Por su parte, el enfoque top-down (‘de arriba abajo’) o descendente parte del análisis de las clases y categorías de activos, cribando paulatinamente el universo de inversión con la aplicación de filtros. Si bien ambos son válidos, a nuestro parecer, el análisis descendente resulta más ventajoso –a pesar de estar infravalorado–. A continuación le explicamos su funcionamiento.
El proceso comienza con la asignación de activos: qué porcentajes de la cartera colocará en renta variable, renta fija, activos monetarios u otros valores. A nuestro juicio, esta decisión debe fundamentarse en sus objetivos financieros a largo plazo, en sus necesidades de flujos de efectivo, en el horizonte temporal –periodo en el que debe mantener la inversión para alcanzar sus objetivos– y en su propia tolerancia al riesgo
El primer filtro es el índice de referencia que, normalmente, tendrá un carácter amplio, será de renta variable, renta fija o una mezcla de los dos, y servirá de modelo para la construcción de la cartera y como referente para medir la rentabilidad. En nuestra opinión, la composición del índice debería coincidir con su asignación de activos. En el ámbito de la renta variable, pensamos que un índice internacional como el MSCI World sería ideal por las oportunidades de diversificación que ofrece. Pondera las empresas en función del tamaño, lo que simplifica la evaluación de la concentración de la cartera en un determinado sector, categoría o empresa. En renta fija, el índice ICE Bank of America Merrill Lynch Euro Broad Market es un ejemplo de índice bien diversificado al que se recurre habitualmente.
Una vez haya determinado el índice de referencia, puede formarse un punto de vista respecto a la evolución de los mercados y obrar en consecuencia. Si su estimación no es la más pesimista, es decir, un mercado bajista –caída superior al 20% de la renta variable provocada por el deterioro de los datos económicos–, creemos que su cartera debería asemejarse mucho al índice de referencia en la relación entre renta variable y fija. Esta es la decisión de mayor jerarquía y, en nuestra opinión, decisiva: no la tome a la ligera, la asignación de activos debe basarse en las expectativas de rentabilidad, pero sin obviar las rachas de debilidad. Desviarse del camino puede poner en peligro los resultados que sus objetivos y necesidades requieren.
La segunda criba consiste en, para cada clase de activo, centrarse en categorías amplias; en renta variable puede ser un sector, un país, el tamaño o el estilo de inversión –crecimiento o valor–. Al repartir los activos entre diferentes categorías, la probabilidad de sobreexponerse a un área del mercado concreta es menor, reduciendo el potencial impacto de un retroceso. Sin embargo, no es necesario que calque el índice de referencia, puede examinar las ponderaciones sectoriales y geográficas y elevarlas en si espera que vayan mejor –sobreponderar– y reducirlas si sus expectativas son más bajas –infraponderar–, ya que su función es la de orientarle. Por ejemplo, el índice MSCI World mantiene un 16,1% en valores tecnológicos1, así que, si usted es optimista respecto al sector, podría incrementar su exposición al mismo en algunos puntos porcentuales. Por su lado, el 11,2% del índice corresponde al sector industrial2, conque si le despertara menos confianza, podría rebajar su participación en la cartera.
El mismo procedimiento sirve para la asignación geográfica. Las acciones de la eurozona y de Japón representan el 11,2% y el 8,0% del índice MSCI World respectivamente3, si bien puede ajustar estos porcentajes en función de sus previsiones, asignando más a sus áreas predilectas y menos a aquellas de las que recela. En todo caso, jamás olvide que alejarse demasiado del índice de referencia comporta ciertos riesgos.
En lo que se refiere al tamaño, nos parece útil fijarse en cuál es el valor promedio de esta variable en las empresas del índice de referencia.
En renta fija ayuda filtrar por emisores. Optar por estados, organismos supranacionales, empresas, incluso entidades locales, limita las alternativas. En este caso, los tipos de interés y la inflación esperados son clave, ya que los precios de la deuda se mueven en sentido contrario. A los bonos públicos les afectan mucho las presiones del precio del dinero, a diferencia de lo que ocurre con los privados, más influidos por la rentabilidad de la empresa emisora. En este caso debería reconsiderar sus previsiones económicas porque en deuda corporativa de baja calidad crediticia existe el riesgo de impago, ya sea de capital o intereses, según cuál sea la sensibilidad de la compañía a las recesiones.
El tercer filtro implica estudiar las relaciones entre las categorías que acabamos de analizar y ponderarlas en la cartera. En el universo de la renta variable, nuestro parecer es que las referencias cruzadas entre sectores y países pueden ayudarle, utilizando, por ejemplo, los desgloses sectoriales de cada uno de los países que forman parte del índice. Si desea sobreponderar los valores tecnológicos, seguramente le interese tener en cuenta la exposición del índice a Estados Unidos, patria de gran parte del sector; también cabe la posibilidad de rematar su posicionamiento en Europa con sectores como el sanitario o el industrial; de hecho, podría replicar la exposición de Alemania a este último, reduciendo así el ámbito de actuación de 285 empresas a 104.
Por último, comparar los valores concretos de cada categoría puede ser conveniente a la hora de decidir con cuál se queda. En renta variable, somos de la opinión que evaluar los riesgos propios de cada empresa sirve para descartar algunas y estrechar el abanico de opciones; desde nuestro punto de vista, además, prescindir de aquellas acciones que se comportan de manera dispar a la de su categoría –sus resultados difieren mucho de los de sus pares– pule aún más la selección. Con respecto a la renta fija, una de nuestras prioridades es la calidad crediticia del emisor –su voluntad y capacidad de pago–, sobre todo en el caso de la deuda corporativa; también concedemos importancia al examen de los límites o condiciones de la emisión de bonos –los llamados covenants–, que también contribuye a reducir el universo.
A modo de resumen diremos que, a la hora de construir una cartera de inversión, deben tenerse en cuenta múltiples factores, si bien hacerlo de manera sistemática, acotando el conjunto de valores mediante un enfoque descendente, es la verdadera clave para formular una estrategia a la que siempre podrá recurrir.
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