Pero el aumento de las vulnerabilidades -las tensiones de liquidez dirigen a empresas a la suspensión de pagos, un riesgo especialmente activo en las pymes, en los vencimientos de deudas corporativas y soberanas y las debilidades que emergen entre las entidades prestamistas no bancarias- exige redoblar los esfuerzos, explica el informe de Estabilidad Financiera del FMI. Con reforzamientos regulatorios y mayores y más certeros controles de supervisión que eviten, en un clima de bajos tipos de interés, el contagio de la Gran Pandemia en el orden financiero global.

“En el corto plazo, durante la primera oleada del Covid-19, los riesgos de inestabilidad financiera han logrado ser contenidos”, admite el Fondo Monetario en su Financial Stability Report otoñal. Sin embargo, la aparición de una segunda embestida de contagios ha generado una atmósfera “impredecible”. No sólo para frenar la crisis sanitaria y la recesión global de mayor profundidad de la última centuria y confeccionar un nuevo ciclo de negocios bajo parámetros de normalidad relativa de la economía, a la espera de que el coronavirus deje de ser una epidemia mundial. También en el terreno de los mercados de capitales, el sentimiento de inquietud ha aflorado. La radiografía financiera del Fondo cataloga el escenario de “altamente incierto”. Pese a la acción concertada de gobierno y bancos centrales y sus instrumentos de estímulo, que han contribuido decididamente a “mantener los flujos de crédito, a eludir, de momento, la adversidad financiera y a tender puentes hacia la recuperación”. 

Tobias Adrian, responsable del poderoso Departamento Financiero del Fondo, afirma sin tapujos que “las vulnerabilidades están incrementándose, y que se intensifican en los mercados, donde cunde la preocupación por la debilidad de algunas economías”. Entre otras tensiones, el informe cita la incertidumbre que se ha asentado en las empresas no financieras, que “asumen mayores niveles de deuda que deben capear con menores niveles de liquidez y bajo un entorno de déficits alcista que debilitan el apoyo a las economías de los gobiernos y elevan, en paralelo, sus ratios de deuda”. Una crisis de liquidez que persiste y que precipita a numerosas firmas a situaciones de insolvencia, “especialmente si la recuperación se ralentiza”. Un clima que resulta pernicioso, sobre todo, para las pequeñas y medianas empresas, “más desvalidas que las de mayor tamaño para lograr acceso a capitales en los mercados”. El trayecto hacia la estabilidad pasa por ampliar las políticas de apoyo al sector privado y espolear la economía, desafío que “será desigual y muy divergente en según qué sectores y países”. En el terreno financiero, el sistema bancario sigue bien capitalizado, con la salvedad de algunas entidades en estado de debilidad y la posibilidad real de que alguna de las instituciones de esta industria experimente caídas en sus valores en bolsa; en especial, en un horizonte económicamente más adverso y sin soluciones biomédicas a modo de vacunas efectivas contra el coronavirus. 

Ante este peligro latente, el FMI, que señala a los mercados emergentes como los susceptibles de protagonizar embestidas sistémicas si se les desborda el itinerario de estabilidad financiera o no atienden las necesidades crediticias y de ayudas temporales a sus empresas y trabajadores, e invita a los gobiernos a mantener los subsidios y garantías en la reapertura de las economías, con políticas monetarias acomodaticias, emite una señal de alerta. A todas las autoridades que están implicadas en la generación de un clima más propenso a la recuperación. “Las facilidades prestamistas, el acceso al crédito y a la financiación internacional y el apoyo a las empresas con dificultades de solvencia siguen siendo esenciales para sustentar la recuperación y posibilitar la necesaria transformación estructural hacia una economía verde” en todo el planeta. La agenda de reformas financieras debe focalizarse, entretanto, en “fortalecer las fragilidades” que el Covid ha sacado a relucir. Con medidas -entre otras- de reforzamiento regulatorio, con requerimientos y exigencias contables y financieras más precisas, en alusión, sobre todo, a la falta de legislación precisa de la que se benefician las entidades prestamistas no bancarias, y elevando los controles de supervisión. Las acciones de fiscalización financiera deben incrementarse, dado el ambiente de bajos tipos de interés en todo el mundo y su propensión a “la concesión de créditos”. Para el FMI, las medidas contra-cíclicas de regulación alcanzarían una suma de 220.000 millones de dólares. Factura que serviría para sanear el capital de los bancos más débiles. 

 

 

Riesgos financieros y geoestratégicos

Los cálculos predictivos de las economías que refleja el informe WEO “reflejan los cambios en las condiciones financieras y, por ende, están fuertemente influenciadas por las percepciones de los inversores, constata el Departamento Financiero del Fondo. “Están detrás, pues, del alza del 5,2% del PIB global para 2021”. Pero el mapa de riesgos “presenta una substancial mejora a la baja”. En el gap entre actividad y creación de empleo y, en el orden financiero, en la necesaria estabilidad de los balances empresariales. De ahí la conveniencia de que, con objeto de eludir turbulencias en los mercados, sea prioritario consolidar las condiciones crediticias y eliminar tensiones como el Brexit o las guerras comerciales aún en curso. Cualquier alteración financiera o geoestratégica “aumentaría la volatilidad” y, con ella, la desconfianza inversora. 

 

 

“Los riesgos sobre los activos también han rebotado”. Como los niveles de contagio del Covid, constata el informe financiero del FMI. Lo que explica, en opinión de sus expertos, la corrección en las bolsas el pasado mes de septiembre. La recuperación desde sus estadios más bajos del mes de marzo, en general, contrastan con las “notables diferencias” entre países, que depende de la velocidad e intensidad de propagación del virus y de las ayudas sectoriales de sus gobiernos para frenar la recesión e impulsar el crecimiento. “Una simple descomposición del S&P 500 a lo largo del ejercicio a través de tres parámetros -ganancias actuales y proyectadas, tasa de riesgo libre y de prima de riesgo- muestra un drástico deterioro de los beneficios empresariales”, que se han amortiguado por la política monetaria de la Reserva Federal de abaratamiento del precio del dinero y de la puesta en marcha de su arsenal prestamista que, sin embargo, “ha generado una cierta predisposición al riesgo inversor”. Y que contrasta con el parón laboral y del consumo en EEUU. También la propensión a adquirir activos tecnológicos, que han sido corregidos por las carteras de productos derivados y estructurados. Aun así, y según los modelos predictivos del FMI, las acciones de empresas tech están “sobrevalorados”. En sintonía con la predicción de algunas voces relevantes del mercado que anticipaban, a finales de 2019, antes de la pandemia, una burbuja tecnológica en ciernes. Pese a ello, “la mejor aportación política y monetaria es la que apuesta por los mercados abiertos”, una crítica alusiva al proteccionismo comercial y a las batallas comerciales que dificulta el flujo de movimientos de bienes y capitales.    

 

 

“Las vulnerabilidades financieras mundiales se han incrementado desde la irrupción del Covid-19”. Hasta el punto de que “podrían ocasionar un test de resistencia en la arquitectura financiera internacional”. Y ya resultan “serias” en algunos sectores industriales y distintos ámbitos de la inversión, como el asset management, el empresarial, las firmas no financieras y las cuentas soberanas”; es decir, en el marco financiero de los países. Un elenco de tensiones que aumenta las posibilidades de quiebras y suspensiones de pagos. Entre socios del euro, con una incidencia aún relativamente baja (Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Luxemburgo, España, Finlandia y Holanda), en otras áreas industrializadas, de manera más evidente (Australia, Canadá Dinamarca, Japón, Hong-Kong, Noruega, Singapur, Suecia, Suiza o EEUU y Reino Unido) y, en el espacio emergente, de forma más sistemática e importante, en naciones como Brasil, China, India, México, Polonia, Rusia o Turquía. 

En la industria financiera, el FMI considera que la pérdida del actual vigor crediticio “afectará a la habilidad de las entidades bancarias para consolidar sus cuentas”, además de debilitar la capacidad monetaria de familias y empresas. Y cualquier escenario adverso en esta dirección, precipitar el descenso de los valores bursátiles de los bancos. Pero el punto negro de la industria lo focaliza en las entidades no bancarias. “Los bancos centrales no han mitigado sus fragilidades durante este periodo de facilidades concesionarias para el crédito”, asegura el Fondo. Motivo por el que sus expertos reclaman a las autoridades monetarias más supervisión sobre su negocio y regulaciones específicas que eviten shocks negativos, potenciales caídas de liquidez y eleven sus ratios de solvencia. Cuando las deudas soberanas crecerán por encima del 100% del PIB tras la crisis del Covid. El peligro de que la epidemia sanitaria y la recesión global se convierta también en una crisis financiera lo reflejó el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en su comparecencia de hace una semana en el Congreso, donde avanzó la preocupación del Fondo Monetario por si apareciese esta compleja incógnita en la difícil ecuación que deja la Gran Pandemia. Aún por resolver.