No hace falta retroceder mucho en el tiempo para hablar del pasado, quizás sólo unos 15 o 20 años atrás, cuando el inversor particular no tenía mucha elección en cuanto a activos financieros. La inmensa mayoría de las inversiones se canalizaban a través de las entidades financieras y se sustentaban en su mayoría en la compra de acciones (mayoritariamente de compañías nacionales), fondos de inversión y bonos. El abanico de productos en manos del inversor particular era bastante reducido. Las inversiones solían ser rentables, existían numerosas OPV (salidas a Bolsa) que resultaban ser un éxito para el inversor, etc. Estábamos en un mercado alcista. Los clientes, en su mayoría, estaban contentos con el asesoramiento que recibían en su entidad financiera. El resultado de las inversiones enmascaraba una triste realidad: el asesoramiento financiero no era de calidad, entre otras por las siguientes razones:
• No se trataba, aunque parecía, de un asesoramiento personalizado. Se realizaban prácticamente las mismas recomendaciones para todos los clientes, sin atender a su perfil de riesgo, objetivos de inversión y conocimiento de los productos financieros.
• No era un asesoramiento independiente. Nuestro “asesor” estaba atado por lo que tocaba comercializar en ese momento. Y aunque no lo estuviese, el empleado de la entidad bancaria de turno sólo podía ofrecernos productos (principalmente fondos de inversión) de su propia entidad, aunque no fuesen los mejores dentro de esa categoría.
• A la estrategia tomada no se le realizaba un asesoramiento activo. La inversión solía permanecer en cartera funcionara bien o mal. En un entorno de mercado positivo perfecto pero cuando la estrategia estaba equivocada…
Llegamos al primero de los sustos que fue el pinchazo de la burbuja tecnológica en el año 2000. Es aquí donde muchos inversores comienzan a perder dinero ya que las caídas en Bolsa fueron espeluznantes: alrededor del 70% para el índice Dax alemán y el Eurostoxx50, un 60% para nuestro Ibex35, un 80% para el Nasdaq 100 de EEUU…Desgraciadamente, todavía hay inversores “enganchados” a aquellos precios que han perdido toda la ilusión por los mercados y, lo que es peor, parte de su dinero. Comienzan así a vislumbrarse los errores del pasado: carteras demasiado arriesgadas para el perfil de riesgo que quería el cliente y ausencia total de seguimiento de las inversiones por parte de nuestro asesor. Para cuando una persona quiso darse cuenta, las minusvalías eran ya demasiado importantes.
Los mercados nos dieron otra oportunidad a partir de entonces y experimentamos un fuerte y profundo rally alcista en las Bolsas que nos llevó a finales del 2007 a niveles de partida en caso del Dax, niveles inferiores todavía en el caso del Eurostoxx50 pero niveles superiores en caso del Ibex español y de índices americanos como el Dow Jones o el S&P500. El índice tecnológico Nasdaq 100 se quedó en esta recuperación (aún hoy anda a mucha distancia) muy lejos de los niveles alcanzados en el 2000. Algunos inversores pudieron recuperar parte de su dinero (cada caso es particular) pero todavía hay muchos a día de hoy que mantienen minusvalías en valores que cotizan por debajo de su precio de compra. Es una época en la que el abanico de productos financieros a disposición del inversor es enorme: acciones, fondos de inversión de todo tipo, etf’s, derivados (opciones, futuros, warrants), cfd’s… Cada vez se hace más necesaria la labor de un asesor financiero de garantías que nos oriente sobre dónde invertir, con qué instrumento y cuándo invertir.
Con este telón de fondo llegamos al presente, a la crisis subprime, unida a la crisis financiera, crisis de deuda y crisis de confianza, 4 en 1. Podemos dividir esta fase en 2: la caída y la recuperación:
• Las caídas en los índices analizados hasta Marzo del 2009 han sido muy importantes también: casi un 60% para el Dax alemán, el Eurostoxx50, el Ibex35 e índices americanos como el Dow Jones, el S&P500 y el tecnológico Nasdaq100.
• La recuperación desde entonces (aquí incluimos las bajadas debido a la crisis de deuda soberana) ha ido por barrios:
o El Dax alemán ha recuperado gran parte de lo perdido y se sitúa a menos de un 15% de sus máximos históricos, alcanzados en el 2000 y en el 2007.
o El Eurostoxx50, mucho más débil, apenas se ha recuperado y tendría que subir un 120% para alcanzar los máximos del 2000 y un 80% para alcanzar los máximos del 2007.
o El Ibex35 apenas se ha recuperado tampoco y tendría que subir un 80% para alcanzar los máximos del 2007.
o El S&P500 y el Dow Jones están cerca de sus máximos históricos (situación parecida al Dax alemán), pero el Nasdaq todavía está un 75% por debajo de los niveles alcanzados en el 2000.
La conclusión de esta fase es que los mercados se han descorrelacionado y sólo aquellos más fuertes han conseguido recuperar las caídas producidas en las distintas crisis. La conclusión para los inversores sigue siendo muy parecida: siguen con carteras con minusvalías importantes, se les ha vuelto a dejar desamparados y la sensación de no saber qué hacer ante este panorama les invade. El amplio abanico de productos financieros en la actualidad no es aprovechado: lejos de resultar útil, para la mayoría de inversores supone un enredo: qué producto elegir, cuáles son las ventajas/inconvenientes de cada uno de ellos, cuál es el que mejor se adapta a lo que ellos quieren, qué hago con mi cartera….Éstas y otras muchas preguntas son las que se están haciendo hoy por hoy los inversores de a pie.
¿Qué nos deparará el futuro?. Sin lugar a dudas, volveremos a caer en los errores del pasado y muchos de los inversores seguirán confiando sus inversiones a aquellas entidades que no les han asesorado correctamente durante el pasado. ¿Por qué?. En España, la dependencia del ciudadano de a pie de las entidades bancarias es espectacular y muy por encima de la mayoría de países. Todo el mundo tiene un sinfín de productos contratados en su entidad: domiciliación de nómina, recibos, seguros, tarjetas, planes de pensiones…Esto crea fidelidad e impide a la inmensa mayoría de la gente pensar en alguien distinto a su entidad bancaria para que le preste asesoramiento financiero. Pero, evidentemente, no es lo más óptimo para el cliente. Y es en este punto donde nosotros, desde AR EAFI, podemos y queremos ayudar al inversor. Desde la más completa independencia (no recibimos ningún tipo de comisión por parte de ninguna entidad financiera), nosotros realizamos una planificación financiera acorde al perfil de riesgo de cliente, punto de partida del asesoramiento. Nuestro objetivo es la consecución de rentabilidades positivas independientemente de la dirección del mercado, es decir, implementamos tanto estrategias alcistas como bajistas. Además, realizamos un riguroso control y seguimiento de la posición, ya que la coyuntura actual de los mercados nos obliga a ser ágiles con las posiciones tomadas.
Resumiendo, pensamos que la tendencia del inversor será la de diferenciar entre:
• el creador y comercializador del producto financiero o (las entidades bancarias)
• y el asesor de inversiones
Pensamos que el inversor seguirá trabajando con su entidad habitual, pero buscará el apoyo del asesor para la toma de decisiones de inversión.
Pero… en definitiva, ¿cuáles son las ventajas de trabajar con nosotros?
• Asesoramiento personalizado en función del perfil de riesgo y objetivos del cliente. Porque cada cliente tiene unas necesidades, necesita una solución individual y personalizada.
• Recomendación sobre qué productos basar el asesoramiento. Las estrategias se pueden materializar con múltiples instrumentos. Nosotros le indicaremos cuál es el que más se ajusta a su perfil.
• Estrategias alcistas y bajistas que le permitan aprovechar los movimientos significativos del mercado
• Seguimiento continuo de las inversiones. Es fundamental ser ágiles con las posiciones tomadas dada la coyuntura actual de los mercados.
• Información completa y detallada de los resultados de su cartera.
En AR EAFI creemos que el futuro del asesoramiento tiene que estar basado en estos principios y estamos trabajando para que los inversores depositen la confianza con nosotros.