De hecho, hemos aprendido más de él durante los últimos cinco años que durante los 5000 anteriores. A medida que hemos evolucionado, el cerebro ha doblado su tamaño y en la actualidad genera la energía suficiente para poder mantener una bombilla encendida. Para describir este misterioso órgano podemos empezar por el
tallo (o tronco); que es la base del cerebro y algo que compartimos con los reptiles y otros mamíferos. El tallo cerebral
controla funciones vitales como el ritmo cardíaco, la respiración, la digestión o la presión sanguínea.

En el siguiente nivel encontramos la amígdala cerebral que es el centro de mando para las reacciones emocionales como el miedo: una emoción primitiva que todos compartimos. Cuando nos enfrentamos al miedo, es la amígdala la que "responde" a la información que envían los sentidos y es la que de forma instintiva "aprieta el botón" del pánico. Rodeando la amígdala tenemos la corteza cerebral, dividida en cuatro partes. La parte frontal (la que está situada encima de nuestros ojos), es la parte "más nueva" del cerebro. Y es que a medida que los seres humanos hemos ido evolucionando, éste es el lugar donde se han ido procesando los pensamientos racionales conscientes, o dicho de otra forma, es donde resolvemos nuestros problemas.

El gran descubrimiento científico de los últimos años es que se ha comprobado que la información que reciben nuestros sentidos se transmite a una mayor velocidad a nuestra amígdala que a la parte frontal, lo que provoca que ante una amenaza potencial nos quedemos paralizados por el miedo, mientras que esperamos a que nuestra parte frontal busque una respuesta racional adecuada. ¿Se imaginan cuántos millones de dólares se perdieron aquel viernes 12 de septiembre de 2008 por la lenta reacción de todos aquellos traders largos en Lehman Brothers, esperando una "respuesta lógica" por parte de su corteza frontal? ¿Y qué me dicen de aquellos otros que incrementaron sus posiciones largas víctimas del pánico producido en sus amígdalas cerebrales?

Pues es aquí donde aparece el entrenamiento de la Armada de EEUU. Objetivo: minimizar el retraso de nuestra respuesta racional con el fin de generar reacciones rápidas, precisas y lógicas ante cualquier situación de pánico. Se trata de un conjunto de técnicas que potencian la capacidad de los reclutas para controlar el miedo, incluso en situaciones extremas. Se dividen en cuatro:

1.- Fijación de Objetivos. Concentrarnos en un objetivo concreto permite a nuestro cerebro dar forma al caos y mantener bajo control a la amígdala (centro emocional del cerebro). ¿Se acuerdan del quinto consejo de Warrent Buffett que les comenté en mi artículo de ayer?

2.- Ensayo mental o visualización. Consiste en recrear una situación en la mente para que cuando suceda de forma real nos resulte más natural. ¿Se imaginan que antes de comprar acciones de Telefónica ensayamos lo que debemos hacer ante una fuerte caída en su cotización?

3.- Autodiscurso. Una persona corriente se habla a sí misma a una media de entre 600 y 1,000 palabras por minuto. Si estas palabras son positivas en vez de negativas pueden ayudar a eliminar la señal de miedo proveniente de la amígdala. Repitan conmigo: "Voy a acertar, el mercado me va a acompañar, el éxito está a mi alcance, voy a triunfar!"

4.- Control de la excitación. Aquí la clave es la respiración. Respirar despacio de forma consciente ayuda a combatir algunos de los efectos del pánico. Las respiraciones largas proporcionan más oxígeno al cerebro, lo que le permite poder trabajar mejor.

Combinando las cuatro técnicas se ha conseguido que el número de reclutas que supera las pruebas especiales de acceso haya subido del 25% al 34%. ¿Nos ayudarán también a mejorar nuestras inversiones?