Incluso aunque el tapering atrajo la mayor parte de la atención de los inversores y de los medios, creemos que las negociaciones del tapering no constituyen un hecho aislado. El año pasado se caracterizó por una política monetaria en todo el mundo sin precedentes, al menos en lo que respecta a los bancos centrales del mundo desarrollado
. De hecho, se pusieron en práctica una amplia selección de herramientas, desde compras instantáneas de activos seguidas de la estrategia de “forward guidance” (la Fed, el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón y el BCE) hasta medidas más estándar como el recorte de tipos (el BCE).

En contra de nuestras expectativas, los bancos centrales de los mercados emergentes se vieron forzados a ir en la otra dirección dado que el aumento de la inflación y los cambios en las divisas fueron considerados más perjudiciales que la necesidad de combatir la desaceleración económica.

Sin embargo, como todo lo bueno llega a su fin, esperábamos que el tapering empezase en algún momento y más precisamente en septiembre. A pesar de la fuerte expectativa, el Comité de Mercado Abierto de la Fed tomó otro camino y eligió diciembre como el mes en que el inicio del fin fue anunciado.

Precipicios y otras incertidumbres fue la expresión que utilizamos el año pasado para hablar del amplio abanico de recortes de gasto y de lo que incluso es más importante, las negociaciones sobre el techo de deuda. Como comentamos en su momento, la diferencia fundamental y absoluta entre los demócratas y los republicanos muy probablemente iba a acompañar a los inversores a lo largo de la mayoría de 2013. Cierto es que infravaloramos la guerra de palabras que llevó al principal mercado de deuda del mundo al borde de una quiebra selectiva en la primera mitad de octubre. Sin embargo, permanecimos firmes en nuestra creencia de los que políticos no pondrían en peligro un proyecto sin precedentes.

A lo largo de 2013, la expresión “austeridad” se convirtió en una mala palabra. Las elecciones en Italia seguidas de las de Alemania, por no mencionar las dudas sobre la integridad del presidente español, se convirtieron en un campo fértil para los movimientos “anti-euro” y/o “anti-austeridad”. En este contexto, lo planes para reducir los déficit presupuestarios que eran inicialmente ambiciosos se suavizaron parcialmente. Sin embargo, y con una pequeña ayuda de la recuperación económica, los déficits se redujeron más en la mayoría de los países.