La humanidad recordará este 4 de noviembre de 2016 como el día en que los países levantaron una barrera ante los inevitables desastres del cambio climático, y como el día en que comenzaron con determinación a caminar hacia un futuro sostenible.
Hoy entró en vigor el Acuerdo de París sobre el cambio climático, resultado de la negociación climática internacional más compleja, profunda y de mayor importancia realizada nunca.
Sin duda, el acuerdo es un punto de inflexión en la historia de los esfuerzos colectivos de la humanidad, puesto que aúna la determinación política, económica y social de gobiernos, ciudades, regiones, ciudadanos, empresas e inversionistas para superar la amenaza existencial que plantea un cambio climático sin control.
La rápida entrada en vigor del acuerdo es una señal política clara del compromiso de todas las naciones del mundo para actuar con decisión frente al cambio climático.
La conferencia de la ONU sobre el cambio climático que se abre la semana que viene en Marrakech es un nuevo comienzo para la comunidad internacional y será allí, el 15 de noviembre, donde se celebre la primera reunión del órgano de gobierno del Acuerdo de París, la CMA.
Este es un momento para celebrar, pero es también un momento para analizar con seriedad y una voluntad renovada la tarea que tenemos por delante.
En poco tiempo, y en cualquier caso en los próximos 15 años, tienen que producirse reducciones sin precedentes de las emisiones de gases de efecto invernadero, así como esfuerzos inéditos para construir sociedades resilientes ante los efectos, cada vez mayores, del cambio climático.
El tiempo apremia frente al aumento continuado de las emisiones causantes del cambio climático y de sus impactos. La conferencia de Marrakech debe tener este dato muy presente, como su principal fuente de preocupación y aliciente de la voluntad común de actuar.
La Organización Meteorológica Mundial ha confirmado que en 2016 se ha batido un nuevo récord en la concentración atmosférica de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, que en 2015 ya superó por primera vez concentraciones de 400 partes por millón.
Esto quiere decir que el mundo está lejos de lograr el objetivo principal del Acuerdo de París, que es limitar el calentamiento global muy por debajo de 2 grados centígrados y lo más cerca posible de 1,5 grados, para con ello evitar puntos de inflexión climática ante los que ya no tendremos ningún control.
De París salió un regalo de esperanza para todos los hombres, mujeres y niños del planeta. La celebración de hoy se sustenta en la seguridad de que no solo existen las políticas, la tecnología y el financiamiento para lograr estos objetivos, sino que de hecho ya se están aplicando como nunca antes.
La entrada en vigor del Acuerdo de París llega en medio de un movimiento de acción sin precedentes y de promesas para construir una industria mundial de las energías renovables, descontaminar los actuales sistemas de producción energética, el sector de la construcción y la agricultura, y rediseñar las economías y las sociedades para hacerlas más resilientes a los impactos que el cambio climático ya está causando.
El Acuerdo de París ha transformado para mejor nuestra capacidad colectiva de llevar a cabo un cambio rápido y lo ha hecho por estas razones:
- En París, los gobiernos aceptaron formalmente liderar la acción climática y presentaron una serie de planes nacionales para tomar medidas inmediatas, prometiendo que nunca reducirían la ambición de sus objetivos. Ahora, los gobiernos tienen la responsabilidad y los medios para llevar a cabo un cambio más rápido gracias a políticas e incentivos respetuosos con el clima.
- En un plazo de tiempo corto, idealmente no más tarde de 2018, los gobiernos y las Partes terminarán el reglamento sobre la medición, contabilidad y análisis de las acciones mundiales a favor del clima. Esto garantizará la transparencia que todos los actores necesitan para acelerar la acción climática, asegurándose de que todos están poniendo el máximo de su parte.
- Además, los gobiernos acordaron reforzar el apoyo tecnológico y financiero a los países en desarrollo para que estos puedan construirse sus propios futuros sostenibles a partir de una energía limpia.
- Por último y no menos importante, los actores no estatales están mostrando cada vez más interés y se están comprometiendo a reducir las emisiones de carbono y apoyar a los gobiernos y las Partes en su lucha contra los peligrosos efectos del cambio climático.
Esperamos que la COP 22 sirva para acelerar el reglamento y que en Marrakech se trace una hoja de ruta clara para que los países desarrollados hagan realidad el flujo de 100.000 millones de dólares anuales para 2020 para ayudar a los países en desarrollo a actuar frente al cambio climático.
Hacen falta grandes flujos de inversiones. La ONU estima que, para lograr un desarrollo sostenible, se necesitan entre 5 y 7 mil millones de dólares anuales, y que buena parte de ese dinero debe servir para financiar la transición a una economía mundial baja en carbono y resiliente. Para satisfacer estas inversiones, debemos ir más allá de los métodos tradicionales de financiamiento y optar por alternativas creativas con una participación creciente y coordinada tanto del sector público como privado.
Esto ya lo estamos viendo, pero hay que acelerar el ritmo. Según datos de la ONU, en los últimos años los flujos financieros han aumentado de tal manera que es posible, en un futuro cercano, llegar a los mil millones de dólares de inversiones anuales. Esto quiere decir que los gobiernos, los organismos multilaterales y el sector privado van a invertir decenas de miles de millones de dólares en acciones a favor del clima.
Los pilares del Acuerdo de París son sólidos y ya empezamos a ver nuevas partes del que será el nuevo hogar de la humanidad. Sin embargo, no podemos y no debemos descansar hasta llegar al techo. Este mes de noviembre, en Marrakech, nos aseguraremos de que el techo será puesto más pronto que tarde.