Endeudarse o morir. Una huíida hacia adelante de todos los países, en especial de los que menos músculo financiero tienen como en el caso de España. Los datos, que en nuestro país siempre cuentan con un decalaje importante, nos retrotraen todavía al mes de agosto, pero, por su cuantía, parecen de finales de un ejercicio tan negativo como este.
La deuda pública en España roza los 1,3 billones de euros al cierre de los ocho primeros meses del año. Trasciende, como pueden imaginarse, a lo que producimos. Es decir: ya gastamos mucho más que lo que ingresamos en concepto de actividad en nuestro Producto Interior Bruto. En concreto nos pasamos un 11% del mismo con lo que la ratio deuda/riqueza alcanza el 111%.
En dinero contante y sonante eso significa 130.000 millones más en el acumulado del ejercicio. Niveles desorbitados que se deben a dos factores: el pernicioso impacto del Covid-19 en nuestras vidas que está elevando el gasto público para mantener desde pensiones a ERTEs pasando por prestaciones al desempleo y todo tipo de programas de préstamos y subvenciones desde el Estado para mantener la actividad y evitar el paro. El segundo pasa porque el dinero es muy barato, incluso negativo, con lo que endeudarse no parece costar tanto, aunque recordemos que hay que devolver el dinero igual.
Hace nada menos que 118 años que no se veía nada igual, ni tan siquiera en la crisis financiera que nos azotó en 2008 y en la que pensábamos que nada peor que aquello podría ocurrir a nuestra economía y a las del resto del mundo. Niveles por tanto máximos los que generamos en endeudamiento tan dramático como necesario, donde el auxilio público parece ser el único aliciente para mantener el barco a flote en la crisis. Las previsiones del ejecutivo, actualizadas este mes en el nuevo cuadro macro, marcan cotas del 118,8% del PIB para este año y del 117,4 para el próximo, aunque muchos son los que dudan de su cumplimiento.
Aunque hay que recordar que en esto estamos todos, en España no somos un oasis en medio del océano: en todos los países pasa lo mismo, aunque lo fundamental en el futuro será conseguir el suficiente músculo financiero en nuestra economía para devolverlo. De momento, desde el FMI se nos indica que las cifras de este año desbordarán nuestras estimaciones y que la deuda pública llegará al 123% del PIB para no regresar a niveles preCovid hasta dentro de cinco años.
Seremos por tanto uno de los 30 países según el FMI, que supere la cota del 100% en la deuda pública. Y eso no crean que es la panacea: antes de la pandemia las previsiones para 2020 marcaban este año que la deuda alcanzará el 94,6% de nuestra riqueza nacional. Además para el año 2021 el Fondo Monetario Internacional calcula que nuestro apalancamiento como país alcanzará el 118,8% y bajará menos de un 3,5%.
Eso, con lo que tenemos ahora mismo sobre la mesa, sin más necesidades perentorias de dinero público, con lo que en el horizonte de futuro más nos vale pensar no solo cómo saldremos económicamente de esta crisis, sino también, por el camino, plantearnos cómo vamos a encarar sus futuras consecuencias macroeconómicas.