La libertad es uno de los elementos que ha marcado la historia de la humanidad y la razón, probablemente la antesala del desarrollo y la civilización, ha defendido siempre la libertad como el eje central de la humanidad y de su orden, democráticamente establecido y regido por un orden económico capitalista.
Hoy me planteo la libertad como eje central de mi tribuna de opinión, puesto que la libertar es precisamente uno de los puntos centrales sobre los que hemos edificado Blackbird. Somos acérrimos seguidores de las enseñanzas de Hayek y fieles admiradores de su genial obra; Camino de Servidumbre, bajo mi punto de vista, un libro que todas las personas deberían leer, para entender muy bien que significa la palabra economía.
La libertad se refleja en todos los actos de nuestra condición humana, somos en cierto modo libres de tomar decisiones y de vagar por esta vida, sabiendo que aquello que el saber popular denomina “aprender a palos”, no es más que la explicación vulgar de definir el proceso de aprendizaje, que no es otra cosa que la suma de prueba y error, capaz de sumar para crear la experiencia. La libertad nos ha hecho evolucionar como sociedad, por lo tanto, podríamos entender que el proceso de error forma parte de la prosperidad o dicho de otra manera; el fracaso es la antesala del éxito. No podemos negar que el actual momento de mercado está claramente indefinido, entre bajistas y alcistas, pero no muy alejado de la normalidad habitual, entre este eterno debate direccional que marca la cotización de los precios. Sin embargo, en esta ocasión, puedo advertir que la sobrevenida actuación del volumen en los días alcistas y bajistas, me ha sorprendido.
Esta semana, probablemente hemos actuado de una manera que no hemos hecho jamás y es plantear lo que en Blackbird hemos denominado; ¡entre el valor y el momento! por lo que me he permitido en esta ocasión rescatar de nuestra preciada biblioteca, el extraordinario libro, el inversor inteligente de Benjamin Graham, puesto que en él encontramos de algún modo, lo que hemos planteado para diseñar una estrategia que a día de hoy, nos mantiene con mucha intensidad delante de nuestras pantallas, pero al margen de la ejecución que nos permitirá o bien reducir nuestra exposición o bien incrementarla hasta el 75%.
En el capítulo 8 del “Inversor Inteligente”, Ben Graham nos expone de una manera brillante, algo que todos deberíamos recordar:
“La distinción más realista entre el inversor y el especulador se puede apreciar en su actitud hacia los movimientos del mercado de valores. El principal interés del especulador consiste en anticipar y extraer beneficio de las fluctuaciones de mercado. El principal interés del inversor consiste en adquirir y mantener unos valores adecuados a unos precios adecuados. El inversor típico debería abstenerse de comprar ordinariamente hasta que se produzcan niveles bajos del mercado, porque esto puede entrañar una larga espera, con mucha probabilidad la pérdida de ingresos, y la posible perdida de oportunidades de inversión. En general, puede que sea mejor que el inversor compre acciones siempre que tenga dinero para destinar a acciones, excepto cuando el nivel de mercado general sea muy superior a lo que se pueda justificar recurriendo a criterios sensatos de valoración. Si quiere mostrarse astuto, puede tratar de localizar las omnipresentes oportunidades ofrecidas por algunas acciones individuales. El inversor que tenga una cartera de acciones sólida, debería esperar que sus precios fluctuasen, y no debería preocuparse por las caídas considerables . Debería recordar siempre que la cotización de mercado es una utilidad que tiene a su disposición, ya sea para aprovecharla o para hacer caso omiso de ella. Nunca debería comprar una acción porque haya subido ni venderla porque haya bajado. No se equivocaría mucho si este lema se redactase en términos más sencillo: “No compre nunca una acción inmediatamente después de una subida sustancial, ni tampoco la venda inmediatamente después de una bajada sustancial”.
Siempre me ha fascinado la explicación de Graham sobre lo que significa invertir en bolsa, y considero sus conceptos totalmente aplicables a día de hoy, puesto que de alguna manera, nos explica que uno de los aspectos más importantes del proceso inversor, es el control emocional. Según Benjamin Graham, yo soy una especuladora, lo admito. Me encantan el Value Investing y de hecho, lo utilizo para resolver algunas incongruencias, basando el Value como una oportunidad para especular sobre el precio. Graham mantiene que el retorno anualizado sobre una cartera a largo plazo se mantiene estable, con una regresión a la media si nos mantenemos largos de una cartera direccional comprando buenas compañías, y no le falta razón, pero no podemos negar que en ocasiones, el largo plazo significa 15 años, tiempo que nadie en su sano juicio es capaz de esperar, aceptando volatilidades del 60%. La volatilidad es buena, sana, natural y de hecho necesaria, para poder tener resultados en el mercado. Entrar y salir sin más, es una actitud novel, que no nos conduce a ninguna parte. Pero el equilibro consiste en saber encontrar valor en momento, y en esto estamos.
Nuestro marco macroeconómico nos plantea un entorno económico de bajo crecimiento económico global, con algunas zonas en recesión leve. Una economía con crecimiento anémico, con unos tipos de interés inusualmente bajos y con los bancos centrales apalancando sus balances. En este entorno, la deflación es claramente el enemigo que debemos combatir, puesto que si el problema del globo es la deuda, la inflación sería más un remedio que una enfermedad, la deflación podría ser causante de una gran depresión a escala global; ¡no exagero! Supongo que por este motivo, la FED ha hecho lo que ha hecho. Sin embargo, sabemos que las bolsas reaccionan a la liquidez, puesto que las bolsas son un mercado y como tal, lo que precisa es un equilibrio entre oferta y demanda, si hay oferta de títulos la bolsa baja y si hay demanda, la bolsa sube. La demanda se ve afectada por la liquidez, puesto que el dinero o capital, al fin y al cabo busca rentabilidad en los mercados financieros, por lo tanto, si hay liquidez, hay capital y si hay capital ¡hay demanda de activos cotizados! El gran número de operaciones de M&A y los excesivos precios pagados, me hacen entender que las compañías están realizando un proceso de lo que Peter Lynch, denominaba “peorificación”, es decir, comprar a precios abusivos, por no saber qué hacer con tanta liquidez. Estas operaciones de M&A, sumadas a la baja cantidad de títulos en oferta, básicamente por la estrangulación del mercado, como consecuencia de una gran participación de los planes de pensiones y fondos de inversión, hacen que la bolsa necesite bien poco, para subir. Sin embargo, no podemos dejarnos engañar, estamos sometidos a la codicia y a la presión del precio. Es complicado estar parado observando, puesto que dicha codicia nos incita a buscar oportunidades y por más que veamos que esto no puede ser, la ceguera se ha impuesto en el mercado y estamos siguiendo una norma que va muy en contra de lo que nos enseñó Graham. Las bolsas están en la antesala de un movimiento muy violento, pero lo que es imposible determinar, es hasta que punto puede llegar la codicia de nuestro mercado. La historia ha vivido casos en los que sociedades muy cultas como la de Flandes, se han dejado llevar por la codicia, llegando a pagar auténticas fortunas por un simple bulbo de tulipán. La codicia no entiende de motivos y en este entorno, simplemente cabe esperar o buscar la contraparte del valor, es decir el precio o el momento técnico.
Ahí es donde entramos, no queremos quedarnos con las bases doctrinales del valor ni del precio. No queremos discutir sobre qué doctrina o corriente de especulación o inversión es mejor o peor. Somos ambiciosos, y nos gusta el reto que supone el mercado. Queremos valor y momento, mezclar conceptos, transdisciplinar asumiendo riesgos, pero siguiendo siempre nuestra tesis; proteger el capital. Aquí entramos a reflexionar y a plantear que de ninguna manera podemos estar parados observando como la codicia se apodera del mercado, puesto que como dijo Isaac Newton; “soy capaz de predecir el movimiento de los astros, pero no soy capaz de predecir la locura de la gente”. Incluso los Value Investors saben que las oportunidades en la bolsa vienen de comprar en fases de extremo pánico y vender en etapas de extrema codicia. La pericia del operador, radica en saber en qué momento estamos y esto es, ni más ni menos, lo que tratamos de hacer. Tenemos el IBEX 35 acorralado, entre los 10.500 y los 10.000 puntos. Si rompemos los 10.500 puntos compraremos momento y si perdemos los 10.000 puntos venderemos valor, esperando comprar gangas, en proceso probablemente de pánico.
En este entorno, incrementaremos nuestra exposición alcista hasta el 75% con compañías que lo han hecho bien en la crisis de octubre, con cotizadas por ejemplo como Almirall, Amadeus, IAG, Red Eléctrica, Enagás, Miquel y Costas, Barón de Ley, Bayer, Ferrovial o Viscofán. De esta manera, compraremos momento y estaremos más o menos protegidos en caso de que el mercado se “marque un farol”, como decimos en nuestro argot bursátil. Somos conscientes que si el mercado rompe los 10.500 puntos, podríamos observar mayor resultado en las compañías más sobrevendidas, pero no nos interesa competir contra nadie, simplemente hacer las cosas con sentido común y como decía, protegiendo el capital sin que eso sea exento de aprovecharnos de la codicia del mercado americano. Si observamos pérdida de los 10.000 puntos, probablemente veamos oportunidades de venta al descubierto en compañías muy endeudadas como FCC, Acciona o Sacyr o porque no, bancos españoles que tienen muy mala pinta, puesto que el sectorial está todo en soporte técnico. Ahí podríamos tener un Break Out, que nos llevaría a mínimos de octubre como mínimo. Más allá del marco teórico-económico planteado, esta es nuestra idea operativa y de esta manera actuaremos, puesto que no nos compete discutir sobre qué sucederá, ya que como siempre mantengo; no nos dedicamos a predecir el futuro de los precios, simplemente planteamos hipótesis e indiscutiblemente; ¡las operamos!