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La recuperación de la economía tras el COVID-19 y la guerra de Ucrania dispararon la inflación a niveles no vistos en los últimos 50 años. Los bancos centrales fueron muy agresivos subiendo tipos para contener la inflación, lo que provocó que un ínfimo número de fondos conservadores se salvase de la quema y no tuviese pérdidas. Muchos fondos de perfil conservador, sin necesidad de estar expuestos a renta variable, sufrieron correcciones de doble dígito a lo largo del año 2022.

Pero no sólo los fondos de inversión conservadores tuvieron el peor año en décadas. El precio del bono del tesoroespañol de referencia a 10 años se corrigió nada menos que un 22%. Sin duda, el ejemplo del comportamiento del bono español (sin riesgo de impago) es perfecto para que el ahorrador conservador comprenda la relación inversa entre precio y TIR de los bonos. El bono español a cinco años perdió un 12% en el ejercicio.

Lo vivido en 2022 nos debe servir de referencia para dos aspectos importantes.  El primero es para tener claro que el entorno actual de tipos no es nada bajo, sobre todo si tenemos la referencia reciente de la época de tipos ‘bajo cero’ que se vivió en los años previos al descalabro del 2022. Y el segundo aspecto clave es que, en un entorno de tipos bajos, la rentabilidad sin riesgo que puede obtener un inversor será baja. Si un inversor quiere obtener rentabilidades más atractivas que las de un fondo monetario debe asumir riesgos y ser consciente de ello. 

Volviendo al tema que nos ocupa, invertir en un escenario de tipos bajos dependerá de muchas circunstancias. Si los tipos están bajos, pero la curva es plana o incluso invertida, los inversores no tendrán apetito por el riesgo, por tanto, la inversión en renta fija corto plazo sigue siendo atractiva. La situación actual es distinta. Los tipos de corto plazo han bajado mucho (el euríbor a 3 meses ha pasado del 4% en 2023 al 1,94% actual), pero los bonos de más de 5 años están en zona de máximos de los últimos años, y ofrecen una prima respecto a los bonos de corto plazo. En esta situación, un inversor conservador se ve tentado de aumentar duración para poder obtener una prima de rentabilidad. 

Entonces, en el entorno actual, ¿un inversor conservador debe invertir en bonos o fondos con más duración?La respuesta es sí. Ni por asomo estamos en una situación similar a la de 2022 como la comentada en la introducción. Los bonos tienen dos fuentes de rentabilidad para los inversores. Una es el cupón y otra es el precio. En 2022, no había cupón (tipos negativos) por lo que la subida de tipos no se veía compensada por el cupón corrido que generan los bonos. Actualmente, sí que hay cupón en los bonos de más duración, por lo que una hipotética subida de tipos no debería afectar de forma tan negativa como lo hizo en 2022. 

Independientemente del ciclo de los tipos de interés, un inversor debe hacer una correcta planificación de su ahorro financiero. Así, aunque los tipos estén muy bajos, el porcentaje del ahorro que destine a imprevistos o metas a corto plazo debe estar invertido en monetarios o algún activo similar. Pero para las metas a medio y largo plazo, como puede ser la compra de una vivienda o cambiar la actual, la universidad de los hijos o jubilación o legado, sin duda, hay que aumentar riesgos y duración de la cartera y alejarse de los bonos de corto plazo con los que no se batirá a la inflación. 

En el entorno actual, las carteras 50/50 que combinan renta fija y renta variable son las más adecuadas para conseguir esos objetivos o metas para el ahorro a largo plazo. La renta variable seguirá siendo el activo más rentable a largo plazo, pero si la economía se enfriara más de lo previsto, los bancos centrales tienen margen para seguir bajando tipos desde niveles actuales, por lo que la inversión en renta fija amortiguaría las correcciones de la renta variable. 

La fórmula más eficiente para invertir en un escenario de tipos bajos es apostar por fondos multiactivos globales, con una gestión dinámica en la que el gestor pueda encontrar oportunidades no sólo en Europa, sino también en EE. UU., ahora que el dólar se ha debilitado. Y también en emergentes, con tipos más altos, y que pueda aumentar o reducir exposición a renta variable según expectativas macros y micros.