Algo sin precedentes está sucediendo en la economía mundial. En países enteros, la economía se está estancando. La gente se ve obligada a quedarse en casa, sin trabajar o intentando trabajar a distancia. Intentando aprovechar al máximo los recursos disponibles frente a las muchas limitaciones personales, tecnológicas y psicológicas. Esto implica una caída repentina del volumen de trabajo y de la productividad, es decir, del crecimiento económico.

La incertidumbre económica ha alcanzado nuevas cotas, superando incluso los niveles del otoño de 2008. Hasta que la "curva" de la epidemia se aplane, hay razones para creer que la ansiedad y la aversión al riesgo podrían aumentar aún más. Bruno Cavalier, economista jefe de ODDO BHF, da su opinión al respecto.

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Previsiones de crecimiento

De septiembre de 2008 a marzo de 2009, la previsión de crecimiento del PIB mundial para los próximos 12 meses se redujo en 3,3 puntos porcentuales. Antes de la aparición del coronavirus, se esperaba un crecimiento mundial del orden del 3%. Ahora será negativo. Es la primera vez que esto ocurre en la era posterior a 1945. La oleada de malas estadísticas económicas tanto para la actividad como para el empleo sólo acaba de empezar.

Dado que algunos sectores se encuentran, en su mayoría, paralizados (restauración, turismo, transporte aéreo) y otros se ven gravemente obstaculizados por las medidas de confinamiento (producción manufacturera, comercio de bienes duraderos), es posible que el nivel del PIB disminuya un 5%, 10 o más en unas pocas semanas en varios países. Al final todo dependerá  de la duración y la gravedad de las medidas de confinamiento. Después de 1945, la contracción trimestral más pronunciada del PIB real fue del -4,7% en Alemania en el primer trimestre de 2009 y del -5,3% en Francia en el segundo trimestre de 1968.

Aunque el impacto del parón en la economía tendrá proporciones históricas, la gestora destaca que la respuesta tampoco tiene precedentes. En pocos días los bancos centrales han reactivado todos los instrumentos que se habían aplicado, aunque con algunos tropiezos durante semanas o meses, en el momento de la crisis financiera de 2008-2009. Se han ido teniendo recortes agresivos de los tipos de interés, nuevos programas de compra de activos, la puesta en marcha de facilidades de liquidez, la cooperación internacional para evitar la escasez de dólares y una relajación de las restricciones normativas para el sector bancario.

Los bancos centrales están ofreciendo una garantía ilimitada a los gobiernos y bancos para apoyar la economía. El objetivo es evitar la crisis crediticia mundial que se produjo en 2009. Esto es, según ODDO BHF, lo que puede marcar la diferencia entre una crisis muy grave, pero de corta duración, y una crisis muy grave pero con efectos acumulativos.

Las reacciones de las autoridades fiscales son diferentes de un país a otro, pero la línea general consiste en garantizar los préstamos a las empresas y aumentar el gasto en prestaciones de desempleo. En resumen, el sector público está sustituyendo al sector privado cuya actividad se ve perturbada, sin tener en cuenta lo que esto significa en términos de deuda adicional. El proceso de adopción de decisiones fiscales también es más largo que el de la política monetaria.

Los partidos políticos pueden tener cierta influencia, como lo demuestra lo que está sucediendo en los EE.UU. El Congreso ha estado discutiendo un plan de estímulo desde hace más de una semana. Aún no ha sido concretado ni votado. La crisis económica va más allá de cualquier cuadro estándar. La modestia obliga a decir que nadie puede predecir cómo se desarrollará. La dirección de la economía, a corto plazo, seguirá siendo dictada por cómo se desarrolle la crisis sanitaria

Por el momento, ODDO BHF considera que la tendencia será bajista, pero si se logra que las economías vuelvan a funcionar en unas pocas semanas - con China aparentemente marcando el camino - el rebote podría ser tan espectacular como la caída que lo precedió.