Y es que al igual que ha pasado con otros códigos a nivel nacional o incluso europeo, su no adhesión supondría un golpe en la imagen –ya de por si deteriorada- de las entidades financieras, lo cual seguramente llevará una vez limados aspectos principalmente los fiscales a que se acojan la gran mayoría.


Si es así las consecuencias son variadas. Desde luego las más importantes son para los ciudadanos que están inmersos en una demanda de desahucio o de ejecución hipotecaria, pero también lo son para todos.

Este código debe acabar con los desfases de muchas entidades financieras en los años del “boom” inmobiliario de una forma más sana que subiendo diferenciales de sus hipotecas o negando concesiones. Cambiando el proceso de concesión se puede lograr revitalizar la concesión de créditos de una forma más justa y más segura para ambas partes.

Eliminar desfases pasados

Cuando se habla de “culpables” de la crisis actual nos encontramos con muchos actores, y según quien cuente la historia tendrá más culpa unos u otros. Las inmobiliarias en su alocada carrera de construir viviendas, los bancos que inflaron la burbuja, las instituciones que debería velar como el Banco de España que no pararon la espiral. Todos permitieron que los ciudadanos encontraran una puerta abierta al crédito y pagar las consecuencias.

¿Qué significa en este sistema incluir la dación en pago?
• En primer lugar, la valoración de la vivienda tiene que ser acorde. Se acabaron las sobrevaloraciones realizadas en su mayoría por tasadoras vinculadas directa o indirectamente con las entidades financieras. El límite final de pago es la vivienda y no hay que pagar nada más, por lo que su valoración tiene que ser lo más exacta posible.

• En segundo lugar, adiós para siempre a las hipotecas al 100%. Ya se ha bajado al 70%-80% del valor de la vivienda el límite que la mayoría de las entidades conceden a sus nuevos clientes. La razón actual, limitar la concesión del crédito, pero si se confirma la generalización de la dación en pago se realizará por criterios de racionalización, de tener un margen aceptable por parte de la entidad de cubrir bajadas de precio de la vivienda y poder dar salida al inmueble. Eso si, puede tener unas consecuencias impredecibles sobre el stock actual de viviendas, ya que las menos “atractivas” deberían reducir drásticamente su precio.

• En tercer lugar, aceptar a los clientes más solventes. ¿Es esto malo? No debería mientras que exista un adecuado mercado de alquiler. Así funciona en otros países donde sólo un segmento de la población, la que tiene ingresos más estables y elevados compra la vivienda mientras que el resto alquila. Se racionalizaría el sector y dejaríamos tópicos como que el que alquila pierde su dinero.

Si se cumplen estas premisas, desde luego no es necesario subir el precio de las hipotecas como algunos auguran, ya que esto si sería otro castigo al consumidor. Se estaría cubriendo con los puntos anteriores todo riesgo y el mercado hipotecario podrá volver a ser un negocio rentable para bancos y clientes.


Antonio Gallardo, iAhorro.com, Comparador de Bancos