La energía eólica, que debía consolidarse como uno de los pilares de la independencia energética europea, ha sufrido un recorte histórico de producción entre enero y septiembre debido a las limitaciones estructurales de las redes eléctricas.

El fenómeno refleja un desequilibrio creciente: la capacidad instalada de renovables avanza a un ritmo más rápido que la infraestructura necesaria para transportar y almacenar la electricidad generada.

La situación ha provocado que miles de megavatios de producción no lleguen a los consumidores, mientras los operadores son compensados económicamente por desconectar parte de sus turbinas o paneles solares.

Un exceso de energía sin red suficiente

Las cifras publicadas por la agencia de datos LSEG, citadas por Bloomberg, revelan que algunas de las principales economías europeas —entre ellas España, Alemania, Francia y el sur de Suecia— han experimentado tasas récord de reducción en la producción de energía eólica.

En España, la tasa de reducción se elevó al 12,2 % en los nueve primeros meses del año, frente al 9 % del mismo periodo de 2024. En Francia pasó del 3,8 % al 5,3 %, en Alemania del 4,5 % al 4,9 % y en el sur de Suecia del 2 % al 2,4 %.

Estas cifras confirman que el exceso de generación en momentos de alta producción no puede ser absorbido por las redes eléctricas existentes. Cuando el viento sopla con fuerza o el sol brilla de manera continua, la capacidad de transporte y distribución se ve superada, lo que obliga a los operadores a desconectar parte de sus instalaciones.

A cambio, reciben compensaciones que se financian a través de los mecanismos del mercado eléctrico, aumentando el coste total del sistema.

Escocia, un ejemplo extremo del problema

Fuera del ámbito de la Unión Europea, Escocia ha experimentado un escenario aún más llamativo. Durante la primera mitad del año, las turbinas eólicas marinas del país tuvieron que reducir intencionalmente su generación el 37 % del tiempo. Según informó el Financial Times, esa cantidad representa cerca de 4 TWh de electricidad que no se produjeron, una cifra equivalente al consumo anual de más de un millón de hogares.

La falta de demanda en determinadas regiones y la escasez de interconexiones que permitan trasladar la electricidad a otras zonas con necesidades energéticas son las principales causas de esta situación.

El caso escocés es, cuanto menos paradójico: mientras la energía eólica sigue expandiéndose con nuevas instalaciones, la red no puede gestionar el flujo adicional de electricidad. Las limitaciones en la infraestructura no solo afectan la eficiencia, sino que también repercuten en la rentabilidad del sector, ya que las empresas deben asumir paradas programadas y menores ingresos.

Un desafío para la política energética europea

La Comisión Europea y los Estados miembros reconocen que el principal cuello de botella se encuentra en la red de transporte.

Durante su intervención de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, admitió que el sistema eléctrico del continente “no está adaptado al futuro energético de Europa”. Las redes nacionales continúan fragmentadas y los interconectores transfronterizos son insuficientes o infrautilizados.

Según estimaciones de Bruselas, serán necesarios entre 2 billones de euros y 2,3 billones de euros de inversión hasta 2050 para adecuar la red eléctrica a las necesidades derivadas del crecimiento de las energías renovables.

Sin esta modernización, los países corren el riesgo de desperdiciar parte de la electricidad generada y de ralentizar la descarbonización de su matriz energética.

El problema se extiende también a los sistemas de almacenamiento. La falta de capacidad para acumular el excedente limita la flexibilidad de las redes y obliga a recurrir a soluciones temporales, como el pago por desconexión.

Las autoridades europeas ya han comenzado a estudiar la posibilidad de introducir incentivos adicionales para el desarrollo de baterías de gran escala y tecnologías de hidrógeno verde que permitan aprovechar los excedentes-