La gran metrópoli financiera del mundo (su Bolsa suma como todas las demás juntas) debería tener la sociedad más avanzada, es decir, culta y cívica, pero no: ha elegido como representante a un chaval de 34 años recién cumplidos, con una licenciatura presuntamente universitaria en Estudios Afroamericanos (lo traduzco del inglés) y con una única experiencia laboral: asesor para ejecuciones hipotecarias de Chhaya Community Development Corporation, una organización sin ánimo de lucro fundada en 2000 en el barrio de Queens (Nueva York). Donde estuvo algo más de media hora, porque lo que tiene de verdad es trayectoria política. 

Además de declararse musulmán (qué cansino es que los políticos hagan de la confesionalidad su bandera en pleno Siglo XXI), ha hecho apología contra los millonarios (“no deberían existir”), es decir, contra el capitalismo, lo cual no es óbice para haber recibido apoyo de la familia Soros. No perdió tiempo en salir fotografiado con Alexander Soros

Semejantes declaraciones demuestran una estulticia, una demagogia y una manipulación que no deberían tener público a estas alturas, pero lo tiene. Declararse anticapitalista es como decir que eres anticomidista: por mucho que se intente ideologizar, las economías funcionan con capital. Y el capital es lo que es: renta procedente del ahorro. Puede ir acompañada de deuda como una palanca de ayuda, pero no hay más. El capital es la comida de la economía

Puede engordar, puede sentar mal, pero lo que es seguro es que su escasez lleva a la enfermedad y a la muerte. 

Lo que hacen los políticos que se declaran anti capital es redistribuir (previa confiscación) esa renta a su antojo, hasta que se acaba y entonces llega la pobreza. Una vez agotado lo producido, ¿quién produce de nuevo? Los políticos no saben: están al frente de las instituciones por ser personajes de partido, no por saber hacer cosas o, al menos, tener buena formación (la titulación en estudios afroamericanos no induce al optimismo, en este caso). Los trabajadores, totalmente desincentivados, tampoco se afanan más allá de lo justo. Saben que no tiene sentido

La historia lo ha demostrado una y otra vez, pero la gente se empeña en pegarse el tiro en el pie. El refrán del hombre y la misma piedra recoge todo el conocimiento histórico del género humano

Esta vez no miraré España, por no deprimirme más, pero Mamdani es otro Gabriel Boric, un joven impetuoso e inexperto con un mensaje populista aguerrido que cala en generaciones con incapacidad de memoria. Aunque este al menos sí tiene títulos en las prestigiosas Bronx High School y Bowdoin College, (el presidente chileno, ni estudios ni experiencia), es un personaje sin la menor trayectoria laboral, que considera el beneficio un ultraje, la propiedad algo discutible y los impuestos una variable absolutamente móvil, que se le implementa a la gente en tiempo real. Es decir, se pueden ir subiendo día a día. 

Al igual que el chileno, se le notan los costurones dialécticos de quien no ha trabajado en su vida, que es el gran baremo que habría que aplicar a todo personaje público. El discurso de quien sí lo ha hecho es totalmente distinto. Sabe lo que es el trabajo, lo que cuesta ganar dinero y que mejor tener empresas con beneficios que huyendo. 

La metáfora de Wall Street eligiendo alcalde es irreal, claro: ni hay tanta gente viviendo en la zona ni los grandes inversores de la Bolsa viven cerca de ella. Pero es triste

El desarrollo mundial llega con inversión, capital, desarrollo, mercado y crecimiento, no con control de alquileres y cosas de esas de las que hace gala el nuevo alcalde. Claro que en el Partido Demócrata está calentando Alejandra Ocasio-Cortez, otra treintañera de discurso furibundo, partidaria de la Teoría Monetaria Moderna, mediante la cual los estados se financian imprimiendo billetes y así no hay que preocuparse de los déficits. Esa es la gente que se opone al capitalismo: la que inyecta inflación a la sociedad. Es decir, pobreza.