Una regla muy generalizada que rige nuestra percepción es el considerar que las cosas más costosas tienden a ser mejores y de mejor calidad que las más baratas. Esta percepción en parte se deriva del reconocimiento implícito de que la calidad es escaza y lo escaso y raro tiende a ser más caro.
En última instancia, el razonamiento tiene fundamento en las leyes de oferta y demanda. Sin embargo abundan los ejemplos en los que estas reglas están distorsionadas como en productos que son mantenidos con un nivel de escasez artificial para generar una mayor percepción de valor y sostener durante periodos prolongados su precio en un nivel elevado: ello ocurre por ejemplo con los diamantes.
En muchos otros casos, más allá de su escasez no existe una real directa relación entre el costo de un producto y la calidad en términos de beneficio que brinda a quien lo adquiere. Muchos otros factores diferentes del valor real que generan para quien los adquiere, pueden incidir en el precio y ejemplos frecuentes de ello los encontramos en la industria vinícola y en la de artículos de lujo; pero también es posible encontrar ejemplos frecuentes tratándose de productos financieros.
Pensemos por ejemplo en ciertos instrumentos de crédito al consumo, como tarjetas de crédito, en los que con frecuencia encontramos que aquellas que dan un menor nivel de servicio tienen implícito un costo mucho más elevado; simplemente porque van dirigidas hacia un mercado que por razones reales o supuestas se considera que no puede acceder a otros mecanismos de crédito o porque contienen atributos que aun siendo menores en relevancia real, se perciben como importantes (abonos semanales en vez de mensuales, por ejemplo).
Otro ejemplo donde este fenómeno se presenta y que es de suma importancia comprender para los inversionistas, es en las comisiones que se cobra en algunos instrumentos de inversión por la administración de los recursos.
Como se sabe, el cobro de comisiones asociadas al manejo de por ejemplo sociedades inversión, puede ser muy variado y presentar diferencias extraordinariamente significativas que tienen un impacto relevante sobre la posibilidad de acumulación y retorno final para el inversionista.
En una investigación realizada por Hutton, Ryan y Osberg de la Universidad de Niágara, se encontró que hiciste un sesgo en muchos inversionistas que consideran casi de manera automática que los instrumentos de inversión con comisiones muy elevadas tienen necesariamente asociados retornos también elevados y favorables. Ello, los lleva a tomar decisiones que en muchas ocasiones no son necesariamente las más racionales y correctas o en el mejor interés del crecimiento de su patrimonio.
En diferentes legislaciones de los países se ha tratado en ocasiones de evitar esa distorsión obligando a las empresas financieras a mostrar los rendimientos obtenidos en el pasado ya ajustados por comisión. Pero todavía existen prácticas en países o en instrumentos financieros específicos que a través de distintos mecanismos se eximen de cumplir la regulación, para presentar los rendimientos de gestión de los portafolios; los cuales aunque aparentemente pueden ser altos, sufren un deterioro significativo al efectuar el ajuste del costo implícito de la comisión cobrada por el operador. Ello es frecuente por ejemplo en esquemas de carteras administradas que no operan como sociedades o fondos de inversión formales.
En muchos de estos casos se trata además de carteras que por su composición tienen elevados niveles de volatilidad o que no resistirían una adecuada comparación de rendimiento ajustada por riesgo. Muchos inversionistas son atraídos con un dato de rendimiento alto pero de un periodo muy acotado o específico, pero no se les muestra el rendimiento neto de comisiones, ni se presenta un ejercicio de comparación de rendimiento ajustado por riesgo.
De ahí la extrema importancia que como inversionista siempre tengamos los elementos completos para efectuar una justa y adecuada comparación, que nos permita conocer si efectivamente el precio que pagamos en términos de comisión por la administración de los portafolios, corresponde en la realidad con el mayor retorno probable esperado por el mismo.
De no hacerlo estaremos ante un escenario donde lo caro … nos saldrá muy caro.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.
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