Uno de los principios más asentados de la inversión es que a mayor riesgo, mayor rentabilidad. Esta máxima sería suficiente para el éxito si no fuera por una objeción crucial: asumir más riesgo no garantiza la obtención de mayores rentabilidades. Antes bien, correr riesgos a menudo se ha traducido en grandes pérdidas. Ocurre, además, que, como señala Daniel Kahneman, la gente no tiene tanta aversión al riesgo en sí como a perder dinero. Y es ese miedo a perder lo que acaba pesando en sus decisiones de ahorro e inversión.
Quizá sea esta una de las razones por las que los españoles acumulan cerca de un billón de euros en efectivo y cuentas corrientes. Solo Alemania nos supera en conservadurismo financiero, por llamarlo así, dentro de la Unión Europea. Es verdad que los depósitos tienen un riesgo cercano a cero: al fin y al cabo, existe un Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) que, en general, protege el ahorro de los depositantes hasta los 100.000 euros. Pero conservar el dinero en cuentas no remuneradas también entraña riesgos.
No hablamos ya de los costes de algunas de esas cuentas, que directamente implican una rentabilidad negativa para el depositante –y eso sin contar la inflación–. Pensando en el futuro, lo sensato es ahorrar, y la manera más eficiente de ahorrar es invertir a largo plazo. Digamos que, si solo ahorramos, deberemos hacer más esfuerzo para lograr unos resultados parecidos o peores al cabo de 10-15 años.
Ventajas e inconvenientes del ladrillo
En España, casi tan típico como las cuentas de ahorro ha sido la inversión en el sector inmobiliario. Para muchas familias, destinar una parte de sus recursos al ladrillo era la manera más natural de rentabilizar el ahorro. Comprar una vivienda para ponerla en alquiler o para venderla más adelante tenía, y sigue teniendo, mucha lógica. Todo el mundo entiende cómo funciona el proceso, y la vivienda suele revalorizarse a un ritmo superior a la inflación.
Pero, como toda inversión, presenta riesgos. El primero, como descubrimos en la crisis de 2008, es que el exceso de entusiasmo generalizado puede ocasionar grandes problemas. No todas las viviendas tienen por qué ser una buena inversión. Y, al comprometer una parte importante de nuestro patrimonio financiero en un solo activo –he aquí el segundo riesgo–, la exposición es muy grande si resulta ser una mala decisión.
Hoy en día la rentabilidad bruta de la vivienda ronda el 7%. De ahí hay que descontar gastos de comunidad, impuestos como el IBI, seguros, reformas… Y, aunque esto no afecta a la rentabilidad, también hay que tener en cuenta la gestión. La inversión tradicional en vivienda es una inversión activa, que requiere la implicación del inversor y su disponibilidad para hacer frente a los problemas que puedan surgir, por ejemplo, con los inquilinos.
Inversión profesional desde 500 euros
Se puede aumentar la rentabilidad del inmobiliario si apuntamos a segmentos como las oficinas (11,9% en julio, según Idealista). Pero si el acceso a la inversión en vivienda ya puede resultar complicado, las oficinas presentan mayores dificultades.
Sin embargo, gracias a soluciones como Urbanitae, ahora es posible invertir en inmuebles con poco capital –desde 500 euros–. A la ventaja de la diversificación, este enfoque añade la rentabilidad objetivo. Urbanitae financia proyectos inmobiliarios de promotores profesionales: una actividad que aspira a retornos cercanos al 15% anual. Y lo hace reuniendo las aportaciones de miles de inversores, que se convierten en socios del proyecto.
El riesgo está acotado, en parte, por la selección de los proyectos, a los que de otro modo no podría acceder el inversor de a pie. Y, en parte, por la protección que confiere el suelo, un activo que tiende a preservar muy bien su valor, e incluso a incrementarlo con el tiempo. Es por ello por lo que esta forma de inversión inmobiliaria aúna rentabilidades comparativamente altas con niveles de riesgo relativamente bajos –pero no inexistentes–.
El balance para Urbanitae, líder del sector en España y Portugal, es netamente positivo. Tras más de 160 proyectos en su haber –y más de 4.000 viviendas en carga–, se ha devuelto la inversión en 43 de ellos, con una rentabilidad anual media del 13,5% neta de gastos y comisiones. El 100% de los proyectos han logrado rentabilidades positivas para sus cerca de 18.000 inversores.
Estos resultados no invalidan otro axioma elemental de la inversión: rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Pero sí demuestran que se pueden lograr rendimientos de doble dígito con colateral inmobiliario en España. El secreto no es otro que seleccionar muy bien los activos y establecer criterios y garantías estrictos para preservar el dinero de los inversores… En esto, como en todo lo demás, los atajos no existen.