agosto. El comportamiento del gasto con tarjetas en España la semana pasada ya empezó a reflejar el impacto de las limitaciones a la actividad/movilidad. El número de operaciones con tarjeta sólo superan en un 1% las del año anterior en las mismas fechas, cuando en agosto y septiembre se situaron entre un 6% y un 8% por encima, durante todas las semanas. En términos de importe, las compras con tarjeta se estancaron durante la semana y cayeron un 1% si consideramos sólo las presenciales, quebrando la tendencia de mejora de los meses de verano. También vuelve a detectarse diferenciación en los pagos en TPVs según los sectores de actividad: crecen aquellos que distribuyen productos de primera necesidad (+31% grandes superficies/alimentación y +68% supermercados) y se reducen de manera muy importante las actividades relacionadas con ocio y viajes (-50%) y, sobre todo, la semana pasada la restauración (-30%), lo que también afecta al descenso del pago con móviles. Por tanto, tras el desplome de primavera y el intenso rebote de la actividad en verano, la mayoría de los escenarios económicos contemplan una meseta en la actividad hasta los meses de mayo/junio, cuando podría producirse una nueva aceleración (vacunas, fondos europeos). Pero, esa senda ahora está en cuestión con la información de las dos últimas semanas.

En este contexto, ¿qué se puede decir del proyecto de Presupuestos? Lo primero, que se han elaborado en un momento de elevada incertidumbre, lo que aconseja limitar los objetivos y contar con grados de libertad suficientes para afrontar sorpresas negativas, como puede ser la necesidad de extender los ERTES mucho más allá de lo previsto en la actualidad (mes de enero). En este sentido, partir de un cuadro macroeconómico con cierto grado de optimismo (+10,8% de crecimiento del PIB, en términos nominales) aumenta la probabilidad de incumplimiento de las estimaciones, especialmente en el lado de los ingresos (+13,9% hasta 222.000 millones de euros). Sobre todo, en un contexto en que los gastos del Estado aumentan un extraordinario 33,3% respecto a 2020, 95.846 millones de euros más, de los que 26.634 millones son transferencias procedentes de la UE, mientras el gasto consolidado crece un 20,1% hasta 456.073 millones de euros. La conclusión es que, sin un apoyo/mejora de la coyuntura el año que viene, el objetivo de déficit público en 2021 (7,7% del PIB) parece difícil de alcanzar, siendo conscientes de la dificultad, en momentos como los actuales, de diseñar un presupuesto capaz de mitigar los efectos de la crisis, sin comprometer la sostenibilidad a largo plazo de los equilibrios básicos fiscales.

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