Uno de los elementos presentes durante los períodos de afectación a la economía de los países es el nivel de endeudamiento de las familias. Encontramos con frecuencia que en los momentos de crisis, particularmente cuando éstos están asociados a burbujas especulativas en temas como el financiero o el hipotecario, las familias incrementan desmedidamente su deuda; esta situación pone a las familias en una mayor vulnerabilidad que se manifiesta precisamente a partir el estallido de la crisis económica.
El crecimiento de las deudas de tarjetas de crédito, de la contratación de créditos hipotecarios es medianamente manejables mientras hay empleo, mientras la economía crece, cuando hay estabilidad en variables como el tipo de cambio o la inflación.
Pero cuando alguno de estos elementos cambia radicalmente durante una crisis económica, la presión del endeudamiento genera efectos sumamente negativos para las familias.
También es posible que la presencia de factores coyunturales personales o familiares provoque la falta de control de las deudas. Factores tales como la pérdida del empleo, una enfermedad o un accidente personal o de alguno de los miembros de la familia son situaciones que de forma abrupta y no planeada afectan de manera relevante el ingreso o el gasto de una familia generando un desequilibrio cuyo impacto puede ser de muy largo plazo.
Tanto en el caso de las crisis provocadas por afectaciones del entorno económico general, como en las que se derivan de eventos personales fortuitos; detrás de muchas crisis de deuda personal subyace una explicación conductual relacionada con el exceso de confianza. Especialmente cuando venimos de un período de bienestar económico, sin sobresaltos relevantes, existe un sesgo que nos lleva a exagerar el optimismo y confiar ciegamente en que el futuro se mantendrá indefinidamente en una condición favorable.
Ello es resultado de que las personas tendemos con frecuencia a sobredimensionar tantos las expectativas futuras, como nuestras capacidades presentes. La certeza de un ingreso presente o de un empleo bien remunerado hoy, en un elevado porcentaje genera en las personas la percepción de que los elementos que nos permitieron llegar a esa situación favorable permanecerán sin cambio en el futuro; e incluso cuando vemos un posible evento negativo, existe en muchos casos la percepción de que el impacto será menor y las condiciones generales de nuestras finanzas no se verán afectadas.
En sentido contrario, existe también evidencia de que en situaciones de recesión o crisis, se acentúan los patrones de ahorro porque la cercanía del escenario negativo nos hace más reflexivos. Imparte a ello se debe a que en los últimos años es posible observar en muchas economías una reducción de los niveles de deuda de las familias que al reconocer un escenario negativo reducen su profesión de consumo y tratan de disminuir la presión de sus deudas.
La sobre confianza nos afecta en varios sentidos. Tendemos a sobredimensionar nuestra capacidad de pago de servicio de la deuda y ello nos coloca en situación límite en caso de una contingencia. Nos impide entender de forma adecuada la relación entre el plazo de la deuda y el plazo del beneficio que obtendremos por el uso de esa deuda. Por ello contratamos deuda que en los hechos se convierte en deuda de mediano y largo plazo, para atender necesidades de corto.
Por este efecto de sobre confianza utilizamos mecanismos de endeudamiento de fácil acceso pero elevado costo, tales como las propias tarjetas de crédito, y accedemos a múltiples fuentes de endeudamiento que contribuyen poco a la creación real de un patrimonio de largo plazo, como si ocurre con deudas de largo plazo como el crédito hipotecario.
Si como la mayoría de las personas y familias vivimos en un entorno de recursos acotados, estos efectos de la sobre confianza fácilmente nos colocan en situaciones límite que, ante una coyuntura negativa no planeada, con efectos extraordinariamente negativos para la vida financiera de las personas y sus familias. Por ello, reconocer estas tendencias puede ayudarnos a evitar graves y complejas situaciones que dañen nuestro futuro.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.
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