Las fuentes limpias acapararon casi las tres cuartas partes -el 72%- de la capacidad eléctrica de nueva generación y ya proveen una tercera parte de luz al planeta. España se encarama en el ‘top-ten’ mundial de potencias renovables
En 2019, las energías limpias -la solar, la eólica y otras fuentes de tecnología verde- lograron producir casi las tres cuartas partes de la nueva capacidad de generación eléctrica. En concreto, el 72%. Una proporción récord. Sin parangón en la historia. Con las de origen solar al mando de las operaciones, ya que contabilizó el 55% de ese poder renovable.
Los datos de la Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena, según sus siglas en inglés) ofrecen otro argumento que invita al optimismo: las fuentes limpias suministran algo más de la tercera parte de la luz que se consume en el planeta. Otro registro sin precedentes. El informe de Irena constata que las centrales eléctricas de combustibles fósiles se hayan en retroceso. En Europa y en EEUU. Áreas en las que el desmantelamiento de sus instalaciones o la suspensión de sus actividades han superado a las nuevas construcciones. Pero el número de plantas de gas y carbón aumentó en Asia y África. Y en Oriente Próximo, donde se encuentran la mitad de las reservas de crudo del planeta, sólo el 26% de la nueva capacidad de generación eléctrica procedió de fuentes renovables.
Apuesta inversora por la energía verde
Las inversiones en energía renovables en todo el mundo han alcanzado los 3 billones de dólares a lo largo de la pasada década, admite la agencia, pero los desembolsos de capital previstos para 2030 se duplicarán anualmente. Con la finalidad de combatir la emergencia climática. Una hoja de ruta que podría acelerar el objetivo de neutralidad energética en 2050; es decir, de lograr las emisiones cero netas de CO2 a la atmósfera. Porque casi el 75% de la nueva electricidad que se generó en 2019 era de origen renovable. “La trayectoria es positiva, aunque aún se requiere una mayor contribución de la energía con el desarrollo sostenible y la mitigación de la polución”, dijo Francesco La Camera, director general de Irena durante la presentación del diagnóstico anual. “Y en estos tiempos cambiantes, no debemos olvidar la importancia de construir mecanismos de resistencia en nuestras economías”, aclaró en alusión a la Gran Pandemia. En respuesta a la mayor crisis de la historia reciente, “los gobiernos deberían focalizar sus esfuerzos a corto plazo y diferenciar entre el medio y el largo para tratar de acabar con las prolongadas consecuencias de esta recesión y, en todos estos periplos, la apuesta por la energía verde es un valor seguro” y una “garantía” de que el despegue de la actividad tendrá “suficiente potencia y resortes de seguridad” para engendrar un ciclo de negocios sostenible. “Deberían aprovechar la tormenta que se ha desatado en el mercado del petróleo, con el colapso de la demanda propiciada por la Covid-19 y la guerra entre Arabia Saudí, Rusia y EEUU por reanimar la cotización del oro negro”, explicó La Camera, para quien “la energía renovable es una fuente con un coste efectivo idóneo y más competitivo que, además, insufla a los mercados de energía y a los consumidores de una estabilidad alejada de las fuertes volatilidades que reinan en el negocio petrolífero”.
Las palabras del directivo de Irena revela la disputa la carrera competitiva que se libra entre los combustibles fósiles y las fuentes limpias. Con datos de su institución, en 2019, las renovables registraron un ligero descenso de su capacidad de generación de energía, al pasar de los 179 a los 176 gigawatios (GW). Muy por debajo del retroceso de los de origen fósil. Aunque la totalidad de energía verde instalada en el mundo hasta la fecha se elevó en un 7,6%, con Reino Unido acaparando la mayor subida del planeta, con un 6,1%, lo que le convierte en la decimoprimera potencia global en renovables. La solar es, dentro de ellas, la fuente energética estelar. Sobre todo, en Asia, con China, India, Japón, Corea del Sur y Vietnam en el top-five continental. Aunque han elevado su peso en los mix energéticos de EEUU, Australia, España, Alemania y Ucrania. Por su parte, la eólica aporta un 34% de la renovable, a once puntos aún de la térmica. Casi la mita de la cual se genera en China. Otras fuentes de tecnología energética verde -como la hidráulica, la bioenergía, la geotérmica o la marina, que acumula la fuerza de las mareas- siguen en cuotas modestas. Incluso respecto a la geotérmica, en la que apuestan países como Turquía, Indonesia o Kenia.
España vuelve al club de las potencias
En España, el sector de energía renovable sumó en 6 GW su capacidad. Impulso que sirvió para arrebatar a Francia un puesto y encaramarse dentro del top-ten mundial. En total, la capacidad instalada alcanzó los 54.592 megawatios (MW). A tiro de piedra de Rusia e Italia, que son las que la anteceden ahora en el ranking global. Por tecnologías, la posición de España también mejora. En la clasificación eólica, ocupa el quinto peldaño, con 25.553 MW y una mejora de 2.148 MW. En la solar, el noveno, con 11.065 MW de capacidad instalada tras aumentar su producción en algo más de 4.000 MW.
La vitalidad de las energías renovables se traduce también en un aminoramiento del precio final de consumo. La solar y eólica terrestre es la fuente más barata en al menos dos terceras partes de la población mundial; muy por debajo del carbón y el gas, considerado también, junto al oro negro, de origen fósil. De hecho, la factura eléctrica de proyectos eólicos ha caído un 9%, hasta los 44 dólares el megawatio hora en la segunda mitad del pasado ejercicio. Mientras que la solar lo hizo en un 4%, hasta los 50 dólares, según Bloomberg NEF, la división de datos y análisis del mercado energético del grupo mediático. Un descenso promedio que resulta más pronunciado en países como EEUU, China o Brasil, que han reducido los costes de equipo e insertado nuevas tecnologías que han logrado elevar sus ratios de generación a menor precio. Estamos ante un momento crucial, en el que la rentabilidad empieza a convencer a las grandes corporaciones de energía sobre la conveniencia de construir plantas energéticas no contaminantes, explica Tifenn Brandily, analista de BNEF: “Los proyectos solares y eólicos presionarán los precios por debajo de los 20 dólares el megawatio hora en 2030” porque ya en la actualidad “hay innovaciones en el plano digital que abaratarían hasta tal punto los costes”.
Hace sólo una década, la energía solar exigía un desembolso de 300 dólares por megawatio hora y la eólica terrestre excedía de los 100 dólares, cuando ahora, en EEUU se paga a 37 y en Brasil a 30 dólares. La solar también ha logrado un abaratamiento en las mismas proporciones, de 30 dólares, en China, la gran potencia de esta fuente energética.
Nuevo ‘boom’ inversor
Esta nueva coyuntura, de repunte productivo por los avances tecnológicos, la apuesta inversora por las renovables y la concepción cada vez más convincente y profunda de las sociedades civiles y las empresas en el combate contra la catástrofe climática ha generado otra oleada de capitales hacia las energías verdes. La primera se fraguó en 2014, a raíz de otro gran desplome del precio del crudo -como el actual, con cotizaciones negativas del barril de crudo en EEUU, y desembocó en los Acuerdos de París. Desde entonces, las renovables han recibido 1,2 billones de dólares al tiempo que se ha asentado el mercado de vehículos eléctricos, con ventas que han superado los 2 millones de coches en todo el mundo en 2019. Las previsiones de Bloomberg NEF anticipan un desembolso de capital de 10 billones hasta 2050. Porque “el efecto del precio del crudo sobre el crecimiento económico mundial se ha ido desacoplando desde la década de los ochenta, de forma paulatina, lenta, pero también inexorable”, declara Shane Tomlinson, vicepresidente del think-tank medioambiental E3G, para quien, ocurra lo que ocurra con su volatilidad en el futuro inmediato, “no va a modificar el paso de las energías renovables”. Las renovables -afirma- son una industria mucho más madura que hace cinco años, con menos riesgos inversores y que ha sido capaz de atraer fondos y recursos de capital que han arrinconado proyectos de centrales de energía basadas en combustibles fósiles.
Una prueba evidente de este mayor interés inversor por las energías renovables es el mensaje emitido por Larry Fink, CEO de BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, que logró ser viral. Era una carta dirigida a los máximos dirigentes de las empresas más representativas del mundo, en la que les alertaba de que el ‘engagement’, el compromiso, la capacidad de influir en las decisiones financieras, pero también en las políticas, pasaba a ser un propósito ineludible de su firma y una exigencia para las empresas en las que invierte BlackRock en todo el mundo. En la que los proyectos verdes iban a ser su bandera. Esta estrategia, concebida para sostenerse a largo plazo, se expande por el mercado. Como lo revela la cartera del Fondo Soberano Noruego, que maneja más de 1 billón de dólares de activos y que se dirigen a compañías respetuosas con el medio ambiente, a la vanguardia en innovación tecnológica y con desafíos ambiciosos en sus políticas de Responsabilidad Social Corporativa, como las que fomentan la igualdad de género o la excelencia académica. En sus carteras de capital se explicita exactamente la reducción de su exposición en empresas con alta “huella de carbono”. O la consigna dada por Chris Hohn, dueño de TCI Fund Management, firma que ha adoptado una agresiva estrategia de inversión a favor de empresas sostenibles al cimentar sus 8.400 millones de dólares de beneficios del pasado ejercicio en activos verdes. Una revisión de objetivos que le valió el galardón del hedge fund más rentable de 2019. Fink y Hohn han enviado consejos a CEOs de numerosas multinacionales con peticiones expresas para que apliquen e impongan a sus subsidiarias medidas de reducción de emisiones de CO2 o mecanismos más intensos y efectivos de comunicación con el colectivo de accionistas -preferenciales o minoritarios- para instaurar en sus estructuras y en sus decisiones ejecutivos criterios ESG (Environmental, Social & Governance).
El futuro orden mundial será sostenible, aportará 26 billones de dólares a la economía global y la banca diseña fórmulas de inversión para convertir el cambio climático en beneficios al inversor asegura la firma McKinsey. Desde donde también se incide en que los criterios ESG “están ya orientando las estrategias corporativas”. De hecho -explican- “son factores informativos cada vez más prominentes y considerados entre accionistas, inversores y consumidores globales”. Del mismo modo que se han erigido en parámetros esenciales para influir en los acervos normativos y en sus desarrollos reglamentarios. Desde 2013, se ha incrementado en un 72% el número de obligaciones y requerimientos no financieros -relacionados, sobre todo, con los principios ESG, lo que se ha traducido en más de 4.000 exigencias regulatorias. Después de que las empresas que operan en EEUU elevaran sus costes normativos en más de 4 billones de dólares -cifra similar al PIB alemán, el cuarto del mundo- en los cinco ejercicios que siguieron a la crisis de 2008. Los ESG “son factores informativos cada vez más prominentes y más considerados entre accionistas, inversores y consumidores globales”.
La estrategia en Europa y España
La Comisión Europea acaba de activar un procedimiento de cuatro semanas sobre el proyecto de reglas para establecer un nuevo mecanismo de financiación para proyectos verdes con objeto de fomentar la cooperación entre los socios de la Unión para lograr las metas nacionales y en el mercado interior. Para lo que pone en el frontispicio a las energías renovables, cuyas plantas de generación se desplegarán en términos de rentabilidad, pero también por criterios geográficos y de acceso a recursos naturales. Todo, dentro del llamado Acuerdo Verde Europeo, que busca la neutralidad energética para 2050 y que entraría en vigor ya en 2021. “Debemos utilizar todas las herramientas a nuestra disposición para alentar la inversión en energía renovable”, y con este mecanismo “proporcionaremos el instrumental necesario a los socios para que cumplan con sus objetivos energéticos y climáticos”, afirmaba hace unas fechas la comisaria de Energía, Kadri Simson, para quien este arsenal de recursos comunitarios, que excede el billón de euros, “será determinante para sostener el despegue en la era post-Covid” y alentará a las pymes a adentrarse en un negocio rentable, respetuoso con el medio ambiente y generador de puestos de trabajo”.
Días antes de esta reafirmación de la comisaria de Energía sobre la consideración “estratégica” que la Comisión ha otorgado a la neutralidad energética dentro del patrón de crecimiento de la UE desde la designación de Ursula von der Leyen como presidenta del Ejecutivo comunitarios el pasado otoño el Grupo de Expertos Técnicos sobre Finanzas Sostenibles de Bruselas publicó dos informes finales que sientan las bases para la denominada Taxonomía Sostenible de la UE. En los que se detallan las actividades económicas y los bajo criterios de sostenibilidad ambiental. Es decir, un road map de “rendimiento alineados” con el compromiso de lograr emisiones netas cero en 2050 y aumentar las fortalezas en el combate contra el cambio climático. En nada menos que 70 segmentos productivos que generan el 93% de las emisiones de Europa. Si sectores como el de la electricidad, el transporte urbano, la agricultura y la fabricación de cemento cumplen los criterios estipulados por esta Taxonomía, recibirán el galardón de ecológicamente sostenibles y, en consecuencia, podrán acceder al marco financiero.
Helena Viñes, directora adjunta de Sostenibilidad de BNP Paribas Asset Management y miembro del Grupo de Expertos Técnicos de la Comisión Europea sobre Finanzas Sostenibles comenta que la “Taxonomía supone un punto de inflexión en la historia de las finanzas sostenibles”. A su juicio “es una herramienta clave para los inversores, ya que define cuáles son sostenibles y bajo qué circunstancias”. Además de “establecer una trayectoria clara para la transición de las diferentes actividades económicas, facilitando así a empresas e inversores, la gestión y planificación de la transición de sus actividades e inversiones hacia una economía con bajas emisiones de carbono y más sostenible”. La Taxonomía, pues, “constituye un instrumento de ayuda inestimable a la hora de construir carteras de inversión e intercambios con las empresas sobre sus estrategias de transición”. Además de “permitir identificar cada fondo de criterio sostenible, facilitando la comparación entre carteras sostenibles para el inversor final”.
En España, la vicepresidenta para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, estima que la crisis del Covid- “reafirma la necesidad de reconstruir la economía europea” bajo los parámetros de un Green Deal que “nos conduzca al objetivo de emisiones netas cero”; es decir, en una economía baja en carbono como parte de la responsabilidad política y social de la UE en el escenario post-Covid. “No podemos caer en el error” de no combatir la catástrofe climática “porque el impacto económico del coronavirus sea histórico y tan profundo”, ha comentado Ribera en las últimas semanas. Algo que ha trasladado en todo momento a las tareas de dinamización de la economía española.
El departamento ministerial de Ribero también ha sido uno de los primeros en Europa en revelar el borrador del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) 2021-2030; en línea con las exigencias de Bruselas. Para hacer frente -dice el documento- a uno de los impactos del cambio climático más drásticos del Viejo Continente, en el que la temperatura media para todo el conjunto del territorio español subirá alrededor de 1,7 grados centígrados en comparación a la época preindustrial, donde el verano ya se ha alargado cinco semanas respecto al comienzo de los ochenta y la extensión de zonas con clima semiárido ha aumentado más de 30.000 km2 en los últimos 20 años. “Clima, naturaleza y biodiversidad están estrechamente conectados, pero sabemos también que el modo en el que vivimos, las infraestructuras, espacios comunes en las ciudades, la salud, la economía y los sectores productivos dependen enormemente del estado de salud de la meteorología”, asegura Ribera.
El PNACC -precisan en su ministerio- “es un instrumento de planificación básico para promover la acción coordinada y coherente”. Una hoja de ruta con medidas transversales, multilaterales y multinivel -a diferentes escalas territoriales- para hacer frente a los riesgos del cambio climático. Así, en concreto, define 81 líneas de acción sectoriales encuadradas en 18 ámbitos de trabajo, entre los que destacan clima y escenarios climáticos, salud humana, agua y recursos hídricos, biodiversidad y áreas protegidas, forestal, desertificación, caza y pesca continental y agricultura, ganadería, pesca y alimentación. A los que se suman otras áreas como costas y medio marino, ciudad, urbanismo y vivienda, patrimonio cultural, energía, movilidad y transporte, industria y servicios, turismo, sistema financiero y actividad aseguradora, reducción del riesgo de desastres, investigación e innovación, educación y sociedad y paz, seguridad y cohesión social. En siete ámbitos territoriales de actuación preferencial. Con mecanismos de seguimiento y refuerzo de políticas -informes sobre riesgos climáticos, sectoriales de adaptación e indicadores dinámicos, en concreto, 28- que darán paso a una fase de evaluación que tendrán reflejo en la alienación o no con los criterios del Green Deal europeo. En un momento crucial para inclinar la balanza del combate climático. Porque, según Greenpeace, la polución del aire de la combustión de aceites y carburantes fósiles cuesta al planeta 8.000 millones de dólares diarios, el 3,3% del PIB global y 2,9 billones de dólares al año, el equivalente al PIB de la India, el quinto del mundo, por delante del británico o del francés. Dato que corrobora el Centro para la Investigación de la Energía y del Aire Limpio (CRECA, según sus siglas en inglés). Con China, EEUU e India a la cabeza de los gastos, con 900.000, 600.000 y 150.000 millones de dólares, respectivamente.
Iberdrola. El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, aseguraba hace unos días, con motivo de la publicación del informe de la patronal internacional de energías renovables Irena y a colación de la dura recesión económico derivada del Covid-19 que “una recuperación verde es esencial para salir de la crisis de Covid-19”. El mundo -precisa- “se beneficiará económica, ambiental y socialmente si se centra en la energía limpia. Iberdrola seguirá invirtiendo miles de millones en energías renovables y en las redes e instalaciones de almacenamiento necesarias para integrarlas en el sistema, generando puestos de trabajo e impulsando la reindustrialización o en alinear los paquetes de estímulo económico y las políticas con los objetivos climáticos es crucial para una economía viable y saludable a largo plazo”.
La multinacional española se anticipó en 20 años a la transición que estamos viviendo, afirman fuentes de la compañía. “Desde entonces, hemos invertido más de 100.000 millones de euros en renovables, redes inteligentes y almacenamiento eficiente”. Es el camino que seguiremos en los próximos años, al tiempo que avanzamos hacia las emisiones nulas en Europa para el año 2030 y hacia la neutralidad en carbono a nivel global para el año 2050, aclaran. En este sentido, cabe destacar que Iberdrola ya tiene emisiones cero en muchos de los países donde desarrolla su actividad, como en Reino Unido, Alemania o Portugal. En cuanto a las inversiones, “tenemos claro que el sector energético es clave para la recuperación de la economía y del empleo tras la crisis sanitaria y que esa recuperación solo puede ser verde. Por este motivo, aceleraremos las inversiones hasta alcanzar el récord de 10.000 millones de euros solo en 2020.
La sostenibilidad forma parte del ADN de Iberdrola, que siempre avanza y perfecciona su modelo de acuerdo a los máximos estándares medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés). Con él, la compañía pone el foco en empleados, en accionistas y en la sociedad en general; “es lo que llamamos dividendo social”, explicitan. Sin ir más lejos, “nuestro plan de acción global contra la COVID-19 ha puesto en el centro a empleados y cadena de suministro, accionistas y sociedad en general”. Además, hace apenas dos semanas “fuimos la empresa en certificar con AENOR la ampliación del alcance de su sistema de gestión de eventos sostenibles a las presentaciones de resultados”. En cuanto al interés creciente de los inversores, “cada vez es más evidente que el mercado ha interiorizado que el cambio climático es el mayor reto al que se enfrenta la humanidad”. Así, “estamos viendo como cada vez más recursos se dirigen hacia activos sostenibles, que permitan el avance hacia una economía baja en carbono”, enfatizan. “Lo vemos también en nuestras emisiones de bonos verdes, ámbito en el que somos líderes globales en el ámbito corporativo”. Por los tanto, “la incorporación de inversores socialmente responsables nos permite diversificar nuestra base de capital al tiempo que amplían la demanda, con lo que logramos mejores condiciones”, aclaran las mismas fuentes.
Desde la eléctrica aseguran que, sin ninguna duda, la recuperación debe ser verde y ya contamos para ello con las hojas de ruta necesarias. En este sentido, el propio presidente de la compañía se hacía eco de ello en la reciente presentación de resultados, el pasado 29 de abril: “Existe un consenso total en que el camino de la recuperación económica debe ser necesariamente verde, con la lucha contra el cambio climático como elemento central”. Contamos para ello con planes claros tanto en Europa, con el European Green Deal, como en España, con el PNIEC. “Iberdrola está totalmente preparada para sumarse a esta tarea”, enfatizó Sánchez Galán.
Repsol. La compañía energética “ha decidido estar a la vanguardia de la transición energética”. Ya en junio de 2018, “apostó por darle un empuje definitivo con una fuerte entrada en el sector eléctrico y en las renovables, uno de los segmentos con mayor crecimiento futuro; y hoy Repsol es una compañía multi-energética que ofrece a sus clientes también gas, electricidad y todos los servicios alrededor de la energía”. Fuente de la multinacional española enfatizan que “es una oportunidad y una necesidad para una empresa centrada en el cliente que impulsa negocios rentables bajos en carbono y refuerza su apuesta por la tecnología en la industria, al tiempo que reduce las emisiones en operaciones y productos, guiada por el compromiso con los objetivos globales en la lucha contra el cambio climático”. Ahondando en esta línea, Repsol “ha querido situarse a la cabeza y a finales de 2019, anunció que orientará su estrategia para ser una firma con cero emisiones netas en 2050, lo que la convierte en la primera de su sector en fijar esta ambiciosa meta, que pretende limitar el calentamiento del planeta por debajo de los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales”. Asimismo, el pasado 25 de marzo, en plena expansión del Covid-19, “Repsol reafirmó de nuevo este objetivo”.
En esta senda -explican- “sus activos renovables en desarrollo suman una capacidad de 2.045 MW, que junto con los 2.952 MW de capacidad total instalada con los que cuenta actualmente la compañía, consolidan a Repsol como un actor relevante en la generación de electricidad baja en emisiones en la Península Ibérica”. Recientemente, Repsol inició las obras de construcción de su primer parque fotovoltaico, denominado Kappa y ubicado en el municipio de Manzanares (Ciudad Real). Esta instalación “dispondrá de una potencia total instalada de 126 megavatios (MW) y supondrá una inversión de 100 millones de euros”. Se trata de uno de los siete proyectos renovables que Repsol tiene en marcha en la Península Ibérica y el segundo en iniciar sus obras de construcción en España. “El primero fue el eólico Delta, ubicado entre las provincias de Zaragoza y Teruel, cuyos trabajos empezaron en diciembre del año pasado y siguen en curso. Con 89 turbinas, 335 MW y una inversión de 300 millones de euros, se prevé que entre en funcionamiento a finales de este año”. Asimismo, “la previsión es que las obras de construcción del proyecto fotovoltaico Valdesolar (Badajoz), con 264 MW y una inversión prevista de 200 millones de euros, se inicien próximamente”. En total, estos tres proyectos −Kappa, Delta y Valdesolar− suman una inversión total de 600 millones de euros.
De igual modo, a comienzo de este año, Repsol lanzó Solmatch, la primera gran comunidad solar de España. Se trata de un nuevo servicio basado en un modelo energético 100% sostenible, con el que la compañía fomenta la generación distribuida en España. Con este modelo, se acerca la generación de energía al punto de consumo mediante el diseño de comunidades solares en núcleos urbanos. Y, a finales del pasado ejercicio, puso en marcha Solify, una solución integral de autogeneración de energía fotovoltaica para particulares y empresas que ofrece energía 100% renovable.
Repsol, la compañía que preside Antonio Brufau, “mantiene un diálogo permanente en materia ambiental, social y de gobierno corporativo (ESG) con distintos grupos de interés -entre otros, inversores, asociaciones, representantes de instituciones financieras, analistas y proxy advisors- con el fin de conocer de primera mano su opinión y posicionamiento respecto a estas materias y de explicar las prácticas de la compañía. Asimismo, el equipo directivo lleva a cabo roadshows específicos sobre ESG, algunos de los cuales están liderados por el propio consejero delegado, Josu Jon Imaz. “Un 30,2% del total de acciones en manos de inversores institucionales se gestionan exclusivamente bajo criterios ESG”, aclaran en la multinacional.
El compromiso de Repsol con la sostenibilidad ha sido constante a lo largo de los años, siendo la primera compañía de petróleo y gas que apoyó el Protocolo de Kioto, la primera de su sector en emitir un bono verde y también, en fijarse la meta de ser una compañía con cero emisiones netas en 2050. Importantes inversores -explican- “han mostrado en repetidas ocasiones” su valoración positiva al compromiso de Repsol. Así, en noviembre pasado, varios de ellos, entre otros BNP Paribas Asset Management, “aplaudieron el compromiso de hacer lobby positivo a favor de los objetivos de París”, anunciado en la sexta edición del Repsol Sustainability Day, que reunió en Londres “a una cifra récord de analistas e inversores ESG que querían escuchar al consejero delegado, Josu Jon Imaz”. Igualmente, a principios de año, Church Of England Pension Board informó de una importante inversión en un índice que incorpora datos climáticos y que incluye a Shell y a Repsol por su alineación con los objetivos de cambio climático del Acuerdo de París. Y, en 2019 la Transition Pathway Initiative (TPI), asociación con sede en Londres que reúne a 50 grandes inversores que gestionan una cartera de activos de más de 15 billones de dólares -entre los que figuran BNP Paribas Asset Management, Aberdeen Standard, Legal & General Investment Management, Aviva, UBS o Robeco- analizó el desempeño y la estrategia de 135 compañías energéticas en la lucha contra el cambio climático y valoró a Repsol como una de las dos únicas empresas del sector del petróleo y gas, junto a Royal Dutch Shell, alineadas con la aspiración de alcanzar los objetivos marcados en la COP21 de París. También este año la agencia internacional Bloomberg publicó la Guía de 30 pioneros en políticas contra la crisis climática que marcarán este año 2020, y en la lista figura Josu Jon Imaz. BlackRock es precisamente uno de los principales accionistas de Repsol en la actualidad (4,99%) y el fondo noruego, Norges Bank, tiene también una importante participación, recalcan desde Repsol.
“El compromiso de Repsol de liderar la transición energética y de ser una compañía con cero emisiones netas en 2050 no ha variado” por la crisis del coronavirus, y tampoco su apuesta por la neutralidad tecnológica. Para la compañía, el relanzamiento y la competitividad de la industria es fundamental en el actual contexto económico creado por la pandemia del Covid-19. “Nuestro reto global como empresa energética es ser proveedor de energía en un mundo que cada vez va a necesitar más. Y hacerlo de la forma más sostenible posible”.
Audax Renovables. La cotizada española resalta que las energías renovables han generado más del 50% de la energía de marzo y abril, un resultado al que ha contribuido “el descenso de la demanda y las condiciones meteorológicas”. Fuentes de la compañía recuerdan que se ha vuelto a repetir lo que vimos en 2012 y 2013 cuando las renovables significaron un incremento del porcentaje en el mercado global de la energía y esto se tradujo en una bajada de precios”. En la medida en que las renovables cubran más parte del pool energético los precios irán a la baja.
El cambio climático “es una realidad y ante ella es imprescindible que las administraciones y el poder político entiendan que las renovables son el futuro, tanto por motivos medioambientales como económicos”. En este sentido, “no se debería olvidar que España se halla en una situación inmejorable para situarse a la cabeza de la transición energética en el mercado europeo, si se tienen en cuenta los objetivos hasta 2030 en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, cuota de energías renovables y mejora de la eficiencia energética”. Por lo tanto, “si se hacen las cosas bien, España puede convertirse en una potencia mundial de renovables, porque tenemos industria, empleo y tecnología”, enfatizan en Audax. Las grandes empresas han sido las primeras en tomar consciencia sobre la necesidad de adoptar medidas que reduzcan las emisiones de CO2 y que contribuyan a mejorar el planeta, tanto a nivel tecnológico, como de consumo y producción más respetuosa con el medio ambiente. “A esto hay que añadir el factor económico, ya que generar energías renovables es más barato que hacerlo por carbón”.
Audax Renovables comercializa y genera energía de origen 100% renovable. Y a lo que se une la apuesta por la firma de acuerdos PPAs - lo que le otorgará una posición ventajosa en el mercado energético - y por el autoconsumo. El autoconsumo es una tendencia en auge, una opción ecológica, económica y muy interesante ya que permite utilizar espacios desaprovechados en cubiertas de edificios, solares o balsas mediante instalación de placas fotovoltaicas que generan energía 100% verde y de Km 0. “El autoconsumo responde a una creciente demanda, que irá en auge teniendo en cuenta que, además, contribuye a reducir costes y aumentar la competitividad de las empresas”. Audax Renovables asesora y “realiza estudios de viabilidad” para que tanto empresas como administraciones públicas produzcan su propia energía 100% verde mediante la instalación de placas fotovoltaicas con un proyecto llave en mano. “Hay que aprovechar que España dispone de un potencial enorme en la implantación de placas fotovoltaicas, ya que es el país de Europa con mejor radiación solar.
Audax Renovables “está en una muy buena posición ante la pandemia del Covid-19 porque, a diferencia de las demás renovables del mercado, integra las actividades de comercialización y generación de energía 100% renovable, lo que nos permite -dicen desde la firma- aunar las ventajas de una utility grande con la agilidad de una utility pequeña”.
Audax Renovables es un grupo energético cuyas actividades se centran en el suministro de luz y gas, así como en la producción de energía 100% renovable. “Somos el Grupo energético líder en el segmento PYME en España, garantizando un suministro eficiente de la energía comercializada de origen 100% renovable a través de un proceso de integración vertical con la división de generación renovable, con una sólida posición financiera y preparado para liderar la transición energética en el mercado europeo”.
El Grupo opera en dos actividades de negocio diferenciadas: comercialización y generación. En su división de comercialización de electricidad y gas, está presente en España, Portugal, Italia, Alemania, Polonia y Holanda. Por otro lado, la división de generación gestiona una cartera total en explotación de 127 MW en España, Francia y Polonia en parques eólicos. Además, cuenta con un proyecto en construcción en Panamá.
Solarpack. Fuentes de la cotizada española aseguran sin tapujos que “estamos ante el inicio de una década donde se va a terminar de consolidar la revolución energética de la energía solar”. Solarpack, como empresa que aúna todas las actividades que abarca la integración de proyectos solares fotovoltaicos, encara los próximos años con la ambición de continuar creciendo de manera rentable, aprovechando las oportunidades que se dan y se continuarán dando en los diferentes mercados en los que estamos presentes y manteniendo los perfiles de riesgo adecuados en nuestras inversiones de activos de generación de energía, aseguran fuentes de la compañía. “En 2019 hemos triplicado nuestro parque de generación de energía, pasando de 141 MW a 450 MW en 4 países distintos. Además, hemos generado nuevos pedidos que suman 215 MW y que, junto al resto de nuestros proyectos en desarrollo que supera los 5 GW, siembran las bases para nuestro crecimiento futuro. Todo ello, sumado a nuestra experiencia de 15 años en el sector, un equipo de primera línea y nuevos proyectos de innovación en los que estamos trabajando, nos hacen afrontar esta revolución energética con mucha confianza e ilusión”.
A juicio de Solarpark, los criterios ESG son cada vez más relevantes y es algo que va a ir a más. “Estamos totalmente alineados con ello: las empresas tienen un ámbito de responsabilidad que en su sentido más amplio abarca a toda la sociedad a la que pertenecen y los criterios ESG van dirigidos a estructurar el impacto positivo que las empresas deben tener con cada uno de sus stakeholders”.
Solarpack comenzó a toda velocidad sus actividades de ESG desde los primeros pasos de la compañía hace casi 15 años. “ESG está en el ADN de Solarpack” gracias al compromiso de la compañía y también a las iniciativas personales de sus fundadores. Desde 2007, los proyectos solares FV de Solarpack incluyen iniciativas sociales para apoyar a las comunidades donde la compañía opera, priorizando regiones y países en desarrollo. Como ejemplos, podemos citar algunas iniciativas tales como “instalación de módulos FV en escuelas, suministros de material educativo y de construcción para escuelas, promoción de mano de obra local, apoyos a la educación local y su empoderamiento, o nuestra participación en programas de integración de inmigrantes”, entre otros. Ya en 2012 en los proyectos que Solarpack construyó y desarrolló en Perú, la Compañía implementó completamente los Estándares del Banco Mundial y los Principios de Ecuador. Además, Solarpack colabora con diferentes organizaciones sin fines de lucro, en especial con la Fundación EKI, creada por los fundadores de Solarpack y cuyo objetivo es eliminar la pobreza extrema del mundo enfocando su actividad en el suministro de electricidad (principalmente con fuente fotovoltaica) en África y Latam.
“Este año 2020 queremos visibilizar y estandarizar nuestras actividades de ESG, fieles a los valores que han caracterizado a Solarpack desde sus comienzos, asegurando que toda la actividad de la compañía se encuentre plenamente alineada con la máxima exigencia en materia de responsabilidad, tanto con el medio ambiente como con la sociedad y con el gobierno corporativo”, explican estas mismas fuentes.
La firma renovable española cree que “la apuesta europea por las energías renovables nos parece algo muy positivo no solo para el sector, sino para la sociedad en general. Las energías renovables son sólo una opción energética sostenible a largo plazo, sino que, además, hoy por hoy constituyen la alternativa más económica para la nueva capacidad de generación que necesita e irá necesitando el continente en los próximos años”. Las renovables traen consigo además innumerables iniciativas de innovación tecnológica y de modelos de negocio que son la semilla para generar casos de éxito que exportar a otros continentes. “Todo ello contribuye a seguir desarrollando un importante tejido empresarial que contribuye a generar empleo, riqueza y bienestar en la sociedad europea”, aseguran.