La gente suele tomar un atajo cuando piensa en Europa confundiendo los datos macro con los microeconómicos y considerando las dificultades individuales de los gobiernos como un barómetro de la salud global de Europa.

No obstante, las compañías europeas han sido lo suficientemente flexibles para adaptarse a las condiciones de la crisis. Desde 2008, los enormes esfuerzos que han puesto en práctica para reducir la deuda las ha ayudado a limpiar sus balances y a atesorar una cantidad importante de liquidez. Europa está llena de compañías excelentes, tanto sean grupos multinacionales como innovadoras PYMES. La etiqueta “hecho en Europa” es un signo de calidad en los mercados extranjeros que representan el 50% de las ventas de las compañías de gran capitalización. En esta misma perspectiva, la aversión a los títulos europeos se debe sobre todo al ambiente macroeconómico y no a los fundamentales.


¿Por qué volver a la renta variable europea? En primer lugar, un dividendo cercano al 4% hace que estas compañías sean particularmente atractivas. El pago de dividendos del 45% en 2012 está ahora de nuevo cerca del nivel del 46% visto en 2007 y casi dobla el de los títulos estadounidenses. En segunda instancia, las empresas están baratas y siguen subiendo desde sus mínimos históricos. Las acciones europeas se están cotizando a un PER de 10 veces, inferior al de las norteamericanas.

Además, el superávit de liquidez en los balances de las compañías debería conducir a una mayor inversión. Por su parte, las adquisiciones podrían beneficiarse de esta anticipación de la inversión en capacidad. Esto es así porque un ambiente de débil crecimiento en Europa en los próximos tres a cuatro años desalentará a las compañías de depender exclusivamente del crecimiento orgánico, haciendo que las fusiones y adquisiciones se vuelvan más atractivas. En efecto, ya hemos empezado a constatar un incipiente repunte en las operaciones pequeñas y medianas.

Philippe Lecoq. Vice Director, Co-Jefe de renta variable Europea en Edmond de Rothschild AM