El origen de la obesidad responde a múltiples factores, biológicos algunos, porque están relacionados con la genética y las hormonas, y culturales otros, en función de la alimentación, el sedentarismo y la educación. De acuerdo con factores genéticos, hay personas con mayor tendencia a desarrollar obesidad, incluso compartiendo el mismo estilo de vida que otras, pero en todos los casos, las consecuencias son peligrosas y las soluciones están al alcance de la mano.
El doctor Alberto Aliaga, coordinador del área de endocrinología y nutrición del Centro de Excelencia en el Tratamiento de la Obesidad del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón de Sevilla, es tajante respecto a este asunto: “La obesidad no es una opción -afirma-. El riesgo de enfermedades cardiovasculares asociado a ella es altísimo, pero existen otras consecuencias graves que es también necesario controlar”.
Un modo de vida inadecuado
Como advirtió la investigación internacional y multidisciplinar ACTION IO, que se presentó durante el Congreso Mundial sobre Obesidad 2020, el modo de vida occidental es un detonante de primer orden de la obesidad. Una alimentación inadecuada y un exceso de sedentarismo son factores determinantes y obvios, pero hay otros que en ocasiones escapan a la voluntad del paciente, como son los aspectos socioeconómicos en los que se desenvuelve la persona y que determinan hábitos poco saludables. Y el problema es que en muchas ocasiones, los afectados y los propios médicos subestiman las consecuencias de la obesidad.
Tal es el caso de los horarios y el número de horas destinados al sueño, el tipo de trabajo, el exceso de eventos y celebraciones sociales y familiares, etcétera. El doctor Aliaga lo tiene claro: "La obesidad se controla llevando un estilo de vida saludable basado en una dieta equilibrada, realizando ejercicio físico de manera regular y cuidando el tiempo y la calidad del sueño". Si esto no se ha hecho bien y cuesta revertir la situación, es preciso acudir al especialista.
En el caso de las mujeres, la obesidad no tiene factores específicos, pero sí algunas circunstancias que obligan a reforzar su vigilancia. La doctora Cecilia Gallego, también nutricionista del Quirónsalud Sagrado Corazón de Sevilla, lo resume con mucha claridad: "Debido a la menor tasa de masa muscular, las mujeres tenemos un metabolismo basal menor, es decir menos gasto de energía en reposo, lo que nos obliga a intensificar nuestra actividad preventiva mucho más que los hombres".
Hay además algunas otras peculiaridades en las mujeres, que también destaca la doctora Gallego, como son los procesos ligados a la menopausia, que en ocasiones suponen un aumento de peso de entre 5 y 7 kilos. Las causas están ligadas a diversos factores, sobre todo a los cambios fisiológicos que conlleva la bajada de estrógenos y a que suele vincularse a una vida más sedentaria.
No hay que poner a dieta a los niños
En cuanto a la obesidad infantil, es llamativo resaltar que el 84% de los niños obesos siguen siendo obesos al llegar a los 35 años. El doctor Juan Diego Carmona, endocrino del Hospital Universitario de Valme, resalta que “la obesidad es una enfermedad recidivante, es decir, que reaparece a lo largo de la vida. Algunos mecanismos hormonales que surgen como consecuencia de ella son difíciles de eliminar del todo con el paso del tiempo”. Así sucede, por ejemplo, con la resistencia a la insulina, que, si se establece a una edad precoz, es difícil de revertir en la edad adulta.
En el caso de la obesidad infantil, la solución no es poner a los niños a dieta, sino introducir en su vida cambios de hábitos de conducta y de estilo de vida, cambios, que, para ser efectivos, deben adoptarse a nivel familiar. Resulta imprescindible incrementar la actividad física y favorecer el juego dinámico, por lo que es preciso ser muy cuidadosos en la exposición a las pantallas y a los juegos informáticos.
En cuanto a la alimentación, es crucial suprimir en la dieta de estos niños los alimentos ultraprocesados e hipercalóricos. De tal modo es así, que una eliminación de estos de manera drástica en la dieta del niño obtiene consecuencias favorables de manera casi inmediata.
En todo caso, los especialistas consideran que hay que estudiar a fondo los factores de riesgos asociados a la obesidad infantil. Por ejemplo, ser hijo de padres obesos, pertenecer a una familia de escaso nivel socioeconómico o llevar una alimentación pobre en fruta, verdura o fibra y rica en alimentos con alto índice glucémico, son elementos claves para pensar que ese niño se verá abocado a una enfermedad que puede tener consecuencias graves toda la vida.