El objetivo, eficaz, era en aquel momento tranquilizar a los ciudadanos estadounidenses, de la misma manera que ahora nos debe permitir poner en perspectiva las posibles consecuencias de la crisis griega.


Muchos observadores establecen paralelismos entre la posible quiebra del Estado griego y la del banco estadounidense Lehman Brothers hace 7 años, con las consecuencias que conocemos. Asumir parte de este escenario, sería suponer que al igual que ocurrió con este banco americano, Grecia podría, con su caída, arrastrar una parte de la economía global. ¿Debemos temer lo peor para nuestro entorno económico y financiero? No, seamos sinceros, la situación no tiene nada que ver con 2008.
El mundo financiero no teme más el impago griego de su deuda que el anuncio de Puerto Rico respecto a la suya. A largo plazo, las perspectivas europeas siguen siendo atractivas.

En cuanto a Europa vs EEUU, la ventaja es para el viejo continente, ya que lo más importante para los inversores de hoy en día es recuperar la visibilidad. Pero estamos convencidos de que una vez disipado el riesgo griego, se centrarán en las próximas semanas en los fundamentales de la zona del euro, sobre todo en la recuperación del crecimiento económico y en las revisiones de los beneficios corporativos. Esta dinámica positiva, presente en la zona euro desde hace varios meses, se apoya en tres tendencias subyacentes. En primer lugar, la caída de los precios del petróleo: -45 dólares en 2014, ¡un verdadero catalizador para el consumo! Asimismo, la depreciación del euro, cuyos efectos más positivos están aún por venir. Y, por último, la política del BCE, que sigue siendo acomodaticia. El programa de compra de activos anunciado en enero de 2015 está en funcionamiento desde marzo y los primeros efectos ya son visibles: los flujos netos de préstamos bancarios están en aumento y la fuerte recuperación del consumo.

Todo nos lleva a creer que el potencial de recuperación de los mercados europeos para el segundo semestre es significativo, especialmente frente a EEUU, cuyo ciclo de mercado está más maduro. Después de los buenos resultados en términos netos del mercado americano en los últimos dos años (48% para el S&P 500 frente a un 19% para el Stoxx Europe 600 entre diciembre de 2012 y diciembre de 2014), la mayor parte del camino ya se ha recorrido y el impulso macroeconómico se ha invertido en el primer semestre de 2015. El aumento de los beneficios corporativos (49% en EEUU desde 2010, frente al 3% en la zona euro) está marcando el ritmo, aunque se está reactivando en Europa. Por último, el aumento de los tipos de interés es sólo una cuestión de semanas, incluso aunque la posición acomodaticia de la Fed hace que se mantengan las dudas sobre el momento exacto en el que se producirá.

Si valoramos entre acciones u obligaciones, el contexto macroeconómico nos lleva a favorecer a las acciones, sobre todo europeas. Esta clase de activo ya está correctamente valorada, pero debería seguir ofreciendo grandes oportunidades en los próximos meses. El retorno de las fusiones y adquisiciones y la fuerte recuperación de las OPV en Europa en los últimos 18 meses apuntan fuertemente en esta dirección.

El universo de bonos inspira más cautela. Sin embargo, manteniéndonos al margen de la deuda soberana, seguimos invirtiendo de forma selectiva en los bonos corporativos de corta duración, ya que el rendimiento sigue siendo atractivo. La acción del BCE excluye cualquier posibilidad de una crisis de deuda, la cual es temida por algunos observadores, y además permitirá controlar la volatilidad en duraciones cortas en el caso de que se produjese un aumento de los tipos europeos a largo plazo.

En conclusión, el optimismo sigue siendo la consigna dominante para el segundo semestre de 2015. La volatilidad actual del mercado europeo debería dar lugar a oportunidades de compra una vez que la situación se tranquilice: los inversores centrarán su atención en los fundamentales de la zona euro (recuperación del crecimiento económico y la tendencia al alza de las revisiones de los beneficios), con el BCE siempre alerta para evitar el riesgo de contagio griego así como el riesgo de crisis de deuda.