¿Qué reflexión nos invita a hacer con el título de su libro “La economía de lo absurdo”?
Es una frase que intenta reproducir la paradoja de la actual economía de mercado, que nos debería llevar al progreso tecnológico y la mejora de la productividad, pero esto también tiene otra cara, que es la de la mayor desigualdad que nunca, mayor situación de pobreza y desempleo que nunca… por lo que, más que contribuir a la igualdad, contribuye a la desigualdad. Además, lleva a un camino sin en dos sentidos:
- Desde la equidad mínima necesaria para mantener la sociedad

- La concentración de renta en los extremos conlleva una paralización de la economía e ir al colapso por falta de demanda agregada

¿La crisis ha pronunciado esta brecha?
La ha puesto en evidencia, pero el proceso viene de antes. La crisis ha puesto de evidencia que se han enriquecido uno pocos, mientras que se han empobrecido unos muchos.

¿Por qué piensa que estamos en “un camino sin salida” con la actual economía de mercado?
Tenemos salida si tomamos las decisiones adecuadas. Pero es un error creer que la crisis actual es convencional, cíclica, de las que vienen después de un periodo de expansión y la antesala de otra expansión. Estamos al final de una etapa. Hay un paradigma económico que ha entrado en crisis y hay que volver a los valores fundamentales de la economía, es decir, poner la economía al servicio de las personas y hacer posible unos determinados niveles de equidad. Para ello hay que recuperar mecanismos de redistribución y límites a la desigualdad que produce el mercado. El mercado libre necesita de normas y de regulaciones que se olvidaron a partir de los años 80.

¿A quién le compete tomar esas medidas?
A la sociedad y sus representantes, que es el Estado. Por tanto, es la política la que tiene que formular planteamientos de salida de esta situación, reconstruir un camino hacia el progreso, no hacia el igualitarismo, pues ahí nos equivocaríamos. En los últimos años la política se ha convertido en un dios menor. Ya no decide la política y nuestros representantes por nosotros, sino el mercado. Pero el mercado no tiene valores morales ni objetivos intrínsecos. Por ello, hay que repolitizar la economía, en el mejor sentido de la palabra, no en el uso que se ha dado en años anteriores a la crisis con el abuso de las entidades financieras.

¿Esto nos puede dejar “generaciones perdidas” por el camino?
Lo está dejando. Un 50% de los jóvenes no se incorpora al mercado laboral y se marchan del país. Además, en el otro extremo están los mayores de 50, que se acaban de reincorporar al mercado laboral y no encuentran trabajo. No hay empleo para todos por los niveles tecnológicos actuales y porque gran parte de la producción se ha deslocalizado al tercer mundo. Así que, condenamos a una parte de la población a que sea prescindible, inútil, irrelevante como productor y también como consumidor.

El título completo de su libro es “La economía del absurdo. Cuando comprar más barato contribuye a perder trabajo”. ¿Qué quiere decir la segunda parte del título?
Es una metáfora de la realidad que intenta poner en evidencia que lo caro puede salir barato. Hemos apostado por una sociedad low cost, con prestaciones del bienestar low cost, con nuestra seguridad low cost… los consumidores, cuando consumimos realizamos un acto político. Cuando consumimos moda barata, estamos condenando a que en Bangladesh determinadas personas trabajen en condiciones que rozan la esclavitud. Además, se cierran fábricas aquí. Por tanto, los consumidores tenemos que preguntarnos cómo se han producido las cosas y lo que hay detrás de las cosas que compramos.

Pero podemos comprar productos caros que también están siendo producidos en condiciones infrahumanas…¿Dónde acaba la responsabilidad del consumidor y la de las empresas?
No focalizo la responsabilidad en el consumidor, pero creo que debemos tomar decisiones más estratégicas. La responsabilidad está en las instituciones. Es inaceptable que en las tiendas se vendan productos que se han producido en contextos laborales tóxicos, con explotación infantil, etc. Tiene lógica que, con nuestros sueldos menguantes, apostamos por comprar más barato, pero realmente esto acentúa nuestra propia precarización. De hecho, hay zonas de España que se han convertido en “el parque temático de los ricos del mundo pobre”, donde vienen de visita las clases acomodadas de los países emergentes.

Además, las posibilidades de que el Estado pueda sufragar el estado del bienestar van disminuyendo, en la medida en que los ingresos tributarios son menores por una menor recaudación de los impuestos de trabajo. De hecho, suceden cosas como que Amancio Ortega pague menos impuestos que cualquiera de los vendedores de una de sus tiendas.

Desciende el nivel de paro en España y se mejoran las perspectivas para los próximos años pero, ¿a costa de crear contratos más precarios?
Buena parte de los contratos son inferiores a una semana, lo dice el Ministerio de Trabajo. Gran parte de los contratos son absolutamente precarios. Se están pagando sueldos de 3 euros la hora en empresas que se están poniendo en el aparador de las “grandes empresas españolas” que crean riqueza.

¿Qué proposiciones plantearía usted a los políticos?
Reempoderar la política, recuperar el control sobre la economía, volver las finanzas a la función de instrumento de la economía y abandonar la pretensión de que sean un sector económico por sí mismo y plantearse un desarrollo basado en la actividad industrial, en el pago de unos ciertos niveles de proteccionismo establecer un nuevo sistema tributario y poner límites a las explotación de recursos medioambientales.

¿Dónde quedaría ahí la privatización?
Fundamentalmente el mejor sistema productivo es el de libre mercado, donde una parte importante de la economía sea privada. A parte de algunos servicios públicos e industrias estratégicas, creo que la economía de libre mercado tiene que ser fundamental.

¿Se ha evolucionado en la responsabilidad social corporativa en las empresas?
Se ha avanzado en la conciencia empresarial porque la reputación de las empresas es clave, pues la marca va ligada a unas consideraciones y hay que preservar la imagen de marca, no que se relacione con actos como la explotación infantil.

No obstante, aunque se ha avanzado en la responsabilidad social corporativa, también se ha convertido en un subdepartamento de los departamentos de márketing, por ello, muchas veces hacen un lavado de cara de muchos actos. Tienen que extender la responsabilidad a toda la cadena productiva, a los proveedores, los transportes, etc.