El BCE vigila, pero no actúa, contra la apreciación del euro pese a la pérdida de competitividad exterior

Aun así, mantiene sin cambios su política de estímulos, que todavía no ha desplegado ni la mitad de sus recursos para combatir el Covid-19 y corrige en siete décimas su previsión de recesión de la zona del euro para este año. Aunque sin vestigios de intervención para reducir el valor de la divisa europea.

El euro sigue al alza. Incluso tras la última reunión del BCE, el pasado jueves, donde la institución regulatoria europea mostró una tenue preocupación por la paulatina revalorización de la divisa común frente al dólar. Un 7% desde el inicio de este ejercicio y un 10% desde finales de marzo, cuando el coronavirus encendió la mecha de la Gran Pandemia económica global. Aunque en alguna de las jornadas del segundo trimestre llegó a registrar un diferencial del 13%.

La moneda europea elevó otro 1% su relación cambiaria con el billete verde americano tras la cita del BCE. Vigilancia. Fue el término al que más acudieron la presidenta del BCE, Christine Lagarde, y el vicepresidente Luis de Guindos, durante su comparecencia posterior a la reunión del comité ejecutivo de la entidad supervisora. La fortaleza del euro está empezando a resta competitividad a las empresas exportadoras europeas.

Algo más explícitos fueron otros dos responsables del comité ejecutivo, Philip Lane, economista jefe de la institución, e Isabel Schnabel, quienes se limitaron a recordar que la evolución del tipo de cambio “es un asunto” de la política monetaria del banco. Sin más. Motivo que levantó las suspicacias de los analistas, que consideran banales las aclaraciones del organismo regulador al respecto. Y achacan el repunte de la divisa europea en las horas que siguieron a la intervención de Lagarde y Guindos a la ausencia de un criterio monetario claro para abordar con garantías el rally alcista del euro.

Así lo refleja Konstantin Veit, portfolio manager en PIMCO, para quien, “la reunión [del pasado jueves] estuvo en línea con las expectativas de no modificar ni un ápice la configuración de la política monetaria”. Pero “puede ser interpretada como una victoria marginal de los halcones de la institución, ya que el BCE no abordó agresivamente el tema de la evolución de la moneda y no dio ningún indicio de nuevas medidas acomodaticias”.

Como resultado -aclara- la cotización del euro recibió un mayor impulso. El analista de mercados de eToro, Edoardo Fusco, comparte esta visión: “Los inversores esperaban que Lagarde tratase de rebajar las predicciones del euro o, al menos, bajar su intensidad; sin embargo, “simplemente no sucedió”. A su juicio, afrontar el tema de la apreciación del euro y afirmar claramente que no va a abordar al nivel del euro no es una señal positiva para la economía de la zona euro, basada en las exportaciones”. Porque un euro “más fuerte podría debilitar la economía de la UE y exacerbar la divergencia entre las economías de EEUU y de la UE”. Por otra parte, “un dólar más débil es positivo para facilitar el despegue económico, las existencias y los productos básicos”. De modo que “no todo lo malo hace daño necesariamente”.

El déficit comercial americano volvió a resurgir con fuerza en julio. El mayor diferencial mensual desde la crisis de 2008, según el Departamento de Comercio, que certificó un aumento del saldo negativo de la balanza comercial del 19%, hasta llegar a los 63.600 millones de dólares. Las importaciones a EEUU crecieron un 10,9% (231.700 millones), mientras las ventas al exterior lo hacían en un 8,1%, hasta los 168.100 millones. A pesar de las ventajas competitivas de un dólar en descenso.

En junio, último dato contabilizado por Eurostat, la zona del euro obtuvo un superávit comercial de 21.200 millones de euros, frente a los 19.400 millones de junio de 2019. Aun así, emite señales de ralentización. Las exportaciones se aminoraron en un 10% en términos interanuales, y las importaciones, un 12,2%. También disminuyó los flujos en el mercado interior. En un 7,3%. Un sónar que induce a pensar que la vigilancia sobre el euro del BCE debería transformarse en medidas concretas para frenar su revalorización.

 

Análisis de la apreciación del euro frente al dólar

 

Sobre todo, en comparación con la inflación. El primer objetivo del BCE que tiene por mandato en sus estatutos fundacionales mantener los precios a raya por debajo del 2%. De hecho, el IPC de los socios monetarios penetró en agosto terreno negativo y las previsiones del BCE aseguran que se mantendrá bajo cero en los próximos meses, hasta que se recupere el dinamismo perdido por la epidemia. Incluso anticipa que será de apenas tres décimas este año y del 1% en 2021. En el siguiente ejercicio, del 1,3%. De manera que nada induce a pensar que los precios vayan a ser un quebradero de cabeza para las autoridades del BCE.

 

PIB de la eurozona

 

Más preocupante es el despegue de actividad. Aunque el BCE mejoró sus perspectivas del PIB en siete décimas, hasta augurar una recesión del 8% este año. Ante este panorama, mantendrá invariable su política. A la espera de comprobar si sus predicciones de crecimiento del 5% el año próximo, y del 3,2% en 2022, empiezan a encarrilarse. Datos que no incluyen -tal y como aclaró Lagarde- ni el impacto del fondo europeo de recuperación, ni el incremento del PEPP de junio, ni la solidez de la moneda.

 

Inflación de la eurozona

 

Los miembros del consejo han debatido y están siguiendo de cerca el tipo de cambio, pero no es el objetivo del BCE”, zanjó Lagarde. Pese a que subrayó que la entidad emisora "sigue este parámetro con máxima atención y vigilancia, porque el valor externo del euro tiene efecto sobre los precios de la eurozona”. Es decir, dio prioridad a una inflación que brilla por su ausencia a la pérdida de competitividad en el exterior. Un discurso políticamente correcto que, sin embargo, el BCE se ha saltado en el pasado en varias ocasiones para atender las fluctuaciones de la divisa europea.

Por otro lado, la primera cita postvacacional del BCE corroboró la continuidad del programa de estímulos. En especial, el PEPP diseñado y enfocado para hacer frente a la pandemia, con unas dotaciones financieras de 1,35 billones de euros, que no ha agotado aún ni la mitad de fondos. Ni la compra de activos (QE), cuyas compras se realizarán hasta junio de 2021 con reinversiones de deuda con fecha de vencimiento hasta finales de 2022. También conserva la tasa de depósitos en escenario negativo, del -0,5%.