Las noticias de los primeros casos en un país tan icónico como Italia hicieron saltar todas las alarmas. Empezando por los mercados de valores que en la última semana están registrando la mayor corrección desde la crisis financiera, con descensos acumulados en los principales índices de entre un 10% y un 15%. Sólo las 5 grandes tecnológicas americanas se han dejado por el camino en 6 sesiones, el equivalente a 700.000 millones de dólares de capitalización.
Por tanto, en una semana las bolsas, que reflejan las expectativas de millones de inversores, han pasado de minimizar los efectos del nuevo virus sobre la actividad (los índices se encontraban en máximos históricos), al considerar que el shock tendría una naturaleza local/regional, a prácticamente descontar una recesión global. Tornando la complacencia en pánico, sin que, más allá del goteo de nuevos casos en la OCDE, hayamos tenido muchas novedades en la vertiente económica.
De momento, la información sobre los efectos de la epidemia en la actividad global sigue siendo muy limitada. El consumo de carbón en China continúa un 40% por debajo de los niveles del año pasado por estas fechas, la demanda de acero también se ha desplomado en una proporción parecida, mientras se estima que sólo entre un 50% y un 80% de los trabajadores están físicamente en sus puestos de trabajo. Es decir, el mes de febrero ha supuesto una disrupción total en la cadena de producción del país, reflejando la decisión de las autoridades de priorizar la contención del virus sobre sus efectos económicos. Aunque las últimas informaciones parecen anticipar que durante el mes de marzo se pretende ir aumentando la utilización de la capacidad para intentar llegar a una normalización en el mes de abril.
Todo dependerá del contagio y la persistencia del virus, aunque tratándose de un patógeno de la misma familia que el SARS y que una gripe común, tiene sentido estimar que seguirá un patrón similar y que con la subida de las temperaturas en primavera la epidemia remitirá, lo que permitirá recuperar la normalidad antes de finales del semestre, limitando los daños permanentes sobre la actividad. Esa valoración, de si los daños sobre el ciclo económico son persistentes o no, debería guiar las respuestas de política económica. Si se va a producir una recuperación en V a partir del verano, no tendría mucho sentido flexibilizar adicionalmente la política monetaria, teniendo en cuenta los retardos con los que se transmite a la actividad. Pero lo cierto es que los mercados anticipan una bajada, casi inminente, de los tipos de interés en EEUU, lo que está debilitando el dólar, una moneda que tradicionalmente actúa como activo refugio.
De la misma manera, también parece pronto para entrar en una espiral de revisiones a la baja de las previsiones de crecimiento hasta tener algo más de visibilidad. Evidentemente un país como Italia que decreció un 0,3% de octubre a diciembre tiene todas las papeletas para entrar en recesión técnica en este primer trimestre. Pero también se puede producir una intensa recuperación a partir del verano, cuando una zona tan competitiva y exportadora, como es el norte de Italia, recupere la normalidad. Mismo comportamiento que podrían seguir otras economías como Japón o Alemania. Ese continúa siendo nuestro escenario central. De hecho, la mejora de las encuestas de confianza en la UEM en el mes de febrero incidía en que el crecimiento se estaba estabilizando o aumentando levemente. Ahora esta inercia queda trastocada, al menos a corto plazo, y obligará a revisar a la baja la previsión del primer trimestre.
Muy centrados en las repercusiones a corto plazo, están pasando desapercibidos los efectos potenciales de medio plazo que pueden ser mucho más importantes. La fragilidad que están mostrando las cadenas de valor en el último año y medio puede que ya no sea compensada por su eficacia. Es decir, el proceso de desglobalización puede estar a la vuelta de la esquina, dando respuesta al célebre trilema de Rodrik que pone de manifiesto la imposibilidad de alcanzar de forma simultánea, democracia, soberanía nacional y globalización.