Cuando la desintegración de la zona euro parecía más una realidad que un mal sueño, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, emitió un discurso contundente a los mercados, advirtiendo que haría lo necesario para salvar al Euro y terminando con su famosa frase “…y créanme, será suficiente”. Los mercados rápidamente descontaron que detrás de las palabras existía un fondo real, en el que el BCE se comprometía a comprar la deuda directamente de los países deficitarios en el caso de que los llamados fondos o mecanismos de estabilidad europeos no obtuvieran a tiempo las licencias pertinentes para funcionar o las aprobaciones necesarias de todos los miembros de la zona euro.


Tras ello, las bolsas europeas y muy especialmente las más castigadas, como la española o la italiana, volvieron a seguir el ritmo marcado por la bolsa americana, aupada por las inyecciones de liquidez “en vena” aplicadas por la Reserva Federal, con su QE1 desde principios de 2009, el QE2 y actualmente con su Quantitative Easing 3, todavía en vigor con compras de activos mensuales por encima de los 80.000M $.

Aunque hay muchos problemas por resolver, como los temidos recortes automáticos en Italia o en Estados Unidos sobre todo -al poder ser más duros que si se programaran mediante acuerdo político-, el rescate de Chipre, los procesos de rescates de Grecia, Portugal, Irlanda y el de la banca española, la futura unidad fiscal -para que no existan distintos tipos y diferentes políticas en unas regiones y otras de la zona euro- y la unidad bancaria -para que haya un regulador y supervisor único que impida que la banca vuelva a conceder préstamos alegremente-, parece que el exceso de liquidez ha terminado calando en los mercados, los cuales ya no reaccionan a cada mala noticia como si de un riesgo sistémico y global se tratara, sino que empiezan a ser más selectivos a nivel local y sectorial, castigando -y en mucha menor medida- las políticas económicas erróneas, teniendo como ejemplo el caso italiano, que si llega a suceder un año antes hubiera propiciado un terremoto en los mercados.

Hoy ha vuelto la confianza al tiempo que la liquidez empieza rebosar -aún queda que rebose mucho más a pesar de que se vayan retirando las políticas monetarias expansivas en los próximos meses o años-. Hoy podemos decir que las noticias negativas se convierten en meras anécdotas, mientras que el mercado comienza a fijarse más en las noticias positivas -o menos malas diría yo-.

Así, parece que el poco potencial de revalorización que le queda a los activos considerados de menor riesgo, como la deuda “core” de los países más solventes, o la renta fija en general, está produciendo el esperado trasvase de flujos de capitales -excedentes, al fin, después de años de contracción- hacia la renta variable. Si bien es verdad, que tanto el Dow Jones como el S&P500 llevan apreciaciones superiores al 100% desde los mínimos de 2009, lo que les ha hecho registrar máximos históricos, mientras que el Ibex 35 aún está a un 50% de diferencia para recuperar los máximos históricos en las inmediaciones de los 16.000 puntos. Hay potencial, y mucho. Lo hay porque hay margen de mejora económico.

Tras recuperarse la confianza, pronto volverán políticas fiscales expansivas que, al igual que la política monetaria, también producirán un efecto multiplicador en la economía. Podremos ver una reducción de la tasa de paro -para recuperar la masa de consumidores perdida durante los últimos años-, así como debemos destacar el apreciable cambio de mentalidad producido por la crisis, que nos ha hecho más eficientes en nuestras tomas de decisiones económicas. Ya tendremos tiempo de hablar de las elecciones en Alemania de Otoño o del efecto del “sequester” en Estados Unidos, pero hoy toca disfrutar de una menor volatilidad y de una mayor certidumbre que irá cimentando la recuperación económica.