El ex presidente del Gobierno, Felipe González, concedió una amplia entrevista a Estrategias de Inversión. González fue el jefe del Gobierno más largo que ha tenido la democracia y forma parte de nuestras vidas de una manera innegable. En su disertación, que no tiene desperdicio, quedan varias ideas: se considera hijo del 78, de la Constitución, y los Pactos de la Moncloa. De una Transición en la que la enorme mayoría de las partes supo ponerse de acuerdo para dotarse de un marco de convivencia y actuación. Fue un proceso ejemplar. Duro, por supuesto. Pero del que debemos sentirnos orgullosos. 

Ese espíritu de los Pactos de la Moncloa, con el que se pusieron de acuerdo los principales partidos y sindicatos para afrontar el futuro y combatir los problemas de manera conjunta, parece perdido hoy. Resulta doloroso identificar una España rota por el independentismo y el frentismo político. Porque, además, siendo pragmático, ¿qué sale de todo eso? Perjuicio económico, por encima de otras cosas. Más pobreza, menos economía, menos empresa y menos clase media, lo cual significa más deuda y más gasto. 

Este país no fue capaz de un pacto de estado en plena crisis del Euro, ni tampoco de unirse para afrontar el problema catalán. Entonces, solo primó el interés electoral en aquellos tiempos. No tuvimos estadistas, sino politicastros aferrados a su cargo. Aquello fue un fracaso de la sociedad civil y un triunfo de la politocracia, que se tradujo en peor vida en general para todos. Los resultados son por todos conocidos: somos más pobres.  González insiste en nuestra entrevista en varias ocasiones en un pacto de rentas profundo, transversal, que no deje fuera a nadie, o a casi nadie. Que llegue fruto del entendimiento común para afrontar la inflación y el crecimiento. En el pasado fue posible. 

Lo dice una persona que en 1982 obtuvo 10 millones de votos y 202 escaños, algo irrepetible hoy en día, teniendo en cuenta el censo de entonces. (Imperdible su alusión a ello en la parte final de la entrevista). Y tuvo que aplicar el bisturí, aplicando medidas reformistas que fueron contestadas sindicalmente. Reconversión industrial, liberalización de mercados, infraestructuras y entrada en la Unión Europea. 

Un presidente que ha gobernado a su país desde 1982 hasta 1996 conoce a sus ciudadanos como si los hubiera parido. Por ello insiste en el mensaje. Una y otra vez. Esta nación ha sabido caminar del brazo y cuando lo ha hecho ha sido cuando mejor le ha ido. No olvidemos, por ejemplo, que, a finales del pasado siglo, el PP supo entenderse con los nacionalismos. 

Parece que España ha olvidado todo aquello, pero debemos recordarlo. Las élites políticas, las empresas y la ciudadanía. Todos. O, como dice González, “lo acabaremos pagando”.