Al final la banca se salió con la suya y, aunque el 3% representa el porcentaje estipulado prácticamente de antemano, lo que cambia es la forma de aplicarlo y se pretende con ello tratar de evitar crisis bancarias que afectan a todos a priori, aumentando las dotaciones de capital necesarias de las entidades. Pero esto no servirá de nada, como hemos visto por experiencias anteriores,  si los controles no son férreos y a nivel internacional.

El loco endeudamiento bancario de épocas pasadas podrá aminorarse con este porcentaje que tratará de impedir espirales perversas de endeudamiento como las ocurridas. No obstante,  supone un éxito para la banca que estaba en contra de la aplicación estricta de este porcentaje ya que lo aprobado modifica las bases de su cálculo. Ahora se contabilizará sobre  el saldo neto de exposición -  y no sobre bruto - con lo que el ahorro estimado para el sistema bancario,  según algunos especialistas,  superará los 250.000 millones de dólares
- Ello les supone un ahorro en costes y además les hubiera llevado a mayores restricciones de crédito,  con las dificultades que conllevaría para la recuperación mundial al no poder crecer el crédito,  lo que deriva en minoración de los volúmenes de negocio y, por consiguiente, de ingresos. Tengamos también en cuenta que mucho de este capital necesario se basa en instrumentos financieros y fiscales que no tienen todas las garantías y se parecen mucho al papel mojado, por lo que “la banca siempre gana”.

Muchas veces vemos estos acuerdos de los comités bancarios a nivel mundial como algo lejano e inoperativo dada la confusa maraña contable que se aplica en la contabilidad bancaria  pero de lo que se trata es de evitar que los bancos no tengan un respaldo por su endeudamiento. Al igual que una empresa o una familia cuando se endeudan,  las garantías han de ser proporcionales y justificar que se puede pagar con los flujos de caja. En  los bancos igualmente han de estar acordes al riesgo que se corre, aunque todo esto es muy fácil de ponerlo en un papel, lo difícil es poderlo controlar y que la normativa se aplique en todos los países por igual.

La buena praxis bancaria de los viejos banqueros siempre les llevaba a mirar con mucha prudencia sus operaciones financieras porque iba en ello su supervivencia. Colocarles modernamente una red por parte del ESTADO ha hecho que esta prudencia desaparezca, en parte, y ha llevado a niveles mínimos el  riesgo de aumento considerablemente y además sin respaldo suficiente. Si a todo ello unimos una fuerte politización de la gestión llegamos a la conclusión que el fracaso era cantado.

Casos como la CAM o CAIXA CATALUÑA muestran a todas luces la ineficacia de los controles internos de las entidades, en primer lugar y,  de la supervisión bancaria a nivel nacional así como del resto de los organismos que tienen algo que ver y son corresponsables de estas situaciones. ¿Dónde estaba el BdE cuando estas situaciones proliferaban en nuestras entidades financieras? , ¿Dónde estaban los auditores externos que certificaban las cuentas sin problemas?,¿Y los auditores internos que velaban por las aplicaciones de la normativa de manera estricta?, Nada sirvió para que las garantías y las buenas prácticas fueran ejecutadas como se debiera.

De nada sirve pues si toda esta normativa no tiene una aplicación estricta y rigorosa a todos los niveles. Y esa línea de actuación que parece que empieza a emprenderse ahora con la supervisión bancaria única a nivel internacional no prolifera y se lleva a la práctica. Los instrumentos financieros aparecen más deprisa que lo que sería de esperar y su control a una banca globalizada cada vez es más difícil y complicado , hay que exigir mayores garantías para los ratio de capital y que su control sea exhaustivo por todos los órganos tuteladores de estas funciones.


Rafael Montava Molina
Consultor Financiero Empresarial
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