Todos queremos más. Deseamos más años de crecimiento, más empleo y mejores sueldos, por­que con esta recuperación no basta. Pero lo cierto es que, aunque sorpren­da, el motor de la economía mundial, y también el de la española, comienza a renquear. Es lo que tiene el desgaste, porque este ciclo ya lleva unos cuantos años a sus espaldas.

En EE.UU, la economía se dio la vuelta, para salir de la recesión y em­pezar a crecer, a mediados de 2009 y con toda probabilidad en 2019 alcan­zará el ciclo expansivo más largo de su historia, por encima de los 120 meses enlazados entre 1991 y 2001. En el caso español, la recuperación comenzó hace cinco años, en el cuarto trimes­tre de 2013. Es decir, unos plazos que evidencian que el mayor empuje de la reactivación ya ha quedado atrás y que anticipan que, a partir de ya mismo, lo que toca ver es cómo gestionar la eco­nomía para que coja una velocidad de crucero que le permita, por un lado, esquivar una recaída y, por otro, cre­cer sin incurrir en desequilibrios o ex­cesos. Ahí reside el gran reto de 2019, en cómo prolongar la recuperación sin comprometer el futuro.

No será sencillo, porque el creci­miento será puesto a prueba desde diferentes frentes que calibrarán su solidez. Sobresaldrá uno, el moneta­rio, porque los bancos centrales, tras años tratando de curar las heridas con un despliegue de medidas sin prece­dentes, seguirán desmantelando sus estímulos. La Reserva Federal (Fed) estadounidense tenía previsto elevar los tipos de interés tres veces más en 2019, para situarlos en el 3,00-3,25%, aunque el mercado ya barruntaba que acabará apaciguando este ímpetu para quedarse en una o dos subidas, y continuará reduciendo su balance. En cuanto al Banco Central Europeo (BCE) interrumpirá las compras netas de deuda en el mercado y empezará a subir los intereses en septiembre u oc­tubre.

A partir de un escenario de menor apoyo monetario y una progresiva re­tirada de liquidez por parte de los ban­cos centrales, y sin demasiadas posibi­lidades a la hora de recurrir a palancas fiscales por los altos niveles de deuda pública acumulados en el último dece­nio, la resonancia de amenazas como la solvencia de Italia, la recta final hacia el Brexit en marzo de 2019, los efec­tos potenciales de la disputa comercial entre EE.UU y China, el enfriamiento de la economía china o el futuro de la Eurozona será mayor. Sin olvidar otro flanco, el político, tan rico en generar sorpresas e incertidumbres en los últi­mos tiempos, y que en el caso español reúne de nuevo ingredientes suficien­tes como para que el próximo ejercicio sea de todo menos tranquilo.

Por eso 2019 será el año de la verdad para la recuperación. El año que exa­minará si la salida de la crisis ha sido en falso o cuenta con pilares firmes; el año que delatará si los países han aprove­chado el tiempo para hacer reformas y sanear las finanzas públicas o si lo han malgastado; el año que evaluará si las empresas han limpiado y reforzado lo suficiente sus balances; el año que de­terminará si las cotizaciones bursátiles se han construido sobre cimientos sóli­dos o sobre castillos en el aire...

“Ojalá vivas tiempos interesantes”, proclama una de las famosas maldi­ciones chinas. Y justo eso, ser un año de lo más interesante, es lo que pro­mete 2019.

Que nos sea leve.